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Reportaje:

Verjas para los 'sin techo'

El Ayuntamiento de Pamplona cierra los soportales del Monumento de los Caídos a los indigentes que pernoctaban en ellos

Una veintena de personas sin techo duerme cada noche en las calles de Pamplona soportando gélidas temperaturas inferiores a los cero grados. La colocación, hace varios días, por el Ayuntamiento de unas verjas en el edificio conocido como Monumento a los Caídos para impedir que los indigentes sigan utilizando sus soportales como cobijo ha centrado las miradas nuevamente en un colectivo silencioso, cuyo número, unas 110 personas en la comarca de Pamplona, ha crecido en los últimos años.

No se trata sólo de transeúntes atraídos por Pamplona y por el cierre de los albergues que antes les cobijaban en Tafalla y Alsasua. Son también vecinos empadronados en la ciudad o su comarca con un desarraigo familiar y social absoluto, personas relativamente jóvenes con toxicomanías, alteraciones psicológicas y problemas de salud. La fase más cruda del invierno les afecta especialmente.

Una veintena de personas duerme en las calles, al estar llenos los albergues

Los estudios del colectivo resaltan que en sólo un año, de 2003 a 2004 el número de mujeres indigentes se ha duplicado. Son ya el 20%.

En Pamplona, el Ayuntamiento ha colocado verjas en uno de los edificios más utilizados por estas personas para resguardarse de las bajas temperaturas que azotan la capital desde hace semanas. El Consistorio considera el hecho una anécdota y recuerda que existen albergues suficientes para atenderles, pero reconoce que un buen número de ellos rechaza las pautas de asistencia que se les ofrece y busca cada día un lugar donde dormir sin morirse de frío.

El Monumento franquista a los Caídos, ubicado en una de las zonas de la ciudad más pudientes, era un punto habitual de pernocta de algunos sin techo. Los vecinos se quejaron por la suciedad que se generaba en el lugar y el Ayuntamiento valló la zona para impedir que siguieran acudiendo cada noche.

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Cáritas y el Ayuntamiento gestionan locales donde los sin techo pueden pernoctar y participar en programas de reinserción social y laboral, aunque su capacidad está a rebosar durante estos meses. En invierno, casi todos los indigentes acuden a las residencias, pero hay una veintena de ellos que rechaza tal opción ante la obligatoriedad de integrarse en talleres ocupacionales que les impone la institución diocesana y cumplir las normas de convivencia generales de estos servicios, tales como horarios, prohibición de consumir sustancias tóxicas o hábitos de limpieza.

El Ayuntamiento inaugurará en marzo un nuevo albergue con capacidad para 22 personas en un pequeño chalé ubicado en una zona céntrica. Cáritas atiende a unos setenta transeúntes y sin techo en el albergue masculino San Fermín y el femenino Isabetel, siempre abarrotados. Les da de comer y les ofrece empleo en talleres de trabajo. Los días de pernocta en algunos de estos puntos son limitados. El programa A cubierto del Consistorio pamplonés pone a disposición de los sin techo empadronados en Pamplona un piso de acogida con capacidad para once personas, que está igualmente completo. No hay límite de estancia, aunque la media es de cinco meses.

Izquierda Unida, formación que hace dos años se interesó por la falta de servicios para este colectivo y logró un compromiso unánime de todos los partidos de Pamplona para ampliar las camas, ha vuelto a instar al equipo de gobierno de UPN-CDN a que acelere su apertura. Miguel Ángel Ilundáin, director del área de Servicios Sociales del Ayuntamiento, explica que el nuevo chalé-albergue está ya equipado y a punto de inaugurarse. Los dos últimos años, explica, se han dedicado a tramitar los cambios de uso del edificio y a negociar con otras instituciones la coordinación de un plan integral para un servicio que excede los límites de la ciudad.

El Ayuntamiento de Pamplona destina 270.000 euros al año en programas para los sin techo y transeúntes, que incluye un servicio de educadores de calle que les visita y cuida de ellos, la coordinación con unidades policiales de atención y protección social (Upas), los vales para dormir en pensiones si los servicios están repletos o llegan tarde a ellos (treinta servicios al mes) y los traslados en autobús que la ciudad abona.

Los informes de la asociación Lantxotegi que gestiona el programa de atención de calle para personas sin hogar resaltan que el perfil del sin techo ha cambiado. Es más joven, de entre 38 a 40 años de media; mayoritariamente varón (80%), aunque el número de mujeres ha crecido en sólo un año, del 11% en 2003 al 20% en 2004; hay más inmigrantes y casi todos ellos tienen graves problemas de politoxicomanías y un fuerte deterioro de la salud.

Los ciudadanos seguirán viéndolos en bajos de locales comerciales de la calle Tudela, en las cercanías de la Plaza del Castillo, en los soportales de la plaza de los Burgos, junto al Ayuntamiento, o en cualquier rincón protegido del frío que no esté vallado.

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