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LA COLUMNA | NACIONAL
Columna
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Sobre las víctimas

Josep Ramoneda

EN PRINCIPIO hay tres tipos de víctimas del terrorismo: aquellas personas expuestas por razón de su profesión de servicio al Estado, por ejemplo, los miembros de las Fuerzas de Seguridad; aquellas personas que asumieron libremente el riesgo de morir "por defender su propia coherencia ética, esto es, su derecho a vivir como han elegido hasta el final" y "han integrado el morir como acto final de su propia trayectoria y han impedido que la muerte que les han causado sea una derrota", para decirlo con palabras de José Ramón Recalde en Fe de vida, y aquellas personas que nunca habían pensado que les podría ocurrir una cosa así, y que tuvieron la desgracia de estar en el tren, en una esquina o en un supermercado en el momento en que los verdugos hicieron explotar las bombas. Víctimas escogidas por los verdugos por su responsabilidad profesional; víctimas escogidas por los verdugos por su responsabilidad moral y política; víctimas escogidas por los verdugos arbitrariamente para demostrar que nadie está a salvo del terror.

Entre el millar de víctimas de ETA hay gentes de los tres tipos descritos. La convivencia cotidiana con el terror durante casi cuarenta años hace que sean muchos los que se sabían y se saben expuestos y han decidido no claudicar. Las víctimas del 11-M respondían todas al último grupo, ciudadanos anónimos que cayeron simplemente por hacer el camino de todos los días. Son la figura del antihéroe, el que ve su vida robada por el verdugo sin siquiera saber por qué.

Todas las víctimas merecen el respeto y reconocimiento por parte de la sociedad. La maldad de la acción terrorista es la misma en todos los casos. La condición de personajes públicos de algunas de ellas, comprometidas en la defensa de las libertades y sabedoras de los riesgos que corrían, hace que la memoria de las víctimas sea desigual. Unas tienen instituciones, partidos, organizaciones, medios de comunicación que les recuerdan; otras necesitan la atención del Estado, tanto para salvar la memoria y el reconocimiento como para conseguir la asistencia necesaria.

Las asociaciones de víctimas del terrorismo agrupan a los supervivientes y a los familiares de las víctimas. Del mismo modo que la condición de víctima no es ninguna elección, las víctimas tienen todo el derecho a no ser utilizadas políticamente si ellas no quieren. Estos días ha vuelto el fantasma de la manipulación de las víctimas. En una escena pública tan coloreada de tensiones partidistas, en la que el rival todavía es visto como enemigo más que como adversario, cualquier acontecimiento que irrumpa en ella es inmediatamente pintado en azul o en rojo. Las víctimas del terrorismo no han podido escapar a esta lógica.

El Gobierno del PP dio a las víctimas un reconocimiento que quizá no habían tenido antes. Pero quiso quedarse con el monopolio de la compasión. Y se produjeron crisis profundas, como la que en 2002 separó a los catalanes de la AVT. Lo que hay que evitar es la confusión. Confusión son los intentos de manipulación partidaria, como por ejemplo cuando el PP convierte una manifestación de víctimas en un acto partidista contra el Gobierno. Confusión es que una organización se presente como unitaria y actúe de modo partidario. Confusión es que se nombre al comisionado para la atención de las víctimas del terrorismo sin pactarlo con las demás fuerzas políticas. Y confusión es que un ministro se meta de modo calculadamente imprevisto en una manifestación de víctimas buscando un reconocimiento que no encontró.

Si la Asociación de Víctimas del Terrorismo se siente próxima al PP, sus dirigentes sólo tiene que decirlo y que cada miembro obre en consecuencia. Y si quiere ser realmente unitaria, debe saber jerarquizar las urgencias: pedir la dimisión de Peces-Barba, independientemente de los errores que éste haya cometido, no parece que sea la prioridad en las necesidades de las víctimas del terrorismo.

Reconocer las víctimas es también dejar que se organicen libremente y sin tutelas. Porque tan criticable es su manipulación política por el Partido Popular como que el comisionado les exija que "se alejen de fines partidistas". ¿Va a ser ésta una condición para atender sus demandas? En una sociedad plural, lo lógico es que las víctimas se organicen también pluralmente. Sin que ello deba menguar el respeto por todas y cada una de ellas. Es la única vía de transparencia. Que las víctimas se expresen como crean conveniente y que los Gobiernos sepan escuchar y atender.

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