_
_
_
_
Tribuna:TRIBUNA SANITARIA
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Evitar el humo salva vidas

Cuando el cigarrillo se quema espontáneamente, sin aspiración del fumador, se origina la llamada corriente secundaria. Gran parte del humo que inhala el fumador involuntario es generado por esta corriente secundaria. Se ha comprobado que los niveles de nicotina y de alquitrán en la corriente secundaria del cigarrillo son tres veces superiores a los de la corriente principal, y la concentración de monóxido de carbono es cinco veces superior. Esto hace que el humo de la corriente secundaria pueda provocar trastornos a los no fumadores expuestos al humo de tabaco.

La exposición al humo de tabaco ambiental puede producir irritación de la conjuntiva y de la mucosa de nariz, garganta y tracto respiratorio ocasionando picor de ojos con lagrimeo, congestión nasal, estornudos y picor de garganta con tos irritativa. Sin embargo, con ser esto muy grave no es lo peor. El humo ambiental de tabaco es causa comprobada de varias enfermedades que pueden causar muerte en personas no fumadoras pero expuestas involuntariamente a él. El humo de tabaco tiene más de 40 elementos cancerígenos, por lo que ha sido reconocido como un agente cancerígeno en sí mismo por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, la Organización Mundial de la Salud, la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer y la Organización Internacional del Trabajo.

Cuando un no fumador entra a un lugar lleno de humo, su riesgo de infarto se eleva el 10%

En los últimos años, diversos estados europeos como Finlandia, Irlanda, Noruega, Reino Unido e Italia han reconocido oficialmente este hecho indiscutible para la comunidad científica internacional. La presencia de cigarrillos en espacios cerrados no sólo causa daños personales sino también incendios evitables y cuantiosos gastos en limpieza, mantenimiento y pólizas de seguro.

Los investigadores clínicos han demostrado que las personas expuestas al humo ambiental durante ocho horas o más al día (el 12 % de la población española) tienen entre el 25% y el 40% más de riesgo de enfermedades crónicas como cáncer de pulmón, enfisema y cardiopatía isquémica. Además, muchas personas expuestas al humo de tabaco presentan mayor riesgo de asma bronquial e infecciones respiratorias de vías altas (faringitis, otitis, sinusitis) y bajas (bronquitis y neumonía).

La contundencia de los estudios resulta tan aplastante que la posibilidad de error en las apreciaciones de los científicos es menor de una entre 10.000. En España se ha estimado que sólo por cáncer de pulmón hay unas 400 muertes anuales en personas que nunca han fumado activamente, pero que han estado expuestas en su lugar de trabajo al humo.

Por todo ello, los gobiernos de muchas naciones democráticas están desarrollando medidas legislativas que se han demostrado eficaces para limitar la exposición al humo de tabaco. De estas medidas, la más importante es la prohibición de fumar en las empresas públicas y privadas o en los lugares de ocio como cafeterías, discotecas, bares y restaurantes.

Las medidas políticas de regulación del consumo de tabaco en espacios cerrados compartidos no sólo han demostrado ser útiles, sino que han demostrado que salvan vidas. Por ejemplo, en una ciudad de Montana (EE UU) se prohibió el consumo de tabaco en lugares públicos en 2002. Se compararon los ingresos hospitalarios por infarto de miocardio de la localidad con los ingresos provenientes de otras zonas. En un periodo de seis meses tras la entrada en vigor de la ley, los ingresos por infarto de miocardio disminuyeron en un 40% en la localidad con restricciones y siguieron aumentando en las otras zonas. Pero el caso más relevante es el de Finlandia, que en 1970 puso en marcha un paquete de medidas que incluían la restricción de fumar en espacios cerrados. Se observó que la incidencia de cáncer de pulmón bajó de 80 casos por 100.000 hasta los 32 casos. Y no contamos otras muchas muertes por cardiopatía isquémica en no fumadores expuestos al humo de tabaco. Recientemente se ha sabido que cuando un no fumador entra en un lugar lleno de humo, en menos de 30 minutos se altera la circulación coronaria y en dos horas su riesgo de padecer un infarto se incrementa en un 10%. ¿Una exageración? Hay estudios en los que se han constatado estos hechos mediante la utilización de modernas técnicas de tomografías por emisión de positrones con reconstrucción espacial dinámica.

Hace poco nos hemos felicitado de una reducción sustancial de la mortalidad por accidentes de tráfico en España durante el pasado año. Se habla de 500 fallecidos menos. Las medidas que han hecho esto posible han sido una combinación de educación y medidas sancionadoras (alcoholemias, denuncias por no llevar cinturón o por exceso de velocidad). Una reducción de la mortalidad por tabaquismo equivalente a la reducción por accidentes de tráfico en 2004 significaría un total de 7.280 fallecidos menos. Sin embargo, para evitar esta sangría de vidas por causa del tabaco, estas medidas deberían haberse puesto en marcha ya hace 20 o 30 años. ¿Por qué no se tomaron medidas en ese momento? La industria tabaquera conoce los daños del humo ambiental de tabaco desde hace más de 20 años. En la década de 1980, la tabaquera Philip Morris contrató a una empresa suiza, Infibo, para disponer de datos propios sobre los efectos de la corriente secundaria del tabaco en ratas. Los informes concluían que las ratas expuestas al humo de la corriente secundaria (ambiental) presentaban de dos a cuatro veces más niveles de intoxicación que las que inhalaban el humo directamente (boquilla).

Las industrias del tabaco siempre han negado públicamente que el tabaco sea adictivo, que produzca problemas graves de salud y muy especialmente que el humo ambiental del tabaco sea cancerígeno a pesar de que han manejado estudios propios en los que se evidenciaba todo lo contrario.

El anteproyecto de ley de prevención del tabaquismo del actual Gobierno de España puede ser un gran paso adelante para alcanzar poco a poco los logros que se empiezan a ver en el control de la mortalidad por accidentes de tráfico siempre que no se desnaturalice y se aplique con rigor. Lo lógico sería que ese proyecto tuviera un apoyo mayoritario de la sociedad, y es seguro que lo va a tener. Y es que cumplir las normas, bien sean normas de tráfico o de no fumar en espacios cerrados, va a salvar vidas. No lo pongamos en duda.

Rodrigo Córdoba García es presidente del Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo (CNPT), organización integrada por 39 sociedades científicas y asociaciones del ámbito sanitario español.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_