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Reportaje:

Madrid capital musical

Ahora mismo, los teatros de Madrid ofrecen siete musicales, desde 'Cabaret' hasta 'Mamma mia!'. Algo impensable hace unos años. La ciudad se ha consolidado como el nuevo Broadway, el gran destino europeo de estos espectáculos.

Tarda una hora en pasar de hombre a gato. Jack Rebaldi (de 35 años, suizo, medio danés, medio italiano, que ha vivido 15 años en Reino Unido) es desde hace un año Munkustrap, uno de los protagonistas de Cats en Madrid, en la Gran Vía. Mientras se maquilla para convertirse en felino de rompe y rasga, Jack cuenta que actuó en esta exitosa obra de Frank Lloyd Webber durante dos años en Londres y medio año en Berlín. El despunte de Madrid como nuevo polo europeo de atracción de musicales le ha permitido venir a España, enamorarse de la ciudad y decidir quedarse. Un gran talento atrapado para la nueva capital musical. "Me gusta la espontaneidad de la gente, lo notas en lo expresivo que es el público, y me gusta el talento, la pasión, la energía que hay aquí; se nota entre mis compañeros de reparto. En Londres hay más tradición y, por tanto, más competencia, y puede haber más profesionalidad, pero no hay la explosión de energía que yo veo aquí; por eso me encanta esta consolidación del musical en Madrid, que permitirá encauzar toda esa masa de talento". Con su potente físico; sus dotes para cantar, bailar e interpretar, y su dominio del inglés, francés, alemán, danés, italiano y español, Jack Rebaldi es un ejemplo del nuevo cuerpo de profesionales que está creciendo en Madrid. En Londres, Cats se ha representado durante 21 años; en Madrid ha aguantado un año, se despiden el próximo domingo. Eso prueba que esto aún no es Londres ni Nueva York, donde puede encontrarse a la vez una veintena de producciones; pero la capital española está ya camino de convertirse en escenario de musicales tan fuerte como Hamburgo o Amsterdam.

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El próximo domingo se despide también de Madrid y sale de gira El otro lado de la cama, un musical sui generis, nacional; una comedia con canciones de los años ochenta que copia la película del mismo título y traslada al escenario el excelente guión de David Serrano. Continuarán en cartelera: Cabaret, adaptación del musical producido por Sam Mendes, en su segundo año de éxito en el Nuevo Teatro Alcalá; Mamma mia!, que desembarcó a comienzos de noviembre en el Lope de Vega con la luminosidad de las canciones de Abba; El hombre de La Mancha, en el Calderón, en una nueva versión estrenada hace dos semanas de aquella obra que popularizaron en 1997 Paloma San Basilio y José Sacristán; Cantando bajo la lluvia, sin música en directo, donde destaca el trabajo de Víctor Ullate, hijo, pero que se mantuvo en escena todo el otoño en el Nuevo Apolo y estas navidades se trasladó al Fígaro, y La reina de las nieves, un musical familiar lleno de fantásticos muñecos en torno a los cuentos de Andersen, que comenzó justo antes de Navidad en el Nuevo Apolo, creado por Manuel Román y Antonio Aragón, que fueron los padres de Los Lunnis.

A estos cinco hay que unir dos estrenos nacionales primaverales: Hoy no me puedo levantar, en torno a las canciones de Mecano y que llegará a mediados de marzo al teatro Rialto -otro escenario recuperado en la Gran Vía tras años como cine y años de abandono-, y ¿Cómo pudiste hacerme esto a mí?, desarrollado a partir de canciones de Alaska y los Pegamoides y Dinarama, y que está previsto que levante el telón en mayo. En septiembre se lanzará en el Coliseum Víctor o Victoria, el musical de Julie Andrews que aquí interpretará Paloma San Basilio, dirigida por Jaime Azpilicueta.

Si hasta ha habido hueco durante el otoño, en un pequeño teatro junto a la Gran Vía, para una parodia de los musicales, El hundimiento del Titanic, escrito y dirigido por Dunia Ayaso y Félix Sabroso e interpretado por el dúo Quesquispás. Ahora se han ido también de gira.

Madrid experimenta una ebullición escénica. Junto a estos espectáculos, durante las pasadas fiestas navideñas era posible elegir en la cartelera entre medio centenar de títulos tras el telón.

