El desastre de las urgencias públicas

Soy una enfermera del hospital Puerta de Hierro (Madrid) y, tras sufrir un traumatismo en la calle, fui llevada a las urgencias de dicho hospital el día 30 de diciembre de 2004.

Aquello era un espectáculo dantesco: enfermos amontonados en los pasillos, en camillas, sillas y de pie. Yo ingresé con una hemorragia nasal masiva, la cual intentaba taponar con mi bufanda. Entré sola, ya que ningún celador me acompañó.

Una enfermera me preguntó qué me había pasado, me pidió los datos y solicitó las radiografías que creyó oportunas. Cuando estuve a punto de caerme al suelo, alguien me sentó en una silla de ruedas y me llevaron a hacerme las radiografías.

A partir de ahí y durante cinco horas nadie me vio, ni me curó, y la hemorragia la contenía con pañuelos que me daban las personas que estaban a mi alrededor.

Mi pregunta es: ¿quién es el culpable de esta situación? A mi juicio no son los profesionales, ya que ellos no daban abasto y trabajan bajo mínimos y a destajo, como si de una fábrica se tratara, pero son vidas humanas las que están en juego.

Sólo existe un culpable y es la política de ahorro que se está llevando a cabo desde todas las gerencias y su mala planificación, porque, añadido a este caos, estaban las obras y todo lo que ello conlleva (obreros taladrando al lado de pacientes, escombros pasando entre las camillas, polvo en el ambiente, etcétera).

¿Por qué no contratan a más personal? Personal libre para ser contratado hay, pero no sería rentable, ya que supondría un mayor gasto. Yo, como paciente, sentí miedo ante la falta de asistencia sanitaria, y como profesional de la enfermería, sentí vergüenza ante esa situación.