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Entrevista:DOLORS FOLCH | Sinóloga | LA RIQUEZA DEL PASADO | MAÑANA, EL SÉPTIMO TOMO DE LA HISTORIA UNIVERSAL DE EL PAÍS

"El culto a los antepasados es la religión esencial de China"

Jacinto Antón

"Jamás se extinguirán los fuegos de la Gran Muralla", escribió la poeta Cai Yan, cautiva de los hunos en el año 200. La Gran Muralla simboliza muy bien la atracción occidental por China: un universo fascinante pero de arduo acceso, cerrado en sí mismo y aparentemente irreductible a nuestra comprensión. La sinóloga Dolors Folch (Barcelona, 1941), profesora de Historia de China en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, es una de las personas que más saben del mundo chino en España. Autora de La construcción de China (Península), una iluminadora introducción a la civilización china desde sus inicios hasta el imperio Han -contemporáneo del romano-, Folch desgrana en su conversación conceptos esclarecedores, verdaderas puertas en la Gran Muralla.

"La familia es mucho más que una relación afectiva, es algo fundamental en la visión china de la armonía social"
"Cuando murió el primer emperador, el de los guerreros de terracota, se llevó su cadáver escondido en un furgón con bacalao"
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Pregunta. ¿Hay en la religión china algo que explique lo diferente que nos parece el mundo chino en comparación con el egipcio, el griego o incluso el mesopotámico?

Respuesta. Por supuesto. El hecho de que los chinos no hayan concebido un Dios creador hace que su visión del cosmos sea muy diferente de la nuestra. Su concepción del universo no pasa en general por Dios: es un todo orgánico en perpetua transformación. Las cosas no han sido creadas ni serán destruidas. En ese sentido la suya es una visión más parecida a la de la ciencia moderna que a una religión propiamente dicha.

P. Pero en la China antigua había una mitología, con dioses y seres fantásticos.

R. Sí, pero, más allá de una etapa inicial muy remota, el mundo chino ha carecido de una mitología estructurada como la del nuestro. No han tenido un Hesíodo ni un Homero y los mitos son un material muy heterogéneo, impreciso. A la tradición china no le ha interesado la épica, los grandes héroes o los semidioses. Los dioses forman una amalgama de panteones variopintos sin jerarquía y equivalen más bien a nuestros santos.

P. ¿En qué se centra entonces la religión china?

R. En el culto a los antepasados. Esa veneración actuó como un antídoto contra la mitología y excluyó en gran medida la aparición de figuras heroicas individuales. El valor principal del antepasado es su papel como transmisor. Los chinos tienen desde el alba de los tiempos un respeto enorme por los responsables de que estemos aquí. De ello deriva el papel esencial de la familia, que es el polo religioso chino. Su importancia es de carácter religioso no sentimental. Del énfasis que ponen los chinos en la familia da fe el que tienen más de 50 nombres para las relaciones familiares: hay una palabra específica, por ejemplo, para el marido de la tía materna. La familia es más que una relación afectiva, es algo fundamental en su visión de la armonía social. Cuando se rompe, al emigrar, por ejemplo, se recurre a otras instancias sustitutivas, como las fraternidades o las sociedades secretas.

P. ¿Existe el concepto de pecado en el pensamiento chino?

R. No le es propio, en su lugar está la noción de vergüenza, una vergüenza mucho más fuerte que la nuestra, y que marca el límite autoimpuesto como en Occidente lo hace el pecado.

P. ¿Y trascendencia?

R. La eternidad son los hijos.

P. ¿Qué sentido tenían pues las grandes tumbas, como la del primer emperador, Quin Shihuang, el de los guerreros de terracota?

R. Un sentido ritual. La idea religiosa no excluía la otra vida, el renacimiento, aunque, a diferencia de la religión egipcia, había una imagen más bien difusa de ese más allá. El emperador o el noble se llevaba con él elementos que legitimaban su poder. Quin Shihuang se enterró con su ejército, pero en vez de sacrificar a los soldados -el sacrificio humano fue muy habitual con, por ejemplo, los Shang- los sustituyó por esas réplicas.

P. Realmente no debía tener muy claro el primer emperador lo de la otra vida, porque tuvo a 460 sabios buscándole la droga de la inmortalidad.

R. Se hartó y los hizo matar. Cuando él mismo murió en el 206 antes de Cristo, durante una gira de inspección, su gran consejero Li Si y el jefe de los eunucos volvieron a toda prisa a la capital con el cadáver escondido en un furgón lleno de bacalao para disimular el olor.

P. ¿Qué relación guardan el confucionismo y el taoísmo con la tradición religiosa china que les precede?

R. Los dos emergen de ese mismo fondo común. Confucio (551-479 a. de J. C.) y sus discípulos refuerzan la orientación no teológica de la religión china. En su doctrina, y también en el taoísmo, que de alguna manera es un desarrollo del confucionismo, cristaliza una forma de pensar anterior. En ambas corrientes, el hombre tiene una responsabilidad en el mantenimiento del equilibrio del cosmos, un cosmos que, como ya hemos visto, obvia la noción de creación y de Dios creador. En esa tarea de preservar la armonía universal, los confucianos pondrán el acento en la relación del hombre con la sociedad, su integración en ella, y los taoístas en la del hombre con la naturaleza.

P. ¿Cómo condicionan las ideas religiosas chinas el concepto de Estado?

R. El Estado ha ocupado en China funciones que en nuestro mundo han correspondido a la Iglesia. Ello le ha permitido una capacidad de penetración y de control del individuo muy superior. Se puede ver incluso en el siglo XX: parte de la imaginería de Mao es religiosa, similar a la de los emperadores chinos.

P. China no ha sido nunca muy susceptible a otras religiones.

R. Excepto al budismo. Llegó durante la crisis al final del imperio Han de una manera similar a como las religiones orientales, entre ellas el cristianismo, arribaron al imperio romano. Hubo tensiones para su aceptación, especialmente por parte del Estado, pero se lo acabó aceptando como una especie de complemento metafísico y caritativo del confucionismo, y se mezcló con el taoísmo, con el que compartía elementos mágicos. De todas formas, el Estado siempre ha sido vigilante con la Iglesia budista como institución.

La especialista en China Dolors Folch, en su casa en Barcelona.
La especialista en China Dolors Folch, en su casa en Barcelona.CARMEN SECANELLA

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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