A la búsqueda de la épica perdida
El escritor guipuzcoano Ander Izaguirre ha ganado el premio 'Marca' con su libro de ciclismo 'Plomo en los bolsillos'
"De pequeño nadie me contaba cuentos de Hans Christian Andersen o los hermanos Grimm. Siempre me han narrado historias de ciclismo y me crié con las desgracias de Poulidor, los piques entre Eddy Mercks y Luis Ocaña o las carreras de Anquetil", explica el escritor y periodista Ander Izaguirre. Por esta razón reconoce que su libro Plomo en los bolsillos, último ganador del Premio Marca de narración deportiva, le salió sin apenas esfuerzo. "El Tour está plagado de historias con suficiente fuerza de por sí, pero había que completarlas con rigor y estilo, así que seleccioné quince anécdotas y me puse a trabajar", cuenta. El libro es una mezcla de la dureza de la ronda gala y las ansias de triunfo de los ciclistas.
"Hay que hacer un esfuerzo verdadero para limpiar este deporte desde dentro"
El título recoge una frase de Hendrick Pellicier, cuando la organización del Tour obligó a los corredores a cumplir las etapas con el mismo maillot, impidiendo que se lo quitaran durante la carrera, que se cubriesen con más ropa o que se lo cambiasen. Pellicier, un ciclista levantisco y gruñón, consideró la medida una vejación a los corredores y se retiró de esa edición diciendo: "Dentro de poco tiempo la organización decidirá colocarnos plomo en los bolsillos asegurando que Dios nos hizo demasiado ligeros".
Esta crueldad casi inhumana se combina con el aura mítica de los ganadores, que buscaban la victoria a toda costa. Como el ligerísimo ciclista francés Robick, que sacaba de rueda a sus rivales durante sus ascensiones pero perdía la ventaja en los descensos. Según sus enemigos, este ciclista suplía estas carencias con un auxiliar que le esperaba en las cumbres para darle barras y bidones de plomo con el objeto de ganar peso y bajar a mayor velocidad.
En poco más de un centenar de páginas, el libro repasa todas las emociones que genera un deporte poliédrico como el ciclismo y los ciento dos años del Tour de Francia: alegrías, frustración, comicidad o tragedia. "En la bicicleta se puede pasar desde la risa hasta la muerte, sin contar con los personajes que poblaban las carreteras, especialmente durante la primera mitad de siglo", comenta Izaguirre, autor también del libro El testamento del Chacal: viaje por Yibuti (Laertes).
Así caben desde la vida de Vicente El Cojo -primer corredor vasco en disputar la ronda francesa y que viajó a París en bicicleta, por lo que llegó destrozado y tuvo que retirarse- hasta Lance Amstrong, ganador de las seis últimas ediciones, pasando por la rivalidad de Lemond y Fignon o la saga de Perico Delgado y Miguel Induráin. "Las vivencias antiguas nos parecen más épicas o llamativas, pero no nos damos cuenta de que lo que ha conseguido Amstrong y lo que ha tenido que sufrir", explica el escritor. Así, cuando el ciclista estadounidense tenía apenas 21 años, su equipo decidió que corriese la Clásica San Sebastián-San Sebastián, aunque parece que su preparación física no era la mejor. "Yo estaba en Jaizkibel viendo a los corredores y, cuando ya nos estábamos echando a la carretera para marcharnos, los responsables de la organización nos dijeron que esperásemos, que faltaba un corredor. Al rato llegó Amstrong, el último de la carrera y solo, pero sin bajarse de la bicicleta. Cuando entró en el Boulevard lo hacía a media hora del ganador. Aun así, lo primero que hizo al llegar a la meta se puede considerar como una bilbainada: aseguró que iba a ganar esa carrera. Y lo hizo en el año 1995", recuerda.
Según el escritor guipuzcoano, actualmente la sombra del dopaje está minando la verdad y la carga épica del ciclismo. "Tiene que producirse un esfuerzo verdadero para limpiar el deporte desde dentro, pero de una manera pública. Que, de una vez por todas, se laven los trapos sucios y vuelvan los buenos tiempos", prosigue Izaguirre. También la falta de un líder está pesando en el deporte de las dos ruedas: "Quitando el fútbol y el baloncesto, el resto de los deportes están sujetos a modas y a que salgan ídolos como Induráin, por ejemplo".
En estos tiempos duros para su deporte predilecto, ni el premio ni la publicación del libro satisface tanto a Ander Izaguirre como la posibilidad de acercar las dos ruedas a un público más amplio y hacer que se emocione como él con las historias que cuenta. "Ya me parece que he saldado las cuentas pendientes que tenía con el ciclismo desde que mi padre me llevaba de niño a ver las carreras y yo me quedaba quieto, fascinado con las caras y los gestos de los ciclistas".
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