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Crítica:CRÍTICAS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Olvidar a Max Ophüls

Sería muy fácil despachar una película como Carta de una mujer desconocida invocando las inmarcesibles virtudes del filme-fetiche que le sirve de inspiración (Carta de una desconocida, de Max Ophüls, basado en un relato de Stefan Zweig): al fin y al cabo, con su caligrafía perfecta, sus imágenes de estremecedora belleza y su respeto a la historia original, el filme de Xu Jinglei se coloca él mismo bajo el paraguas protector de un remake que sólo cambia el escenario (en este caso, la China anterior a la caída del Kuomintang; es decir, la misma época en que se rodó el filme de Ophüls) para respetar obedientemente todo lo demás.

Y, sin embargo, si somos capaces -como el jurado de la pasada edición del festival de San Sebastián, que premió a su realizadora (y actriz principal) con la Concha a la mejor dirección- de situarnos fuera de una dimensión cinéfila; si somos capaces, por un rato, de olvidar a Max Ophüls para enfrentarnos sencillamente con el texto tal como se nos presenta, tal vez tengamos asegurados algunos momentos de disfrute. Entre otras cosas, porque no le falta a Jinglei capacidad para la recreación de la historia, ni un sentido enormemente elegante de la puesta en escena (y de la elipsis, por más que ésta también le venga de la mano del guión del filme de Ophüls) y una manifiesta capacidad para dirigir actores.

CARTA DE UNA MUJER DESCONOCIDA

Dirección: Xu Jinglei. Intérpretes: Xu Jinglei, Jan Weng. Género: drama, China, 2004. Duración: 90 minutos.

Pero más allá de los aspectos más o menos técnicos de la operación, lo que la directora china está poniendo sobre la mesa es su derecho (el de ella, una mujer oriental que anda por la treintena) de contar otra vez una historia en la que se siente reflejada, una curiosa, y muy pertinente, reactualización de las virtudes de una trama que, casi sesenta años después de su primera versión, sigue luciendo sus esplendorosas virtudes. Y también su moraleja de fondo: la inconsistencia del amor del (de muchos) hombre, el tesón en el sentimiento de la (de algunas) mujer. En suma, la inmortal ecuación entre el amor que se desea, la tensión de la espera, el acto que lo consuma... y el omnipotente olvido.

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