Retazos de una vida
La suma de numerosos retazos de una existencia no siempre termina conformando una vida. Taylor Hackford y su guionista, James L. White, han optado por contar en Ray la mayor cantidad posible de traumas, anécdotas, alegrías y experiencias de la vida del músico y cantante Ray Charles, y el resultado es una película muy vistosa, elegante, por momentos poderosa, por momentos algo ingenua, que no acaba de dar una visión global clara del personaje en cuestión, pero que constituye un producto típico del Hollywood clásico.
En la primera hora de película, la que cuenta el ascenso de un desconocido músico ciego al estrellato del soul, las secuencias tienen una duración inferior a la media y se acumulan sin un hilo conductor demasiado nítido. Además, esa impresión se acentúa por culpa del método utilizado por Hackford para unir esos sucesos: unas discutibles cortinillas de hechura variada (de izquierda a derecha, de arriba abajo, en círculo) y unos fundidos de color rojo, junto a unas ráfagas de sonido que muestran, en forma de flash-back, algunas de las supuestas claves de la personalidad de Charles, radicadas, cómo no, en un trauma infantil.
RAY
Dirección: Taylor Hackford. Intérpretes: Jamie Foxx, Kerry Washington, Regina King, Clifton Powell. Género: drama musical. EE UU, 2004. Duración: 152 minutos.
Atrevimiento visual
Sin embargo, la segunda mitad de la película, cuando los coqueteos de Ray con la heroína se han convertido en una insuperable adicción, tiene mucho más interés, lo que provoca el planteamiento de una cuestión tan antigua como la traslación a la pantalla de las vidas de personajes míticos: ¿no hubiese sido mejor, en lugar de acumular tantas experiencias, centrarse en un arco de tiempo más corto de la vida del músico y cantante afroamericano? Así, es en esta parte de la historia cuando el director muestra un mayor atrevimiento visual (ayudado por el excelente trabajo del polaco Pawel Edelman, director de fotografía de El pianista). Al fin y al cabo, Hackford está más acostumbrado a entretenimientos comerciales como Oficial y caballero (1982) o Pactar con el diablo (1997) que a grandes superproducciones destinadas a pelearse por los Oscar (es candidata a seis estatuillas). Y es también en este segmento cuando el espectador empieza a sufrir y a gozar un tanto con las miserias y los triunfos de un personaje que se antoja apasionante y que está interpretado de forma maravillosa por Jamie Foxx.
Aun así, y a pesar de la notable mejora, el filme concluye y no se sabe muy bien si Charles era un mujeriego impenitente víctima de su época, un hombre cargado de remordimientos o un canalla que se aprovechaba de su ceguera. Un dato de los títulos de crédito quizá arroje algo de luz sobre las razones para no hurgar en ciertos temas: uno de los coproductores de la película es Ray Charles Robinson Jr., hijo del cantante.
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