El rebuzno
Marx regalaba el Don Quijote. En Tréveris, en la casa natal, una de las piezas más llamativas es el ejemplar de la obra de Cervantes que el joven Karl dedicó al colega Engels. Son conocidas también sus querencias poéticas. Pero su género preferido, sin duda, habría sido el de las novelas de serie negra estadounidenses del siglo XX. También habría disfrutado con el Pepe Carvalho de Montalbán, pues era comilón, enamoradizo y más irónico que sus posteriores exégetas. Siempre ha habido una íntima conexión entre el malhumor y el dogmatismo autoritario. (Una forma paradójica de marxismo divertido es el anti-marxismo de Ninotchka, de Ernst Lubitsch, con su diatriba perfectamente vigente, sobre todo en día de boda, contra las pamelas: "¿Cómo sobrevive una civilización que permite a sus mujeres llevar cosas como esa en la cabeza?"). Con mucho sarcasmo, Marx aporta las mejores claves para explicar el origen de la novela policial en un texto de la Historia de las doctrinas económicas en el que suelta: "Un filósofo produce ideas; un poeta, versos; un cura, sermones; un profesor, tratados, etcétera. Un delincuente, delitos". Y más adelante explica: "Se puede demostrar minuciosamente la influencia que el criminal ejerce en el desenvolvimiento de la fuerza productiva. ¿Se habría alcanzado la actual perfección en cerraduras si no hubiese ladrones? ¿Tendría la fabricación de billetes de banco su actual nivel de perfección sin los falsificadores de moneda...?". Esta serie de preguntas, planteadas como peldaños, nos llevarían seguramente a muy altas cumbres. El Capital podría estudiarse como una obra detectivesca. Lástima que Marx no le diera a la investigación la forma de novela. Estaría en el apartado de obras maestras, junto a su querida Los salteadores, de Schiller, y no en el de ataúdes. ¿Es el Don Quijote una novela negra? En gran parte, sí. La misión que afrontan el caballero y su ayudante, el "desfacer entuertos" en una España en declive imperial, el empeño en llegar a la verdad de las cosas, el arma de la ironía, tiene su continuación en los grandes detectives independientes americanos, como el Op Continental, de Dashiell Hammett, que pone al descubierto las mentiras en Poisonville. He llegado a semejante conclusión no por mi cuenta, sino gracias a Bush y la heterodoxa imitación del rebuzno por Sancho Panza.
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