Para demostrar esta solidez del género, nada como escuchar a la argentina Julia Gómez Cora, directora general en España de CIE Stage Holding, multinacional creada en Holanda por Joop van den Ende (cofundador de Endemol) que cuenta con producciones y teatros propios en Londres, Nueva York, Amsterdam, Hamburgo, Madrid…, y que este año se lanza también al mercado de Milán y Moscú. En la capital española son los que han montado Cabaret, Mamma mia! y Cats. Su puesta de largo llegó aquí en 1999 con La Bella y la Bestia: "Permanecimos tres temporadas y conseguimos nuestro récord de asistencia, un millón de espectadores". Después vinieron El fantasma de la Ópera, con 750.000 espectadores y récord de recaudación (más de 35 millones de euros); My fair lady, con Paloma San Basilio, y Rent, un estupendo y vanguardista musical "que no conectó con el público; fue mi gran desgracia, tuvimos sólo 15.000 espectadores". "Es curioso", continúa Gómez Cora, "porque éste funcionó mejor en Barcelona, cuando en esta ciudad hemos detectado un problema, y es que están acostumbrados a un tipo de teatro más autóctono, con gran tradición de sus propios musicales, tipo La Cubana y Dagoll Dagom, y son menos permeables a la adaptación de las grandes producciones internacionales. Algo parecido a lo que sucede en París, donde prácticamente sólo marchan bien los musicales propios. Pero vamos a insistir, vamos a insistir con algún gran título como La Bella y la Bestia; creemos que es una opción con futuro".

Una gran producción de estas características mueve equipos de entre 70 y 150 personas -caso de El fantasma de la Ópera- y supone una inversión hasta su presentación de dos a siete millones de euros (a los que hay que añadir los millones del rodaje en sí del espectáculo, con alquiler del teatro, mantenimiento, pago de sueldos, promoción y publicidad...); desde que se completa el casting hasta el día del estreno, los ensayos suelen durar siete semanas; levantar el escenario precisa unos dos meses. Cifras que hacen muy complicado que se vayan de gira. De ahí que en cada país se apueste por varios puntos concretos para el montaje. En vez de ir el espectáculo al público, es éste el que viaja para verlo. De hecho, en CIE Stage Holding han detectado que entre el 50% y el 60% de las entradas están compradas por gente de fuera de Madrid, turistas que redondean su visita con "la noche mágica", como dice Gómez Cora, "del musical". Lo mismo que han hecho tantos españoles, y siguen haciendo, cuando van a Londres o Nueva York. Por algo la Asociación Empresarial Hotelera de Madrid (AEHM) ha concedido a CIE su máximo galardón: hotelero de honor de Madrid. "Con su continuidad en los últimos años ha convertido el musical en un argumento de gran valor para la promoción turística de Madrid, permitiendo a nuestra ciudad potenciarse como auténtica capital del mundo del espectáculo musical en lengua castellana", según Jesús Gatell, presidente de la AEHM.

Paloma San Basilio es la gran señora de los musicales en España; por su voz han pasado Evita, El hombre de La Mancha y My fair lady. Y ha arrasado. El mes pasado vio en Nueva York El Rey León, y le ha dado aún más argumentos para defender el género: "Ahí cabe todo. ¿Qué genero hay mejor para dar cabida a todos los que tengan talento e imaginación? Es el futuro para el teatro, permite mezclar todo, y además no admite versiones descafeinadas. Tiene que ser en directo. Tú no puedes verlo en casa". Sobre la pasión desatada en Madrid comenta: "Voy a ser sincera. Creo que el musical ha comenzado a funcionar en España cuando ha empezado a hacerse como se tiene que hacer, creyéndoselo, apostando por él. La gente no es tonta y sabe apreciar cuando hay algo bien hecho, con mucho trabajo detrás, con mucha gente detrás. Y si está bien montado, es que entras en él y alucinas, te conmueve". Sobre su nuevo trabajo, Víctor o Victoria, destaca el valor de la mezcla. "Es teatro dentro del teatro, con la dualidad de los personajes, con una parte masculina y una parte femenina, como pasa en la realidad; yo creo que todos estamos muy mezclados. Además, no será una mera copia de un montaje externo, sino que, como en My fair lady, vuelve a ser una producción nuestra".

