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Desde el Pacífico
Columna
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Robot: ¿cuánto de humano tiene un humanoide?

ACABO DE VOLVER 25 AÑOS ATRÁS gracias a un robot. Recuerdo las emociones incontrolables de cuando vi Star Wars por primera vez y, en particular, el cariño que todos sentimos hacia R2-D2, el robot humanoide que tanto marcó nuestra imaginación. Algo parecido me pasó frente a Asimo, un robot, en la Universidad de Stanford. ¿Por qué será?

Asimo es un ser de metal de 1,20 metros de altura y 52 kilos, con enormes ojos insondables. Sin rasgos faciales, aparenta ofrecer una eterna sonrisa amable. Producto de 20 años de investigación de los ingenieros de Honda, Asimo camina, habla, baila y sube y baja las escaleras sin caer. "Es el robot humanoide más logrado", si hemos de creer a Jeffrey Smith, responsable de la parte estadounidense del programa. Sus antepasados (las versiones previas realizadas en los mismos laboratorios) se llamaban E0, E1, E2, E3, E4, E5, E6, P1, P2 y P3. Vaya árbol genealógico. Una maravilla de ingeniería mecánica.

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En su versión actual, Asimo (Advanced Step in Innovative Mobility, en inglés; paso adelantado en movilidad innovadora, en español, y pierna en movimiento, en japonés) es más una hazaña de la ingeniería mecánica que de la inteligencia artificial.

No tiene autonomía de decisión. Lleva a cabo tareas sólo después de que se le diga lo que tiene que hacer. Alguien se lo ordena desde un portátil cercano. Basta con darle la instrucción "sube las escaleras" para que procese (solo) todas las informaciones y suba. Antes de esto hay que preprogramarlo, darle todas las informaciones disponibles sobre la escalera (tamaño de los peldaños, altura total, etcétera).

Sus baterías (localizadas en el pecho) tienen media hora de autonomía y las dos computadoras que le permiten procesar la información van en una mochila al hombro. Su increíble capacidad de movimiento -mueve dedos, muñecas, codos, tobillos y rodillas- se debe a los 26 servomotores de sus articulaciones (dos en el cuello y seis para cada miembro).

El programa ha costado alrededor de 100 millones de dólares y cada Asimo (son 30) cuesta "un millón de dólares de hardware", según explicó Smith. Honda usa robots para la producción de sus coches, pero dice que desarrolla este tipo de máquinas para ayudarnos en la vida cotidiana. Advierte de que cuando la generación del baby boom (nacidos en la inmediata posguerra) se haga vieja, no habrá suficiente personal médico para atenderla. Smith cree que el precio de un Asimo llegará a ser comparable al de un automóvil de lujo.

La paradoja de nuestra relación con el aparato es que, a pesar de su limitada inteligencia, nos conmueve con su apariencia humana, por ejemplo cuando baila el Saturday night fever. Una serie de elecciones nada técnicas contribuyen a ello. El tamaño le permite realizar tareas en el hogar sin ser amenazante. Su voz es la de un niño de 10 años. Sus ojos están a la altura de los de una persona sentada, posición desde la cual puede dar órdenes. Reconoce a los interlocutores que le han sido presentados (y cuya fotografía y medidas guarda en su memoria). Saluda decentemente cuando se le extiende la mano, habla varios idiomas, es amigable en el sentido casi humano de la palabra. Los presentadores tienden a insistir en las proezas técnicas, pero la toma de decisiones de corte psicológico-filosófico no es menos importante.

Un niño de unos 10 años preguntó: "¿Acaso come, bebe y duerme?". Acertó. Su pregunta nos obligó a ver que lo emocionante de la demostración era que Asimo se parece tanto a los humanos que en el fondo todos queremos dejarnos engañar, ¿o será seducir?

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