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CATÁSTROFE EN ASIA | La situación en Sri Lanka

Sri Lanka se queda sin pescadores

El maremoto destruyó el 70% de la flota pesquera, que da de comer a 200.000 familias

El 70% de la flota pesquera de Sri Lanka ha sido destruida. Entre los 200.000 pescadores y sus familias se encuentran una buena parte de los 30.000 muertos y más de 5.000 desaparecidos del país. Otras 100.000 familias que vivían del sector -armadores, tejedores de redes, vendedores, reparadores de motores- y que, como los pescadores, vivían en las cercanías de la costa, también han sufrido grandes pérdidas personales y económicas. De los 1.600 kilómetros de perímetro de la isla, 1.200 han sido arrasados. Sólo el cuarto noroccidental resultó menos dañado.

Negombo es una de las principales ciudades pesqueras de Sri Lanka. Situada a unos 40 kilómetros al norte de Colombo, en esta zona central de la costa occidental de la isla no hubo que lamentar pérdidas de vidas humanas, pero 10 días después de la catástrofe, su aspecto es desolador. En la gran laguna natural que hace las veces de puerto emergen proas y popas de barcos, muchos destrozados cuando la gran ola los lanzó contra el puente, empujó a unos contra otros y tiró a tierra una gran cantidad de ellos. "Puse todos mis ahorros y mis años de trabajo en la compra de este barco. No tengo ni seguro ni dinero ¿de qué voy a vivir ahora?", se pregunta desolado Bendit Fernando, de 56 años.

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"No necesito ayuda humanitaria. He empeñado las pulseras del regalo de bodas de mi mujer. Lo que quiero es trabajo. Alguien tiene que arreglar esto", dice Deliwelige Perera, de 36 años y con dos hijos, que no tiene barco propio aunque ejerce el oficio desde 12 años.

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En comparación con los pescadores de la costa oriental, Bendit y Perera son casi afortunados. En muchas aldeas, como Velur, ni siquiera se siente la devastación porque el tsunami se tragó todo, incluidas familias enteras y sobre todo mujeres y niños. En muchos pueblos lo único que quedó en pie fue la mezquita o la iglesia, lo que ha disparado las supersticiones. Más del 80% de los pescadores de Sri Lanka son católicos y el resto, especialmente en la costa oriental, musulmanes.

Sólo hay que descender unos 60 kilómetros hacia el sur de Colombo para comprender la magnitud de la tragedia. Hemapala, de 47 años, está sentado a la orilla de la carretera en una silla de plástico sin respaldo, junto a las ruinas de lo que fue su casa. En una de las ramas del árbol que le sirve de respaldo ha enganchado unos cables de televisión para que le sujeten la pierna herida durante la carrera contra la gran ola. El barco en el que salía a pescar con otros cuatro está varado en la playa destrozado. "Era alquilado, pero ahora cómo voy a trabajar", dice mientras extiende su mano para mostrar el paisaje de horror que le rodea.

Beruwala es uno de los mayores puertos del suroeste. Es fácil adivinarlo. Un par de kilómetros antes, la carretera parece un dique seco. El tsunami tiró sobre ésta barcos de hasta 15 metros de eslora, como el Situmina, que la dejaron cortada cuatro días. Entre todos y con el apoyo de un par de elefantes los han alineado en el arcén -con la playa existe un desnivel de más de un metro- a la espera de que una grúa se los lleve a reparar.

Según el Ministerio de Pesca y Recursos Oceánicos, en 2003 las capturas de Sri Lanka ascendieron a 300.000 toneladas, de las que exportó, fundamentalmente a la UE, Japón y EE UU, 15.690 toneladas de atún, tiburón, lenguado y gambas. El resto fue consumo interno. En su mayoría, los 19,5 millones de habitantes de la isla son grandes consumidores de pescado, pero desde que ocurrió la desgracia se ha producido un rechazo generalizado.

Mendis Leonard tiene un diminuto puesto de sardinas y otros peces menores, que el calor comienza a ablandar. "Antes, a media mañana lo tenía todo vendido, ahora nadie quiere comprar pescado. Dicen que se alimenta con los muertos y eso es mentira", declara Leonard con un punto de rabia. Esta creencia se ha extendido tanto que varios pescadores se desplazaron ayer a Colombo para pedir a la presidenta Chandrika Kumaratunga que coma públicamente pescado, para que se quite el temor de la población.

"Esto puede acabar con el sector", señala el armador de Negombro Stevens Fernando, que tenía tres barcos de 12 metros de eslora. Ahora tiene uno hundido y dos muy dañados. Sus hijos de 28, 26 y 23 años también dependían de estos barcos, que salían a la mar por dos semanas y volvían con unos 5.000 kilos de pescado. Mitad para el armador, mitad a repartir entre los cinco de la tripulación. Ni siquiera este empresario tenía sus barcos asegurados.

La flota de Sri Lanka la componen 29.694 barcos, de los que sólo unos 1.500 superan los 10 metros de eslora. Hay otros 1.500 de entre nueve y diez metros y otros 11.000 de fibra de entre cinco y ocho metros de eslora. El resto son barcos sin motor: canoas, catamaranes y veleros. Bonifas Gerard tenía un catamarán de siete metros que ha aparecido partido en tres. Las redes están inservibles y su casa es un montón de escombros.

A sus 47 años este pescador de Kalutara se siente perdido. Tiene dos hijos de 13 y nueve años, mujer y padres que alimentar y no sabe por dónde empezar a rehacer su vida. De momento, selecciona ladrillos enteros para tratar de reconstruir su casa, aunque teme que no pueda hacerlo sólo. Gerard asegura que la única ayuda recibida estos 10 días ha sido comida y ropa de particulares. "Aquí no ha venido ni el Gobierno ni la ayuda extranjera. Para dormir nos vamos a casas de amigos".

En Negombo también se escuchan quejas contra el Gobierno y "toda la propaganda de la ayuda exterior". Mendis Jayakody, de 44 años, señala que las autoridades locales de pesca se han pasado por allí varias veces pero "no sueltan prenda" sobre cómo van a ayudar -ni si es que lo va a hacer- para volver a poner a flote nuestros barcos. Al de Jayakody, de 12 metros de eslora, le falta un cuarto del casco y el motor se llenó de agua salada, pero ha logrado reunir a los cuatro que trabajaban con él y otros vecinos para sacarlo del agua y empezar a su reparación.

Sólo tres puertos se han librado de la acción destructora del tsunami. Kalpitiya, en el noroeste de Sri Lanka, y los cercanos a Colombo de Mutwal y Chilaw. En éstos la gran preocupación es la superstición de que los muertos han contaminado las aguas del Océano Índico. Si se prolonga el rechazo al consumo del pescado, para ellos, lo peor del tsunami está por llegar.

Nataya Pumsi, de 36 años, contempla los restos de su casa, reducida a escombros, y de un barco arrastrado por el <i>tsunami</i>, en Ban Nam Khem (Tailandia)

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Nataya Pumsi, de 36 años, contempla los restos de su casa, reducida a escombros, y de un barco arrastrado por el tsunami, en Ban Nam Khem (Tailandia) .AP

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