El musical ha venido además a dar nuevos aires y popularidad a artistas con mucho currículo, pero que quizá no habían encontrado hasta ahora ese papel que les hiciera brillar para el gran público. Es lo que sucede con Donna y las Dinamo, las tres chicas de Mamma mia! que protagonizan este optimista espectáculo. A Marta Valverde, que llevaba un año en Cabaret, se la ve estupenda; las críticas han resaltado su arrolladora presencia: "Llevo 27 años de profesión; he hecho zarzuela, ya estaba en El diluvio que viene, que era una gran producción…, pero bueno, es verdad que este papel es muy agradecido, de gran comicidad, y la obra es tan vitalista que nos permite conectar muy bien con el público". Paula Sebastián, otro descubrimiento, viene de hacer mucho teatro hablado: "Llevo 24 años en la profesión y esto ha sido como un regalo. Estoy feliz. ¡Feliz! Me ha dado ilusión, me ha permitido reconciliarme con mi profesión; empezaba a estar un poco aburrida". Nina, siempre tan seria y profesional, deja bien claro que ella ha hecho musical en sus 22 años de trayectoria, que lleva todo ese tiempo interpretando, aunque reconoce que sin la repercusión de Mamma mia! Dice que cuando le tentaron se lo pensó porque después de tres años tan intensos como directora de la academia del programa Operación Triunfo quería parar y hacer otras cosas. "Pero al final aquí estoy. Es mi género". Ahí está, y declara que su musical favorito, en el que le gustaría meterse, es Sunday in the park with George, de Stephen Sondheim, autor de Sweeny Todd, que se vio en España dirigido por Mario Gas.

Grandes descubrimientos de talento y energía, como Asier Etxeandia (1,88 metros y 29 años), descarado y ambiguo maestro de ceremonias de Cabaret: "La propuesta es arriesgada y glamourosa; muestra que la verdadera belleza está en la máscara, ésa a la que todos recurrimos para huir de la realidad cuando no nos gusta. Mi personaje es un voyeur, un provocador. El que más ríe, pero el que más sufre. Él es la mayor víctima. Llevamos más de 400 funciones y aún me emociono cuando salgo a escena. No intento caerle bien al público, no busco su aprobación. A veces veo que se escandaliza, que el personaje les echa para atrás. Y eso me gusta: señal de que el personaje cumple su misión".

La capital española había aportado indicios de que éste podía ser buen terreno para cultivar este tipo de producciones. A mediados de los setenta, cuando España empezaba a despertar, triunfaron las versiones españolas de Jesucristo Superstar, con Camilo Sesto, Ángela Carrasco y Teddy Bautista; El diluvio que viene, y Hair, que contaba en su elenco con un jovencísimo Nacho Duato. En 1980 llegó Evita, con Paloma San Basilio. Poco después, Barnum, sobre el circo, con un poco conocido Emilio Aragón. También tuvo una excelente acogida en 1992 Los miserables, de José Tamayo, en coproducción con Plácido Domingo.

En esa travesía de altibajos hay un nombre clave, Jaime Azpilicueta, que ya en 1975 montó Jesucristo Superstar. "En 1980 hicimos Evita, con absoluto éxito de público. A raíz de eso, mucha gente empezó a ver los musicales como la panacea. Se pusieron en marcha varios montajes. Pero en 1985 hicimos A chorus line y resultó un fracaso estruendoso. Como las inversiones son grandes, las pérdidas también. Todo el mundo se asustó, y como nadie quiso asumir responsabilidades, se dijo que el musical no funcionaba en España, y punto".

Eran destellos aislados. En 1997 pasó algo, y hay que reconocérselo a un ingeniero de caminos y arquitecto que de repente introdujo en las fórmulas del teatro una visión moderna: Luis Ramírez, que murió de cáncer la pasada primavera con sólo 39 años. Ese año, Ramírez montó El hombre de La Mancha en el Lope de Vega; la acogida fue calurosa: 330.000 espectadores. Dijo: ¡que se enciendan los neones! Y comentó: "¡Voy a hacer de la Gran Vía madrileña un Broadway!". Muchos le aplicaron a él el lema del musical quijotesco: "Un sueño imposible". Montó La magia de Broadway, con Marta Sánchez, y Jekyll and Hyde, con Raphael. Al frente de su productora, Pigmalión, tuvo un sueño y muchas ideas, pero luego cayó en desgracias, deudas y juicios con una serie de producciones desafortunadas, como Grease, con la que sólo recaudó 2,2 millones de euros. Pero hay que reconocerle su visión para abrir caminos.

