Sincera trivialidad
Tiene muchas de las virtudes de las películas primerizas: sencillez, falta de pretensiones, cercanía y sinceridad. Pero, también, algunos de los defectos de ciertas operas primas: vacuidad, desequilibrio y trivialidad. Es la película mexicana Temporada de patos.
Un aburrido domingo. Un único escenario. Cuatro personajes. Un par de críos en pleno traspaso de la barrera hacia la adolescencia. En principio, solos en casa. Poco después, acompañados por una vecina algo mayor que ellos. Y, más tarde, por el repartidor de pizzas encargado de alimentarles. Tedio. Como muchas jornadas en una época en la que las ganas de no hacer nada terminan triunfando sobre la hiperactividad. Con una preciosa fotografía en blanco y negro, la película está dirigida con gusto y sus encuadres siempre tienen un sentido. Fernando Eimbcke dirige a sus actores con naturalidad y da gusto encontrar en el cine a críos de verdad y no a estereotipos de revista.
TEMPORADA DE PATOS
Dirección: Fernando Eimbcke. Intérpretes: Diego Cataño, Daniel Miranda, Danny Perea, Enrique Arreola. Género: comedia. México, 2004. Duración: 84 minutos.
Sin embargo, la historia no es más que un cortometraje alargado. A pesar de tener aislados hallazgos de guión (la partida de Playstation entre los chavales y el pizzero) y un muestrario sobre la pubertad bastante digno, Temporada de patos termina contando menos cosas de las que hubieran sido deseables. Y, en su segunda mitad, como si Eimbcke hubiera perdido la inspiración, cae en el extendido tópico de la alucinación colectiva producida por psicotrópicos, y se equivoca al sacar la acción a la calle en unas secuencias que sólo sirven para alargar el metraje. Lo que lleva a la película hasta un esperanzador cierre, pero que bien podría haber llegado 40 minutos antes.
Babelia
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