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¿Remordimiento o flagelación señor Pla?

En una maniobra de casualidades -¿llamémosla así?- Joan Ignasi Pla, por voz de uno de sus acólitos más cínicos, la del señor Signes, acaba de quedar con las vergüenzas al aire en uno de los episodios más lamentables de la historia reciente de la política medioambiental de la Comunidad Valenciana. Hay que recordar que en el último congreso del PSPV, Pla, haciendo un ejercicio de sin sentido y de desvergüenza sin parangón, puso al frente de las áreas de territorio y medio ambiente a dos viejas glorias del socialismo valenciano: Eugenio Burriel y Francesc Signes. Ambos con experiencia probada en dichas áreas, uno batiendo el récord de incendios, otro como conseller de la antigua COPUT y padre putativo de la LRAU.

Estos socialistas acomodados, ahora, pretenden tomar el mundo por montera, intentando justificar cuanto de injustificable tuvo su incompetencia e imprevisión en materia de residuos urbanos y de política medioambiental mientras fueron los únicos responsables de ello, o lo que es lo mismo, responsables de la mayor desprotección y abandono que ha sufrido el territorio de la Comunidad Valenciana en los últimos veinticinco años.

Por tanto, se trata cuanto menos de un ejercicio de flagelación, remordimiento y pesar de quienes no pueden olvidar, por nefasta, su vieja responsabilidad política en aquel Gobierno socialista que perdió las elecciones autonómicas de 1995, y que son incapaces de mantener durante una misma semana un acuerdo sin generar vaivenes que sólo responden a pugnas orgánicas, dejando a un lado la resolución de los problemas de los valencianos. Por esta misma razón, sus críticas son, por interesadas, tan inconsistentes que tres datos a vuelapluma hacen enrojecer hasta la tinta de sus artículos.

Cuando la Comunidad Valenciana ardía por sus cuatro costados allá por mediados de los 90, y las basuras del Área Metropolitana de Valencia iban a parar a un vertedero de Riba-roja autorizado para 300.000 metros cúbicos, llamado Basseta Blanca, el actual secretario general de los socialistas valencianos, el señor Pla, campaba a sus anchas en un segundo escalón del Instituto Valenciano de la Juventud -única experiencia institucional que se le conoce-, y a los señores Signes y Burriel no les dolían prendas enviando 4.000.000 de metros cúbicos de basura al vertedero Basseta Blanca, y justificando, con la climatología adversa, lo más injustificable, la falta de previsión en la prevención de incendios.

Tuvo que llegar un alcalde del Partido Popular y tomar la decisión de cerrar el vertedero de Basseta Blanca, y con el primer Gobierno popular en la Generalitat emprender una política de prevención y protección de nuestros bosques que ha reducido en diez veces el territorio carbonizado en la última década. No creo necesario recordar que en una década los ciclos climáticos son iguales para todos. Lo que ya no son iguales son las políticas aplicadas a los problemas.

¿Incompetencia?, ¿imprevisión?, ¿clima favorable?, ¿quién dejó una situación que obligó a que la basura del Área Metropolitana de Valencia viajara durante años a Tivissa (Tarragona), Épila (Zaragoza), Jumilla (Murcia) o Valdemingómez (Madrid)?, ¿quizás, el mismo que autorizó o consintió la instalación de residuos de Ador, cuyo cierre se ha hecho necesario y no precisamente por sus dimensiones, tal y como él apunta?, ¿cómo es posible que el alcalde socialista de L'Alcúdia reivindique ahora, con la fe de un converso, el cierre de la planta sita en un pueblo vecino, sin que en su momento se pronunciara contra ella?

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Quien ha sido responsable -es un decir- por acción u omisión de estas situaciones, va más allá con el permiso, o no, del propio Pla, alentando y anunciando caos, crispación e insolidaridad entre los propios municipios, incluso entre los propios alcaldes socialistas, amén de arrojar dudas sobre presuntos intereses espurios del partido socialista. Esto último será porque recuerda al marsellés y añora otros tiempos que los ciudadanos castigaron mandándoles a la oposición por sus prácticas corruptas.

Aún nos preguntamos por qué, después de alcanzar un acuerdo entre la Generalitat, la Federación Valenciana de Municipios y Provincias y la Cierval así estaba redactado tras una negociación seria o eso creímos, el PSPV, de la mano de Pla se descolgó, mintiendo como Roldán, con la excusa de que las elecciones europeas estaban a la vuelta de la esquina. Una vez más su estrategia partidista se situaba por encima de la resolución de los problemas de los valencianos.

La gestión de los residuos sólidos urbanos exige en el PSPV un interlocutor más serio, que además pueda defender los acuerdos en todas las instancias, y que no ponga en un brete a sus propios alcaldes. Es al propio Pla a quien, entre Burriel y Signes, están dejando fuera de juego y en el mayor de los ridículos.

Hoy, la Comunidad Valenciana no necesita exportar sus basuras a otras Comunidades pero necesita mejorar la calidad de las infraestructuras existentes y construir otras más acordes con los tiempos que vivimos y la normativa europea nos exige. Estas acciones obligan a la coordinación, a la lealtad institucional y al acuerdo. Estamos dando muestras de que esto es posible en los consorcios constituidos, donde alcaldes y concejales de distintos grupos políticos han sido capaces de entenderlo y practicarlo.

Es lamentable que quien tiene la responsabilidad -es un decir- de liderar en el PSPV este tipo de comportamientos, se dedique a sembrar vientos. Claro es que ya conocen ustedes el refrán.

Jorge Lamparero es Director General de Calidad Ambiental.

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