El tiempo apremia para Víktor Yúshenko
Varios analistas aseguran que el presidente electo de Ucrania está tardando demasiado en hacerse con las riendas del Estado
"Víktor Yúshenko no tiene tiempo que perder. Cualquier demora va en contra suya", afirma Vladyslav Kaskiv, uno de los líderes de Porá, el movimiento cívico que fue clave en la denuncia de las falsificaciones electorales en Ucrania. De la toma de posesión del nuevo presidente, el domingo 23, Kaskiv, como otros de sus compañeros, aguarda respuestas para las incógnitas, que hoy inquietan a los ideólogos y artífices de la revolución naranja.
"Esperamos que Yúshenko diga cuáles son los principios de formación de su Gobierno y dé a conocer su programa. La transparencia en estos dos puntos es más importante que la misma composición personal del Gabinete", afirma Kaskiv. Sentado en un bar de Kiev, el activista recibe a corresponsales, politólogos extranjeros y a miembros de la oposición de otros países de la Comunidad de Estados Independientes que peregrinan a la capital ucrania en busca de asesoramiento sobre cómo organizar una revolución democrática.
La "transparencia" es hoy lo más importante, sentencia Kaskiv, un activista político
La "depuración" de la sociedad llevará de cinco a diez años y será dolorosa, dice Scherbak
En la calle, frente al bar, siguen desplegadas las tiendas de campaña que se montaron en la noche del 21 al 22 de noviembre, tras la segunda y truculenta vuelta electoral que favoreció al entonces jefe del Gobierno, Víktor Yanukóvich. "El campamento lo montamos nosotros, pero desde fines de diciembre no tenemos nada que ver con él, ni creemos que tenga ya una función. Más bien se ha convertido en una molestia para el tráfico y una farsa", señala Kaskiv. Anoche, el campamento comenzó a desmantelarse, aunque aún seguían en pie las tiendas.
Las expectativas que convergen en Yúshenko son muchas y variopintas. "Los fines que declaran los políticos de hoy responden a los más elevados niveles europeos, pero, a la hora de formar nuevas estructuras, estos mismos políticos conocen sólo el favoritismo y el corporativismo, y eso no corresponde a los principios democráticos", señala Kaskiv. La "transparencia" es lo más importante hoy, sentencia. "Si se da eso, lo demás vendrá por añadidura".
Acabada la revolución, el movimiento cívico Porá planea transformarse y diversificarse. Quiere convertirse en un centro intelectual dispuesto a compartir experiencia democratizadora con otros países pos-soviéticos y también se plantea transformarse en un partido político. "Porá no ha surgido ahora. Nosotros somos los herederos del movimiento estudiantil de los noventa, que puso las bases la independencia de Ucrania. Entonces, la élite comunista se apoderó de nuestra victoria y ahora hemos acabado por fin lo que comenzamos hace 15 años", explica Kaskiv. Según él, la ayuda recibida del extranjero de nada hubiera servido sin la existencia de un proyecto propio ucranio, gestado y elaborado en función de las nuevas necesidades ciudadanas.
Políticos y comentaristas partidarios del cambio advierten estos días al nuevo presidente que no pierda el tiempo y se haga con las riendas del Estado cuando antes, para superar la fase de interinidad que dura ya más de tres meses. El presidente no ha tomado aún posesión y se desconoce la composición del Gobierno, pero los políticos se apresuran a tomar posiciones para los comicios parlamentarios de marzo de 2006. De ellos surgirá por primera vez un Parlamento formado exclusivamente por representantes de partidos políticos y, por tanto, quienes quieran jugar un papel en él deberán identificarse con una formación. El jefe del Parlamento, Vladímir Litvin, por ejemplo, ha comenzado a transformar su pequeño partido (el partido agrario), para darle una orientación más amplia, y en las zonas orientales del país, donde es fuerte el Partido Regiones de Víktor Yanukóvich, acaba de surgir otro de carácter federalista, liderado por el ex gobernador de Járkov.
En el futuro piensan también los aliados de Yúshenko durante la revolución. La pasionaria ucrania, Yulia Timoshenko, y el socialista Olexandr Moroz aseguran que Yúshenko les prometió el cargo de jefe del Gobierno. Si la composición del futuro Ejecutivo no satisface sus incompatibles deseos, ambos pueden concentrarse en sus propios planes de partido, tanto más cuando la reforma política del sistema, pactada durante la revolución naranja para superar la crisis, quitará poder al presidente y se lo dará al Parlamento y al Gobierno a partir de septiembre próximo o, eventualmente desde enero de 2006. "No excluyo la posibilidad de pasar a la oposición constructiva", dice Moroz, que asegura haber exigido a Yúshenko "un Gobierno sin empresarios, sin colaboradores del presidente saliente Leonid Kuchma y sin representantes de los clanes regionales de Donetsk, Dniepropetrovsk y Kiev".
