Un maldito embrollo
¿Todavía habrá que insistir en que la actitud del partido que perdió las elecciones generales en marzo resulta más dañina para la democracia que su pintoresca versión de un atentado que conmovió al mundo?
Vichinsky
Se puede ser estalinista sin haber tenido nada que ver con el apoyo a la Unión Soviética en ninguna de las fases de su complicada evolución, y así lo tiene demostrado cada día Jiménez Losantos desde la radio de los obispos. Ahora se ve que también forma parte de las muchas aptitudes de Eduardo Zaplana. El fiscal Vichinsky se cargó a la vieja guardia bolchevique acumulando acusaciones absurdas en procesos prefabricados. El portavoz de la oposición, más modesto, se arroga el papel fiscalizador del socialismo hispano sometiendo a Rodriguez Zapatero a un interrogatorio -que el Pollo de Cartagena creerá tan duro como astuto- como acusador en la comisión que investiga los sucesos de marzo. No siempre habrá de ser rentable sustituir la inteligencia por demostraciones de mala sombra y argucias mediáticas de político trampero. Así que el tipo quedó como la chata. Él, y su tétrica sonrisa de chamarilero.
La lengua bífida
Los que afirman que el conflicto sobre la denominación de la lengua es un cambalache político de carácter artificial que se esgrime para relegar otras cuestiones de mayor importancia opinan, sin saberlo del todo, como ese nacionalismo central cuyo desdén por los nacionalismos periféricos no impide su persistencia. Sea cual sea el perfil de la manipulación y el rendimiento que con ella se espera obtener, lo cierto es que ni siquiera podría administrarse de no disponer de las condiciones de posibilidad para hacerlo. Claro está que el apego a cierto repertorio de sentimientos merece, más que la aquiescencia, un análisis de la función que cumplen para los colectivos que los ostentan. Aunque conviene señalar que los sentimientos, cualquiera de ellos, pertenecen a la esfera de lo privado, mientras que la determinación de su integración en el conjunto social demanda ser reglada por disposiciones ajenas a las creencias personales.
Rodríguez Zapatero
Se le vio el otro día de cuerpo entero durante más de catorce horas de comparecencia sin perder las formas ni la buena educación. Por más que se empeñen sujetos como Umbral y sus compañeros de descenso a la derecha, el liderazgo del presidente del Gobierno está fuera de toda duda. Pero están, además, las maneras, cosa que parece de poca monta pero que resulta imprescindible para el buen gobierno. Hacia el final de la sesión, harto ya de sus impertinencias de matón en sede parlamentaria, miraba a Zaplana como quien constata a su pesar que su sueldo incluye la obligación de escuchar también a sujetos de esa catadura. Una mirada directa a los ojos, entre el cansancio y la estupefacción, que devuelve a ese insignificante adversario el desdén, si no el desprecio, por sus lerdas artimañas de politiquero tabernario resuelto a forrarse como sea.
Pilar Manjón
Ha tenido que ser un familiar de una de las víctimas de los atentados del 11-M, con la dignidad de su dolor por delante, la que pusiera a sus señorías en su sitio en su comparecencia ante la comisión del Congreso. De qué se reían ustedes, vino a decir, a qué venía tanto jolgorio cuando se trataba de averiguar cómo fue posible que se matara a casi doscientas personas y se hiriera a más de mil quinientas. Era inevitable que la comisión se deslizara hacia el enfrentamiento entre partidos, es cierto. Pero no era obligado tener que soportar las risotadas continuas de un Martínez Pujalte, los desplantes de casino de Ignacio del Burgo o a alegría indisimulada de tantos otros cada vez que creían tener atrapado al adversario. La principal consigna de los comisionados debería haber sido: ni una sonrisa de satisfacción en las sesiones. No ha sido así, y el espectáculo que muchos han dado ha sido cualquier cosa excepto edificante. El dolor, como el horror, tiene cara. El resto es jeta.
El arte de la disculpa
El señor Alfonso Rus, alcalde de Xàtiva y candidato a presidir el PP de la provincia de Valencia, debe ser persona de prontos muy resueltos. Sólo así se entiende que arremeta a la manera de un José María García cualquiera contra la Universitat en su conjunto. Luego pide disculpas, claro está, aconsejado por los suyos ante la estupefacción provocada por sus declaraciones. Lo que importa es que puede darse por seguro que lo dicho responde exactamente a lo que piensa ese personaje, y que se excusa después por conveniencia. Así que más que agradecerle la rectificación de un error, que en su caso no es tal, hay que felicitarle por ese estúpido alarde inicial de sinceridad, que le honra, sin duda, en mayor medida que la disculpa posterior, a la vez que le retrata en lo que vale. Todavía andará rumiando por qué debe disculparse al mostrarse como es.
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