"Las bienales no son unas olimpiadas"
Cuando recala en Barcelona, Antoni Muntadas (Barcelona, 1942) vive en un piso compartido que tiene alquilado desde hace décadas y que le sirve como almacén en Europa de sus muchos proyectos. Ha llegado hace poco de Venecia, en donde ha impartido un curso los últimos tres meses, y está cerrando las maletas para volver a Nueva York, su casa desde hace años, para preparar las clases que cada curso imparte en el prestigioso MIT (Massachusetts Institute of Technology) de Boston.
La noticia de que había sido el artista seleccionado para representar a España en la Bienal de Venecia de 2005, de la mano del comisario del pabellón español Bartomeu Marí, le pilló en las postrimerías de su estancia en la ciudad de los canales. Y lo lamenta. "Me hubiera gustado saberlo al principio porque mis proyectos requieren mucho tiempo y habría podido trabajar con más tranquilidad", comenta. Ha costado convencerle para hablar de su trabajo porque aún no quiere adelantar lo que hará en Venecia. "Es pronto para decirlo. En todo caso, la Bienal de Venecia no son unas olimpiadas en las que hay ganadores y perdedores", indica. "No creo que el arte tenga nada que ver con la competición ni estoy de acuerdo con este sistema de premios que existe en la bienal. Es lo que hay, pero aunque este tipo de bienal tiende cada vez más al espectáculo y a un ruido mediático que dificulta la visión de las cosas, tengo la intención de continuar mi trabajo y mi vida como siempre".
"No creo que el arte tenga nada que ver con la competición, y no estoy de acuerdo con el sistema de premios de la Bienal de Venecia"
"El arte es percepción e información, pero el elemento visual es fundamental, forma parte de una larga cadena de traducciones"
"Siempre he estado en contra de la permanencia de las obras en el espacio público. Creo que la obra no tiene que imponerse, sino exponerse"
Hasta el 6 de enero aún puede verse en el el Neues Museum Weserburg de Bremen la exposición On Translation: Espacios de la memoria, que se complementa, como suele suceder en los últimos tiempos, con una retrospectiva de sus últimos proyectos. Lleva trabajando desde 1995 en la serie On Translation y son más de treinta los trabajos específicos que ha realizado de este proyecto en diferentes lugares, desde Nueva York a Bogotá, pasando por Kassel, Birmingham, Rumania, Graz, Barcelona o, el penúltimo, en Ciudad de México. Reconoce que son proyectos "fáciles de ver y entender pero difíciles de explicar". Lo intenta siempre, pero todo en su trabajo es tan complejo y lleno de matices que nunca es fácil la transcripción. De eso habla, precisamente, su obra. "Es un trabajo que me permite abordar el tema de la traducción y la interpretación desde perspectivas muy diferentes, en contextos dispares y con medios y técnicas también muy variadas en función de lo que necesito en cada momento", comenta. "En el fondo, todo habla de estos filtros de traducción que utilizamos para ver el mundo porque todo lo interpretamos".
La traducción, explica, es una metáfora. "Para interpretar las cosas se utilizan todo tipo de filtros, desde los políticos o económicos a los culturales o mediáticos, que son los más evidentes. A mí me interesa la parte de la traducción cultural, ver cómo se interpretan y analizarlos. Es por ello que mis proyectos requieren mucho tiempo para entender el contexto y también se precisa un equipo amplio de colaboradores. Hay un largo proceso de trabajo para crear el proyecto, realizar la investigación, entender el contexto en el que se va exhibir y decidir cuál es el medio mejor para expresarse. Comienzas con una idea y poco a poco vas destilando la información hasta que creas la metáfora, que es la manera de formalizar lo que buscas. No creo que tenga que mostrarse el proceso, sino esta metáfora final que condensa todo el trabajo. Se trata de encontrar este elemento visual lo suficientemente potente para desencadenar otro tipo de percepción. Creo que el arte es percepción e información, pero el elemento visual es fundamental, forma parte de una larga cadena de traducciones en la que el último editor es siempre el público".
