_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Del derecho penal-ficción a la realidad

El 27 de marzo de 1987, en el Centro de Derecho Internacional del Instituto de Sociología de la Universidad Libre de Bruselas, el profesor Eric David explicaba: "No. No estamos desvalidos ante las más graves violaciones del derecho internacional. El instrumento de una represión legal de esas violaciones existe y si bien no es más que una pura virtualidad, puede ser reactivado y aplicado a cualquiera que cometa actos que formen parte de sus disposiciones".

David prosiguió: "Hagamos un poco de derecho penal-ficción e imaginemos que Augusto Pinochet, líder del golpe militar que derrocó al Gobierno de Salvador Allende en Chile, en septiembre de 1973, viaja a un país como Bélgica, ¿podríamos perseguirle? En tanto que actos inhumanos cometidos por motivos políticos en nombre de un Estado, estos hechos son crímenes contra la humanidad. La inmunidad de jurisdicción [la presunta soberanía jurisdiccional de Chile] puede, de buena ley, serle rechazada".

Garzón sacó del congelador la doctrina de Núremberg para juzgar los crímenes de la dictadura argentina
Más información
Scilingo simula estar semiinconsciente para eludir su juicio

El debate abordó la pregunta: ¿Qué queda del derecho de Núremberg? David se preguntó: "¿Espada de Damocles sobre los dictadores y torturadores o producto congelado que permanece sepultado en la nevera del aparato legislativo de los Estados?". Su respuesta: "El derecho de Núremberg es las dos cosas, aunque la realidad nos lleve más hacia el congelador que a la espada. No está tan mal porque el producto existe y no hay más que hacerle salir de su letargo e hibernación para insuflarle vida. El derecho de Núremberg es un fantasma. Todo juez y todo tribunal que tenga la posibilidad de arrestar al responsable de un crimen contra la humanidad debe perseguirle y enjuiciarle; es una exigencia del derecho y la moral".

Nueve años después, en junio de 1996, el juez Baltasar Garzón sacó la doctrina de Núremberg del congelador al proclamar la jurisdicción española para juzgar los crímenes de la dictadura argentina. La descongelación la había iniciado el fiscal Carlos Castresana, quien presentó una querella contra los miembros de la junta militar argentina en nombre de la Unión Progresista de Fiscales (UPF). Garzón abrió más tarde un capítulo en la causa argentina, la llamada Operación Cóndor, en la que el terrorismo de las dictaduras argentina y chilena, entre otras, hicieron frente común para aniquilar a decenas de miles de opositores.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

En febrero de 1997, el juez Manuel García-Castellón, por su parte, admitía la querella presentada por el abogado Joan Garcés, unida a la de la UPF, elaborada también por iniciativa de Castresana.

Fue precisamente en octubre de ese año de 1997 cuando el capitán de corbeta retirado Adolfo Scilingo viajó a Madrid. Había confesado en Buenos Aires su participación en los vuelos de la muerte, en 1995, al periodista Horacio Verbitsky, quien reflejó los hechos en su libro El vuelo. En 1997, pues, viajó a Madrid para narrar los hechos al programa Informe Semanal.

En Buenos Aires, la historia ya era ampliamente conocida. En una de sus entrevistas con el periodista argentino Horacio Verbitsky, en 1995, Scilingo le extendió una carta.

-Léala pero no se preocupe por retener detalles porque le voy a dejar una copia. Usted va a ver que hicimos cosas peores que los nazis -dijo Scilingo.

La carta estaba fechada en los años noventa y su destinatario era el dictador Jorge Rafael Videla. En 1977, siendo teniente de navío, Scilingo estaba destinado en la despiadada Escuela Mecánica de la Armada.

"Siendo usted comandante en jefe del Ejército y en cumplimiento de órdenes impartidas por el Poder Ejecutivo, cuya titularidad usted ejercía, participé de dos traslados aéreos, el primero con 13 subversivos a bordo de un avión Skyvan de la prefectura, y el otro con 17 terroristas en un Electra de la Aviación Naval. Se les dijo que serían evacuados a un penal del sur del país y que por ello debían ser vacunados. Recibieron una primera dosis de anestesia, la que sería reforzada por otra mayor en vuelo. Finalmente, en ambos casos fueron arrojados desnudos a aguas del Atlántico Sur desde los aviones en vuelo".

El juez Garzón citó a declarar a Scilingo el 7 de octubre de 1997, y ordenó su detención mientras continuaba su declaración. El 10 de octubre, el juez decretó, tras finalizar la comparecencia, su prisión incondicional y comunicada.

La ficción del profesor David se cumplía con creces. El juez Garzón, informado de que Augusto Pinochet se encontraba de visita en Londres, ordenó, el 16 de octubre de 1998, su arresto. La policía británica procedió a ejecutar la orden. Dos semanas después, la Audiencia Nacional confirmaba la jurisdicción española para juzgar al ex dictador.

Tanto el juicio contra Scilingo como la anulación de las leyes de impunidad en Argentina, así como los procesos en curso actualmente en Chile contra Pinochet forman parte, pues, de la larga espada de Damocles.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_