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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

En libertad

Irak se ha acostumbrado a dar malas noticias. Ayer, en medio de más episodios de sangre, hubo una excepción: la liberación de los periodistas franceses Christian Chesnot y Georges Malbrunot. La noticia fue difundida a primera hora de la tarde por la cadena de televisión qatarí Al Yazira, aunque París se mostró muy prudente hasta confirmarla horas más tarde. Chesnot, colaborador de Radio France, y Malbrunot, enviado del diario Le Figaro, llevaban desde el pasado 20 de agosto en cautiverio y se empezó a temer seriamente por sus vidas tras el fracaso de una mediación. Sin embargo, el ministro de Exteriores, Michel Barnier, había insinuado esta semana la posibilidad de una próxima liberación al asegurar que tenía información de que estaban aún vivos.

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Chesnot y Malbrunot han tenido mucha más suerte que la treintena de civiles extranjeros brutalmente asesinados por sus captores al no haber cedido sus gobiernos al chantaje. En el caso de los reporteros, los secuestradores justificaron su secuestro como acto de presión al Gobierno francés para que suprimiera la prohibición del velo islámico en las escuelas. Ahora, los responsables de la captura, un grupo denominado Ejército Islámico de Irak, no mencionan la ley del velo y se limitan a explicar que han sido puestos en libertad tras comprobar que no están implicados en operaciones de espionaje de EE UU y debido a las presiones de organizaciones musulmanas y humanitarias.

Nadie está a salvo en este desgarrado Irak, que a trancas y barrancas se acerca a la fecha de las elecciones legislativas (30 de enero), que no pocos cuestionan ante la inseguridad reinante y el temor de que los suníes, que representan una cuarta parte de la población, las boicoteen. Ayer mismo se produjo un atentado contra una base americana en la norteña ciudad de Mosul, que dejó un saldo de una veintena de muertos, casi al mismo tiempo que el primer ministro británico, Tony Blair, realizaba una visita relámpago a Bagdad para conocer de boca del jefe del Gobierno provisional iraquí, Ayad Alaui, las perspectivas de que puedan celebrarse los comicios bajo condiciones de normalidad.

Sin duda, se trata de un sarcasmo. El propio presidente de EE UU, George W. Bush, ha admitido la incapacidad militar para derrotar a los insurgentes y la frustración que ello comporta. Todo eso llega al tiempo que se difunden noticias en la prensa americana de nuevos casos de torturas en la cárcel de Abu Ghraib y Guantánamo (Cuba) y las encuestas reflejan que una mayoría de americanos estima que la guerra fue un error y que debería dimitir el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, confirmado por Bush para su segundo mandato. A tales aprensiones la respuesta de Bush ha sido: "Es un tipo bueno y decente, aunque a veces sus modales son algo rudos".

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