Moroz muestra dudas sobre la posibilidad de que Yúshenko cumpliera estas condiciones. Según él, ni Piotr Poroshenko, el jefe del comité de finanzas de la Rada, ni Julia Timoshenko responden a ellas. Tampoco lo hace, Alexandr Zimchenko, el candidato de compromiso para dirigir el Gobierno, según medios políticos en Kiev. Ayer, en el pleno de la Rada Suprema (Parlamento) varios diputados de Nuestra Ucrania, el partido de Yúshen-ko, atacaban a Moroz, por presentar un proyecto de ley para dar rango de lengua oficial al idioma ruso y acusaban al líder socialista de protagonizar una maniobra electoral dirigida a los sectores rusoparlantes de Ucrania. "Para Yúshenko sería peligroso que Moroz se vaya con la oposición, porque el presidente necesita del apoyo de un partido socialista civilizado con vínculos europeos, que encauce a los sectores de izquierda", afirmaba un alto funcionario.
Antes de abandonar el poder, Kuchma y sus allegados han dejado a sus sucesores un terreno minado por nombramientos de cargos y medidas populistas, entre otras cosas. La Rada estatal, donde los parlamentarios forman y deshacen mayorías caprichosamente, ha aprobado la equiparación de las pensiones de jubilación al salario mínimo (423 griv-nias o cerca de 60 euros), sin preocuparse de buscar fondos para este aumento, del que tendrá que responder Yúshenko.
Yulia Mostovoaia, una prestigiosa periodista, afirma que la Administración saliente se dedica a "acabar de robar, borrar huellas, sacar el dinero a las cuentas extranjeras y amarrar los acuerdos de privatización ya realizados", por lo que Yúshenko "está perdiendo un tiempo precioso". La revolución democrática es aún una realidad. El escritor Yuri Scherbak, consejero de Litvin y ex embajador en EE UU y Canadá, advertía ayer de que el "proceso de lucha contra la corrupción e ilegalidad en los órganos públicos y en el sistema de justicia será un proceso complicado y largo". Según él, resulta "ingenuo", esperar que "gracias a los efectos de los discursos inflamados en la plaza de la Revolución de Kiev" ocurra una "transformación milagrosa" de un sistema basado en la corrupción. La "depuración" de la sociedad ucrania llevará de cinco a diez años y será un proceso "doloroso y difícil con intentos de revancha contrarrevolucionaria".
"En Ucrania", afirma el escritor, "apenas acaba de empezar a formarse una nueva nación política con un retraso de siglos respecto a otras naciones europeas", concluye Scherbak.
"Hay que aguijonearlo"
"Actúa como un filósofo, parece un pastor religioso, tiene un carácter típico ucranio y hay que aguijonearlo para que se espabile". La periodista Julia Mostovaya y su padre, Volodimir Mostovy, director del prestigioso semanario Zerka-ló Nedelii (El Espejo de la Semana) hablan así del nuevo presidente de Ucrania y expresan su temor a que pueda evaporarse el entusiasmo por el cambio que se acumuló en la plaza de la Independencia de Kiev.
Por otra parte, el alto representante de la política exterior de la UE, Javier Solana, que se adelantó a la ceremonia de toma de posesión del nuevo presidente para almorzar ayer a solas con él en su domicilio privado, dijo que Yúshenko le pareció "relajado y en control de la situación".
La supuesta lentitud de Yúshenko en la toma de decisiones da pie a muchos para argumentar que el líder necesita a su lado, como jefe de Gobierno, a una figura dinámica como Yulia Timoshenko, el motor de la revolución. "Yulia no le daría respiro", afirman.
Justamente eso es lo que preocupa a otros. "Yulia sería temible", afirman, entre otras cosas, porque podría convertirse en una rival peligrosa cuando entre en vigor la reforma política, que da mayor entidad al jefe de Gobierno. Durante una reciente visita del jefe del Parlamento,Vladímir Litvin, a Moscú, los dirigentes rusos, el presidente Putin incluido, habrían hecho saber que Timoshenko no sería bienvenida en el Kremlin. Quienes argumentan a favor de Timoshenko afirman que sólo ella, con su extraordinaria agilidad mental, temeridad y capacidad de trabajo, puede quebrar la columna vertebral del sistema legado por Leonid Kuchma. Oleg Ribachuk, el jefe de Gabinete de Yúshen-ko y hombre de confianza de éste, opina que las rivalidades entre los aliados de la revolución naranja son normales y que "es bueno que compitan entre sí".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.