Huelga general y marcha de protesta contra el atentado
"¡Venganza, venganza!", clamó el pasado viernes en el cementerio Eli Moyal, de 53 años, alcalde de la ciudad de israelí de Sederot, mientras se enterraban los restos de Ivan Smilov, 54 años, casado, padre de cuatro hijos, abuelo de dos nietos, que hace una década llego a Israel con su familia desde Georgia. Ivan, empleado de una empresa de seguridad privada, había muerto la noche anterior junto con otros tres compañeros, todos ellos vecinos de Sederot, en el ataque suicida perpetrado por un comando radical palestino contra el puesto fronterizo de Karni.
Sederot, en las puertas del desierto del Neguev, se encuentra situada a poco menos de dos kilómetros en línea recta de la ciudad palestina de Beit Hanun, con lo que se ha venido convirtiendo en estos últimos cuatro años en uno de los blancos de los más de un centenar de misiles de fabricación casera palestinos. El dolor y el miedo de los 20.000 vecinos de Sederot ha llevado a decretar hoy una huelga general, a la que seguirá mañana martes una marcha hacia la franja de Gaza, con la intención de entrar en la localidad palestina de Beit Hanun.
El pasado mes de octubre las autoridades israelíes dotaron a Sederot de un sistema de alarma para alertar a la población de los ataques con misiles artesanales palestinos. Sin embargo, el tiempo de aviso, entre 15 y 20 segundos, se ha mostrado insuficiente para que los vecinos puedan alcanzar los refugios.
Los misiles palestinos volvieron a caer ayer en las cercanías de Sederot, mientras que en un hospital cercano una muchacha israelí de 17 años intentaba sobrevivir a las heridas graves provocadas por el impacto de uno de estos proyectiles. Las recientes operaciones del Ejército israelí en el interior de la franja de Gaza, especialmente en el barrio de Zeituni en la capital, y en las aldeas periféricas parecen mostrarse ineficaces contra las milicias radicales.
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