La refundación de Europa: razón y pasión

En 2003 el Instituto Elcano publicó el libro Construyendo la Constitución Europea, de tres autores pertenecientes al universo socialista que participaban en la Convención que la redactaría: Josep Borrell, Carlos Carnero y Diego López Garrido. Un año largo después ya existe texto constitucional (Tratado por el que se establece una Constitución para Europa), y los tres autores cierran el ciclo explicándolo. Borrell, que preside el Parlamento Europeo, prologa dos de los libros que vamos a comentar; Carnero es coautor de otro, y López Garrido de un tercero.

El año 2004 ha sido, probablemente, el más importante de la UE desde su fundación: ha visto la mayor ampliación de su historia y abierto conversaciones con Turquía; ha habido elecciones al Parlamento Europeo y se ha formado una nueva Comisión; pero, sobre todo, ha cerrado un texto constitucional que, cuando entre en vigor, supondrá un salto cualitativo: una refundación de Europa. Dedicados al análisis de ese Tratado han aparecido en España una buena cantidad de libros, lo que es un buen síntoma que contradice la cuasi ausencia de debate público sobre el asunto. Los hay de muchas clases: buenos y malos, históricos, constitucionalistas, pedagógicos y, por supuesto, a favor y en contra del Tratado.

De entre los centrados en el Derecho Constitucional se pueden subrayar los de Pedro Cruz Villalón y Diego López Garrido, ambos catedráticos de la materia. Cruz Villalón salió de la presidencia del Tribunal Constitucional y se encerró en Berlín, en un año sabático cuyo mejor producto es este libro. Cuenta el autor su trasformación de constitucionalista nacional en constitucionalista europeo y desarrolla sus preocupaciones por la relación entre la Constitución española de 1978 y la Constitución Europea y por la política constitucional de la Unión, que ha pasado a ser un continuum, que nada tiene que ver con el totum revolutum anterior.

López Garrido -en cuyo libro se contiene el texto íntegro del Tratado constitucional- subraya cómo el mismo dota a la UE de las estructuras de poder y de la configuración jurídica adecuada para desarrollar capacidades tan importantes como la política exterior, la seguridad común, la justicia, la cooperación policial o la coordinación de políticas económicas y monetarias.

También destacan las aportaciones de dos internacionalistas: Francisco Aldecoa y Araceli Mangas. Aldecoa, catedrático de Relaciones Internacionales, actualiza y revisa su ya clásico Una Europa (escrito en caliente mientras se reunía la Convención) en unos comentarios que acompañan a otra edición del texto constitucional. Y destaca sus novedades positivas: considera que se trata de un Tratado en la forma y de una Constitución en su contenido básico; analiza cómo el método convencional dio paso a una "mutación política" de la Unión, que explicita por vez primera el carácter político del proyecto europeo; y desgrana las novedades materiales de las políticas y las instituciones. Es "un salto cualitativo en la historia europea", concluye, pero, advierte, "no el último".

Más severa, la catedrática de

Derecho Internacional Público de la Universidad de Salamanca, Araceli Mangas, parece temer que las presentaciones grandilocuentes generen frustración o conciten temores al nuevo paso europeísta. Insiste en el carácter de Tratado del texto; aplaude más a la Conferencia Intergubernamental que a la Convención; y sitúa las aportaciones de la Constitución respecto de los anteriores tratados preferiblemente en la ordenación y la explicitación que en las cuantiosas novedades materiales. Lo que no le impide concluir: "Hoy nuestro proyecto nacional coincide y depende del proyecto europeo de integración".

Algunos textos publicados sobresalen por su intensa pedagogía. Están escritos para que cualquier ciudadano pueda descodificar un tratado en ocasiones muy farragoso y demasiado extenso. Por ejemplo, el libro del profesor Antonio Chavarri aborda el contenido constitucional a través de 73 preguntas, que contestan cuestiones cotidianas: ¿tendremos los españoles garantizada la asistencia de la Seguridad Social en cualquier país de la UE? ¿Concederá la Unión el derecho al matrimonio entre homosexuales?...

A caballo entre unos y otros se encuentra el libro de Enrique Barón, cuyo principal valor es el histórico. Pone la Constitución en su contexto -Europa como proyecto generacional- y el Tratado como parte de un proceso abierto en 1948, con el congreso fundacional del Movimiento Europeo.

Directa o indirectamente, la mayor parte de estos textos son partidarios del Tratado constitucional y de su ratificación en el referéndum del próximo día 20 de febrero. Pero no todos los libros aparecidos defienden esta opción. Es el caso del de los profesores Pedrol y Pisarello, miembros del colectivo editor de la revista Mientras Tanto, que fundó Manuel Sacristán, quienes describen 10 mitos de la Constitución Europea. En términos similares se despacha la profesora Eloísa Díaz, que denuncia el texto desde su principio: la llamada Constitución no es tal, ni sus ciudadanos han participado en su elaboración. Según esta autora, los políticos están ocultando la cara oscura de un texto con gravísimas carencias que hipotecarán a la región durante mucho tiempo.

Las diferencias con el debate

francés resultan significativas. En Francia, los partidarios del "no" se ciñen más al texto, a los términos de su articulado. Derivan su doctrina de ese ejercicio y no al revés, como es el caso de Laurent Fabius, el más liberal de los socialistas franceses (primer ministro con el Acta Única), ahora convertido en el gran crítico de "un viaje sin retorno posible a una Europa diluida, liberal y atlantista". Ilustra cotejar su trabajo con el de su colega Dominique Strauss-Kahn (ministro de Economía de Lionel Jospin), para quien "ninguna de las nuevas disposiciones, ni una sola, marca un retroceso". Ambos dedican un capítulo a contrarrestar los argumentos de sus contrarios.

En este mismo formato de libro de debate político milita el texto del catedrático de Hacienda y consejero de Finanzas de la Generalitat, Antoni Castells, Europa és el futur. Respetando a aquellos de sus contrincantes que reivindican el europeísmo, Castells disecciona el impulso federalista de la Unión y el contradictorio papel de los Estados y sostiene que frente a otros tratados, lo que hace la Constitución es "poner por vez primera y abiertamente la integración política en la cabecera del proceso de integración europea".

A lo mejor conviene completar las lecturas constitucionales con algún ensayo reciente más genérico sobre la UE. Ahí están las memorias de Jacques Delors, un panorama/océano. O las digeribles entrevistas a 30 protagonistas, a cargo del periodista Isidre Ambrós. O la sugerente revisión del profesor Loukas Tsoukalis, de filia mediterránea y distancia anglosajona. O, para el aspecto de las relaciones exteriores, dos libros colectivos: el balance de los primeros cinco años de la política de seguridad y defensa, del Instituto de Estudios de Seguridad de la UE; y las reflexiones sobre identidad y seguridad en el volumen del CIDOB coordinado por Manuel Castells y Narcís Serra. Un sinfín.