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LA CRÓNICA
Columna
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El presidente Camps anda desnortado

El ex molt honorable Jordi Pujol está en ese sazonado momento de su vida en el que se toma -y se le agradece- una amplia licencia para pensar y decir lo que le place, liberado del cálculo y del oportunismo. La política no es ya para él un coso de intereses personales y partidistas en el que hay que sobrevivir para servir una causa colectiva o salvar un empeño particular. Con la misión cumplida, y bien cumplida después de una dedicación vitalicia a los asuntos públicos de su país, el veterano político, sin sentirse au dessus de la mêlée, pues en ella sigue estando, exprime su sabiduría y nos alecciona sin trabas y con la dosis justa de prudencia desde la cátedra que le otorga la experiencia y la hoja de servicios.

Esta semana ha hecho un bolo en Valencia a instancias del Club de Encuentro Manuel Broseta y, aun sabiéndose en terreno comanche -que se conoce al dedillo, por otra parte-, ha hurgado en casi todos los epígrafes sensibles de nuestras relaciones comunitarias, digo entre Catalunya y el País Valenciano. No es propio de su personalidad ni de su circunstancia hacer una faena de aliño o salirse por las ramas para congratular las orejas de los botarates que ven la mano intervencionista donde no hay más que juicios, opiniones y evidencias históricas y materiales al alcance de cualquier individuo sin orejeras.

Y así, de esta guisa, ha perorado acerca de la lengua que nos parió como pueblo diferenciado, que no puede ser otra que la que es, aunque algunos quisieran verla disfrazada de lagarterana; de las infraestructuras que nos involucran tanto como el marco geoeconómico que compartimos y en el que competimos, con mención especial del problema el agua que ahora nos separa tanto como debe anudarnos para promover conjuntamente -catalanes y valencianos- una solución. "Del Ebro, ni una gota", recordó, con más valor que El Guerra. Pero, a partir de ahí, que los gobernantes de ambas comunidades se conjuren para hallar una solución, empezando por trasvasar los caudales posibles al norte de Castellón. ¿O es que todavía hay imbéciles con pinta de listos que creen que nuestros primos del norte sacan partido de nuestra invalidez económica y por eso nos ponen fantasiosas zancadillas?

No es éste el espacio para resumir o glosar la reflexión de Pujol, por demás divulgada estos días. La referencia sumaria nos sirve únicamente para contrastar su claridad pedagógica e intrepidez con la confusa y convulsa estrategia desnortada que lleva a cabo nuestro presidente Francisco Camps y el cogollo áulico que le asesora. Sabido es que huyeron como gato del agua cuando se aireó el proyecto de Eurorregión y estalló el contencioso acerca del trasvase del Ebro. Fue un episodio en el que posiblemente faltó cordura, allí y aquí. Ahora parece que las ideas empiezan a desplazar a las manías y se está produciendo maniobras para restaurar los puentes y ceder a los imperativos de la geopolítica que nos vincula al Euram, la Eurorregión del Arco Mediterráneo, de la que somos simultáneamente eje, bisagra, norte y sur, lo que nos blinda contra el riesgo temido por Camps de ser periféricos en un proyecto suprarregional alentado por el PSPV, todo hay que decirlo. Confiemos que el complejo de inferioridad de esta derecha política no sea crónico.

Por fortuna, y como ya viene siendo habitual, el estamento empresarial valenciano está más al loro que el gobernante y sus portavoces han sido los primeros en sacudir las telarañas y reivindicar ese espacio económico que nos proyecta hacia el norte. No sólo es cuestión de la lengua, la cultura y otras afinidades, están también y con más apremio las comunicaciones y la balanza comercial, el negocio, en suma. Los presidentes de AVE, Francisco Pons, y el cameral Arturo Virosque, han sido elocuentes al respecto. No nos enredemos en lo que es accesorio, han venido a decir. Ahora sólo falta que ese prodigio de diplomacia atrabiliaria e inmadurez, que es el consejero Esteban González, no frustre este asomo de aproximación que parece atisbarse mientras que nuestro molt honorable presidente va y viene a Murcia con la velocidad y persistencia de una lanzadera. Ya debe dominar el panocho y seguro que goza del buen yantar. Los mimbres para una alianza privilegiada y pasmosa.

DESCONCIERTO

Jaime Mayor Oreja, portavoz europeo del PP, aboga por que la Unión Europea no reconozca las lenguas cooficiales en España. Muy coherente consigo mismo, las recluye en su propio marco, de donde no deben salir las reivindicaciones nacionalistas. Si se las reputa folclóricas -decimos de las lenguas- han de quedar arraigadas en su paisaje. No le cuestionamos su punto de vista, por demás conocido. Lo sorprendente es la contradicción con sus correligionarios valencianos, tan movilizados para que Bruselas les reconozca la versión de una lengua que apenas hablan, no escriben ni promueven.

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