En 1999, CIE traía La Bella y la Bestia, con la filosofía de dar continuidad y solidez al musical en Madrid. "La gran diferencia ahora es que encuentras ya un nivel muy alto de profesionalidad", comenta Azpilicueta. "Para Jesucristo Superstar vimos a 1.200 personas, y era penoso. En la actualidad, en los casting hay gente muy preparada". Ahora a él le gustaría traer Sonrisas y lágrimas, El Rey León, Mary Poppins y Sunset Boulevard. Y quiere añadir: "España es el único país europeo en que hay un sector que desprecia el musical como un género teatral menor. Es injusto; está haciendo mucho por sacar al teatro de su crisis, está ofreciendo cientos de puestos de trabajo. ¿Por qué en cine se consideran obras maestras los musicales y no se les ve como un género menor, y en teatro, sí?".

El argentino Gustavo Tambascio fue el director de aquel El hombre de La Mancha de Luis Ramírez, y ahora lo retoma, pero en una versión más sencilla, "más despojada, más íntima, sin el glamour de las estrellas mediáticas; aquí, Dulcinea es Eva Diago, una mujer con mucho temperamento, que yo digo que es una mezcla entre Lola Flores y Rocío Jurado". Tambascio es de los que se muestran críticos con este apogeo: "No pueden ir en desmedro del teatro de siempre. Yo creo que están eclipsando otras producciones, otra forma de hacer. No creo que sirva para promover el teatro ni a los creadores propios. Este sistema de franquicias, bueno, no está mal, tiene su público, pero queda todavía por ver si va a desarrollar musicales propios. Hubo un buen intento, La maja de Goya, en 1996, de Fernando Arbex y Vicente Escrivá, pero aislado. Ha habido buenas producciones propias, como My fair lady y Hello, Dolly, con Concha Velasco. Vamos a ver qué pasa con el de Mecano. Pero, no sé, soy muy escéptico. Acabaremos sirviendo de franquicias. Me veo obligado a defender mi gremio; no creo que esto sirva de acicate de talento".

Asier Exteandia cree que los musicales comienzan a necesitar "otra vuelta de tuerca". "Pecan un poco de moñas, demasiado feliz y familiar todo. Demasiado para todos los públicos. Demasiado bonito. Hay que empezar a arriesgarse más". Para demostrar que predica con el ejemplo, va a ser coprotagonista de la nueva película de Manuel Toledano, El lunes puede esperar, "un guión superfuerte, de la noche, las drogas, el petardeo gay, con personajes muy al límite".

El argentino Alberto Favero, ex pareja de Nacha Guevara y director musical de Cabaret -en su tierra ha hecho desde Los miserables hasta El beso de la mujer araña-, lo analiza desde otro ángulo; cree que este éxito entronca con algo muy tradicional nuestro, con un género "que es, a fin de cuentas, el mismo: la zarzuela". Gente como Favero es imprescindible para que brille la función. Un auténtico musical ha de contar con música en directo. En CIE consideran que el mínimo es de 10 intérpretes para que la partitura suene con cuerpo; pero han llegado a tener 19 en La Bella y la Bestia y 21 en My fair lady. A la tradición de la zarzuela, Favero añade otro factor: "La estabilidad económica del país. Este tipo de espectáculos requiere una inversión tan fuerte que, para salir adelante, necesita permanecer un año o dos en cartel, a precios que alcanzan los 60 euros, en teatros con más de mil butacas. Encontrar todo ese público sólo se puede sostener si un país es estable". Las entradas a musicales en Madrid cuestan entre 15 y 65 euros; en Nueva York y Londres están un poco por encima: las buenas, en torno a 75 euros.

El siguiente paso natural en la factoría de los musicales, que deje, por ejemplo, tranquilo a Tambascio, será acometer producciones propias. Julia Gómez Cora avanza que su gran ilusión es traer a Madrid El Rey León, "pero aún es muy caro, la producción ronda los 10 millones de euros", y cuenta que han recibido muchas propuestas para realizar musicales propios. "Estamos barajando cinco opciones, con textos y canciones originales, pero es que desarrollar un musical no es tan fácil; en Nueva York se toman cuatro o cinco años. Lleva tiempo y dinero, hay mucho en juego".

