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El maremoto diezmó las instituciones de la provincia indonesia de Aceh

Ayuntamientos, escuelas, comisarías y hospitales fueron arrasados

Ana Carbajosa

El tsunami diezmó todas las instituciones públicas de la provincia indonesia de Aceh. Gobiernos locales, hospitales y escuelas perdieron a decenas de miles de hombres y mujeres. El caso de la policía de Meulaboh, la tercera ciudad de Aceh y la más cercana al epicentro del seísmo, es especialmente trágico. Los policías vivían todos en un barrio cercano al puerto, convertido hoy en un amasijo de barro, madera y cadáveres.

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Por el momento, son 538 los hijos de policías muertos por la marea y 51 las esposas. Muchos de los agentes, en servicio el domingo que rompió la ola el pasado 26 de diciembre, se salvaron, pero otros 100 perdieron la vida. La policía de Meulaboh ha perdido también el 80% de sus vehículos.

"Y quedan muchos cuerpos por encontrar", advierte el director de la policía de Investigación indonesia, Iwn Gumiwa, venido desde Yakarta para tratar de poner en pie la institución. Los supervivientes, realojados en edificios públicos, sufren estrés postraumático, por lo que de momento serán reemplazados por agentes de otras zonas del país. El principal edificio de la policía, una construcción de hormigón y sólidos cimientos, ha sobrevivido, pero la inundación acabó con todos los ordenadores, los archivos y el material de las oficinas.

"Esperamos que el Gobierno tenga un plan para nosotros y nos dé casas", dice el superintendente Mohamad Iswandihari, sentado en el porche de un instituto de Meulaboh, donde la ropa interior de los policías, colgada de las barandillas, comparte edificio con los alumnos de secundaria. "También nos han dicho que vendrán nuevos policías a reemplazarnos, pero todo se hará poco a poco", añade.

Una de las cárceles de la ciudad custodiada por la policía también quedó anegada por la ola. "Cuando vino el tsunami, los agentes abrieron las puertas de las celdas para que se salvaran los presos", explica Gumiwa, quien asegura, sin embargo, que ya están encarcelados de nuevo en un lugar que prefiere no desvelar. Fuentes militares aseguran, no obstante, que al menos cuatro de ellos huyeron aprovechando la coyuntura.

"El garaje se desplomó, abrimos las celdas y liberamos a los prisioneros. Nosotros estábamos más preocupados por salvar nuestras vidas que por retenerlos a ellos. Sabemos que un preso murió, pero de otros cuatro no sabemos nada", asegura el mayor Saladin. La otra prisión, un Centro de Educación de Rebeldes Independentistas del Movimiento de Aceh Libre (GAM) protegido por la policía militar y situado a 12 kilómetros de Meulaboh, también ha quedado hecha añicos.

El mayor Nasarun, al frente de este centro, asegura sin embargo que no había ningún preso dentro del recinto en el momento de la catástrofe. "Muchos habían sido liberados, y otros, enviados a otras cárceles", sostiene Nasarun. En uno de los muros todavía en pie de esta prisión se lee: "Los soldados de Indonesia promoveremos un solo Estado indonesio". Pero allí no queda ya ni un militar. Tan sólo algún vecino que aprovecha el abandono para recoger agua del pozo.

El desmoronamiento de la institución policial y el caos provocado por el maremoto han dado rienda suelta a los oportunistas, según el director de investigación policial. "Dos narcotraficantes se hicieron pasar por cooperantes indonesios, primero, y luego por desplazados. Ahora están detenidos", afirma Gumiwa. Tampoco faltan los que acuden a las casas derrumbadas a entresacar de entre los escombros lo que no les pertenece. "Es increíble. Un día vi a mi vecino con una camiseta mía", se queja Muskin, un profesor de inglés que también se quedó sin casa de un día para otro.

Miles de habitantes de Meulaboh pasan estos días horas y horas rellenando formularios para intentar demostrar ante las autoridades que lo suyo no es de otros y que cada cual es quien dice ser. El agua se llevó todos sus papeles.

El Ejército indonesio tiene previsto poner en marcha esta semana un carné de identidad provisional para esas personas, mientras que facilita nuevos permisos de conducir y de propiedad de los terrenos donde antes había casas.

Niños indonesios piden ayuda a los helicópteros que sobrevuelan los alrededores de Banda Aceh.
Niños indonesios piden ayuda a los helicópteros que sobrevuelan los alrededores de Banda Aceh.AP

Un breve aviso

El teniente coronel Tri Khasi se encontraba en la playa cuando la ola empezó a tomar cuerpo. Rápidamente llamó por la emisora al coronel Geerham Lantara, responsable de la costa oeste de Aceh, para dar el aviso. "Viene una ola muy grande", le dijo a Lantara. La alerta se difundió en segundos por las ondas militares, pero fueron muchos los que subestimaron la magnitud de la catástrofe. "Llamaron por la emisora, pero los policías no sabían de qué se trataba, creyeron que iba a ser una ola más pequeña y no reaccionaron", explica Saladín, el mayor del Ejército, que se encontraba en una de las prisiones arrasadas en Meulaboh.

El vigía, Khasi, tampoco reaccionó con la misma celeridad con la que anticipó el maremoto. Minutos después de lanzar la alerta, fue engullido por las olas, relata el coronel. Un vídeo del Ejército muestra cómo en el momento en que rompió la primera ola gigantesca la ciudad se encontraba sumida en el caos.

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Sobre la firma

Ana Carbajosa
Periodista especializada en información internacional, fue corresponsal en Berlín, Jerusalén y Bruselas. Es autora de varios libros, el último sobre el Reino Unido post Brexit, ‘Una isla a la deriva’ (2023). Ahora dirige la sección de desarrollo de EL PAÍS, Planeta Futuro.

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