En estos momentos parece inmerso en un proceso de trabajo casi febril. Además del proyecto para Venecia, está a punto de presentar otro trabajo en Puerto Rico, On Translation: El Tren Urbano, que aporta la novedad de que por primera vez una obra suya estará 10 años en el espacio público. "Siempre he estado en contra de la permanencia de las obras en el espacio público. Creo que la obra no tiene que imponerse, sino exponerse. En este caso, hemos negociado en el contrato que estará expuesto sólo unos diez años, un tiempo largo para la gente pero que no implica la ocupación total del espacio". También está preparando su participación en el proyecto In Site que organizan entidades fronterizas de Tijuana, en México, y San Diego, en Estados Unidos, y en el marco del cual presentará a finales de verano el proyecto en el que ha estado trabajando sobre el miedo.
Pese a los intentos, no hay manera de que adelante por dónde irán los tiros en Venecia. Este último trimestre ha estado dando clases en la universidad, en un laboratorio sobre el espacio público que ha centrado en la figura del extranjero. "En Venecia todos lo son. Hay turistas, inmigrantes, estudiantes, refugiados y pocos ciudadanos. Fue un taller muy interesante y ha sido una suerte porque, aunque me hubiera gustado saberlo antes, al menos he estado unos meses trabajando allí y he podido extraer ya mucha información. Es lo bueno, porque no parto de cero, además del hecho de que ya he trabajado antes con el comisario del pabellón español, Bartomeu Marí, y esto siempre es una garantía".
Está cauto Muntadas. Le parece que en España sobra crispación y no quiere contribuir a potenciarla. Parece que tiene ganas de volver a Nueva York, su base de trabajo desde la que se desplaza a lugares a veces distantes para supervisar sus proyectos. Le gusta esta vida. "Suelo viajar para realizar poryectos concretos que muchas veces coinciden con talleres y seminarios, lo que está bien porque así el intercambio de información con los alumnos es más rico. Yo les doy información y ellos también me la dan a mí. Las clases además me han dado una independencia económica que me ha permitido no estar pendiente del mercado. Todos dependemos de él, pero puedo decidir con mucha más libertad".
Lo que le mueve, afirma, es la curiosidad. Es ese gusanillo por querer saber más, por conocer el fondo de las cosas, lo que le ha llevado a interesarse por detalles en apariencia minúsculos que él convierte en reflejos de una historia o una sociedad. En Bremen, por ejemplo, ha escogido 17 espacios industriales que se han transformado en lugares de ocio o cultura y que ejemplifican, en su opinión, la preocupación alemana por la memoria histórica. En México, en cambio, su trabajo se centró en el parque de La Alameda y el elemento activador de su trabajo fue un gran mural de Diego de Rivera que representa la misma Alameda y que en su día fue censurado. Es siempre un juego de espejos, de reflejos, de historias dentro de otras historias que acaban desembocando en el presente, pero que va desvelando por capas y que casi nunca tienen una lectura única.
Su preocupación es social, contextual, pero reconoce que sí hay biografía en su obra. "Lo que nunca me ha interesado es el estilo. Es una cuestión que tiene que ver con problemas formales y supone un tipo de repeticiones que no me interesan. El trabajo tiene que ser reconocible por su contexto, implica la participación activa del espectador, fijarse, estar un tiempo pensando en ello".
Vive a caballo entre Barcelona y Nueva York, desde donde se desplaza a Boston para impartir clases
en el Massachusetts Institute of Tchnology. Ahora, Antoni Muntadas ha sido seleccionado por el comisario
Bartomeu Marí para representar a España en la Bienal de Venecia. No adelanta detalles sobre la obra
que realizará. Últimamente ha trabajado sobre lo extranjero: turistas, inmigrantes, refugiados, estudiantes.
Babelia
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