En esa búsqueda de un musical español andan metidos Nacho Cano y David Serrano, con Hoy no me puedo levantar, que incluirá los éxitos del grupo Mecano desde Cruz de navajas hasta Me cuesta tanto olvidarte. Serrano, de 29 años, autor de El otro lado de la cama y guionista y director de la película Días de fútbol, aceptó el encargo, el reto, y confiesa que ha sido tan complicado crear un argumento en el que encajen tantas canciones tan dispares de forma natural, no con calzador, "que es la primera vez que me siento un auténtico profesional". Catorce meses ha estado liado con la historia. "Hubo un momento, en verano, que estuve a punto de desistir, me parecía imposible. Y eso que Nacho Cano me ha dado todo su apoyo". "Cuenta la vida de dos amigos que vienen a Madrid en 1981, y lo que les pasa a lo largo de seis años, sus sueños cumplidos y sus frustraciones. Queremos que la gente se ría, pero que también llore".

El músico Nacho Cano, que fue uno de los tres componentes de Mecano, lo tenía claro; aceptó involucrarse en el proyecto con una condición: "No ser el cutre de la Gran Vía. La producción tenía que estar a la altura de las americanas. Con medios. Lo que yo no quería era una mala copia de lo que hizo el grupo en los ochenta. Queremos provocar de todo, que la gente navegue por las sensaciones más variadas. Si volvíamos a Mecano debía haber un sentido, se trataba de volver para aportar algo, no para hacer una mala reproducción sólo por ganar dinero. Eso no".

Ese musical español, pero en formato discreto, con una banda de cuatro músicos, es el que han estado representando durante cuatro meses en el Amaya los ocho chicos y chicas de El otro lado de la cama. Con una guapísima Lucía Jiménez, que también va a estar en la segunda parte de la película. Con un resultón Raúl Peña, que se hizo conocido en la teleserie Un paso adelante: "Tratamos un tema muy actual: el miedo al compromiso". Y las dos grandes sorpresas de la función: un enérgico Antonio Garrido, irresistible en su papel de duro-tierno, y Elvira Cuadrupani, fresca-fresca: "Creo que los musicales pueden acercar nueva gente al teatro; yo creo que nosotros hemos familiarizado a mucha gente joven con el escenario".

Y en ese empeño del musical nacional están también la productora venezolana Contemporánea Producción Artística y el sevillano José Antonio Rodríguez, de 31 años, guionista y director de ¿Cómo pudiste hacerme esto a mí?, comedia construida en torno a canciones cantadas en los ochenta por Alaska, aunque ésta ha dejado claro, a través de su marido y representante, Mario Vaquerizo, que no tiene nada que ver con el asunto, que no hace promoción de algo que no va con ella, que ahora está centrada en Fangoria y, "ya se sabe, Alaska, de nostalgia, cero". Rodríguez cuenta que han comprado los derechos para cinco años a Nacho Canut y los herederos de Carlos Berlanga, y que ya tiene registrado otro musical con temas de Miguel Bosé. "No, qué va, yo no soy fan de Alaska, a mí me gusta Jordi Savall; pero sus canciones me dieron la idea. Trata de cuatro amigos que a comienzos de los ochenta realizan una sesión espiritista; quieren convocar a Verónica, que es la superstar de los espíritus en esa época, pero hacen algo mal y acude Petunia Silvestre, un espíritu glam y petardo. Una vez en este mundo, la quieren volver a mandar al más allá, pero ella dice que para nada, que ella se queda a conocer la movida".

En la trastienda de esta fiebre, otra mujer de energía contagiosa, otra pieza clave: Moira Chapman. Nació en Zimbabue y ha vivido en Reino Unido, Francia, EE UU, Argentina, Japón, Corea y ahora España. "Ya quiero quedarme aquí, en Madrid". Otro talento atrapado para la Gran Vía-Broadway. Lleva toda su vida unida a los musicales; actualmente es directora residente de Cabaret -"una partitura bellísima"- y Mamma mia! -"sales flotando"-. Controla también los casting de las producciones de CIE. "He llegado a ver a 800 personas para Cabaret. Al principio teníamos problemas para completar el reparto; normal, aquí no había tradición. Pero en Mamma mia! el elenco ya es cien por cien nacional. Y son 34. Desde el primero, La Bella y la Bestia, conectamos bien con el público. Me siento feliz con mi trabajo. ¡Feliz!".

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