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Reportaje:VIOLENCIA EN IRAK

Lecciones de guerra

El Ministerio de Defensa imparte un curso a periodistas sobre cómo actuar en conflictos

Francisco Peregil

Desde que alguien esconde una mina antipersona en cualquier agujero del mundo hasta que otra persona se aproxima a ella, a un periodista le puede dar tiempo a ir y volver de varias guerras. Con ardiente paciencia, la mina seguirá esperando bajo tierra. Cuando el reportero esté cerca de ella, seguramente no la verá. Y si alguna remota posibilidad tiene de intuir su presencia, será asistiendo a las clases de los mejores expertos en desminado. A lo largo de los dos últimos meses la Escuela de Guerra del Ministerio de Defensa ha impartido un curso de unas 60 horas a 25 periodistas españoles. Clases de primeros auxilios, de conducción de vehículos todoterreno, orientación por satélite GPS, operaciones sobre el terreno con carros de combate y vuelos en helicóptero con gafas de visión nocturna.

Si pasa un avión o un helicóptero por encima, hay que quedarse quieto
Los torniquetes, en la mayoría de los casos, no son necesarios para detener hemorragias

Y ahí tenemos, en la sede de la Escuela de Guerra del Ejército, a cinco minutos en coche de la Puerta del Sol, a un médico militar preguntándonos en la clase de primeros auxilios:

-Un compañero tuyo va al lado. Y le estalla una mina. Está pidiendo a gritos que le ayudes, que hagas algo, que te muevas. ¿Qué puedes hacer?

Siempre se puede hacer algo. Eso es lo que se esfuerzan en repetir los militares, los médicos en primeros auxilios... Siempre. Pero, ¿qué hacer ahora?

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-Un torniquete -propone alguien.

-Llevarlo al coche y evacuarlo inmediatamente -propone otro periodista.

Ni torniquete. Ni llevarlo al coche. Dejemos al compañero pidiendo a gritos que lo saquen de ahí, y vayamos a la conferencia del capitán Luis Blázquez, especialista en explosivos. El capitán muestra un variadísimo surtido de minas antipersonas. Esa de ahí, tan chiquitita, parece una caja de dominó, es de la II Guerra Mundial, pero funciona muy bien. Aquella otra de la esquina parece una tarta con una antena de radio clavada encima. La tarta suele ir enterrada y el dispositivo explota con sólo rozar la antena. Ésta lleva un cable que puede ir enganchado a un tronco, a una pared, a un vehículo abandonado; sería muy difícil ver el cable en condiciones normales. Con sólo rozarlo, estallaría. Esa de ahí tiene la forma de una botella de refresco. La botella iría enterrada, pero si nos fijamos bien veríamos la punta de la bomba, del tamaño de un tapón en forma de estrella, sobresalir en el terreno.

Blázquez previene a los periodistas:

-Las minas suelen situarse en edificios o instalaciones abandonados, al lado de objetos llamativos, junto a cadáveres y sobre todo... al lado de proyectiles y armas abandonadas. Uno de los errores más estúpidos que se pueden cometer, ¡y se cometen! es el de coger recuerdos de guerra: balas, misiles, fusiles, metralla... Ahora -advierte el capitán Blázquez- vamos a salir al campo. En un camino de unos 50 metros veremos cuántos indicios de minas o cuántas minas son ustedes capaces de detectar.

Se veían restos de proyectiles en el suelo, hondonadas en el terreno, y latas de Coca-Cola metidas en ramas de arbustos. Minutos antes el capitán había advertido de que las minas solían colocarse al lado de restos de proyectiles o junto a objetos llamativos. Pero el cable tendido de un lado a otro de la senda nadie lo vio, con lo cual, habríamos saltado por los aires. Tampoco vio nadie las piedras, unas sobre otras y pintadas, a un par de metros del camino, posibles indicios de zona minada. Y el capitán Blázquez preguntó:

-¿Han visto alguna mina como esta que os enseñé antes?

Mostraba la chapa del tamaño de un tapón de cerveza. Ninguno de los 25 la había visto. Y yacía a sólo metro y medio del camino principal.

Las lecciones continuaron en distintos lugares de Madrid. En el campo de batalla hay que situarse lo más alejado posible de los puestos de mando, donde se encuentran los oficiales con sus mapas y sus ordenadores y transmisores. Las bombas van buscando los transmisores. Y si cae el proyectil de un mortero cerca, en el agujero que haga en el suelo, ahí hay que tirarse, porque es muy raro que caiga otro mortero en el mismo sitio. Si pasa un avión o un helicóptero por encima, hay que quedarse quieto. Y alejarse de cualquier vehículo, porque ése sí que es un objetivo rentable para el helicóptero enemigo.

Si alguien pierde la consciencia, ya sea en la guerra o en un accidente de tráfico, la primera medida es comprobar que no se está asfixiando con su propia lengua. Ésa es la causa de muchas muertes. Hay que inclinarle la cabeza levemente hacia arriba y presionarle sobre la barbilla para que la lengua vuelva a su posición natural.

Lo que la memoria retiene después de sesenta horas de curso, es, precisamente, lo que nunca se debe hacer. Si pica una serpiente, nada de chupar en la herida para escupir el veneno, porque se corre el riesgo de que el veneno penetre en cualquier mini herida de la boca.

Ante una herida, nunca extraer lo que se ha metido en el cuerpo. Ni bala ni cuchillo. Nunca hay que emplear algodón al limpiar una herida. Suelen quedar filamentos que contribuyen a infectarla. El alcohol tampoco es aconsejable. Quema la herida y mantiene las bacterias. Mejor agua oxigenada. Y sobre todo: mucho cuidado con los torniquetes. En la inmensa mayoría de los casos no son necesarios para detener una hemorragia y ponen en peligro la vida del herido. Basta con presionar directamente sobre la herida con un pañuelo o tejido lo más limpio posible, vendar la herida, levantar la extremidad por encima del nivel del corazón y presionar la arteria del brazo o de la pierna. Lo médicos enseñan a localizar la arteria.

Pero volvamos a la clase en que el compañero que había sido alcanzado por un mina. Hay quien sugiere trasladarlo al hospital más próximo. Pero los expertos en explosivos advierten:

-Ir a por él sería una forma casi segura de que ustedes caigan también. Por más que implore ayuda, el único que puede actuar sobre la herida en ese momento es él mismo. Pero él tendrá otras cosas en las que pensar. Y ustedes, a unos pocos metros de él pueden hacer mucho. Su vida puede depender de que ustedes conserven la calma. Háblenle, díganle cómo detener su propia hemorragia. Piensen que siempre se puede hacer algo.

Dos periodistas utilizan máscaras de gas durante un simulacro de ataque con armas químicas organizado por el Ejército estadounidense en 2003.
Dos periodistas utilizan máscaras de gas durante un simulacro de ataque con armas químicas organizado por el Ejército estadounidense en 2003.AP

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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