El difícil regreso desde la clandestinidad
Cuando terminó la ceremonia de entrega de armas del Bloque Catatumbo, y 1.425 ex combatientes rompieron filas, uno de ellos corrió a buscar al padre William y le dijo: "Padre, ahora que dejé el arma necesito su bendición". Agachó la cabeza y escuchó, manso, la corta oración del fraile envuelto en su hábito blanco con capucha. Muchos lo imitaron. Muchos de los combatientes eran muy jóvenes; otros, los menos, algo mayores de 30 años; la mayoría con amuletos e imágenes religiosas, en un mismo nudo, colgadas del cuello. Todos con cara de hombres pobres, trajinados. Le temen a su futuro sin ser parte de un grupo armado.
La mayoría regresaron ya a sus casas en provincias lejanas: Córdoba, Antioquia. Los nacidos en estas tierras selváticas del Catatumbo veían el futuro más incierto. "No sabemos qué pensamientos tienen ellos; pero acá no pueden vivir", dijo una campesina luego de abrazar a sus dos hijos que ingresaron a las filas de los paracos cuando la guerrilla les buscaba para matarles.
Lo sabía también Claudina, una abuela de 70 años. Caminó descalza por entre el barrial formado por los fuertes aguaceros, por la finca donde se concentraron para su desmovilización los paramilitares, hasta encontrar a su hijo de 38 años, al que no veía hace tres años. "Él me invitaba a La Gabarra, pero yo no fui por allá... ¡Le tenía miedo a esos hombres paracos!", confesó con picardía. Estaba contenta de verle, al menos, un día.
Y estaba también Luzmila; los paracos asesinaron hace tres años a su marido y la dejaron sola con cuatro hijos. "Sufrí mucho, pero uno debe perdonar; ya olvidé la rabia". Llegó tarde al acto: quería abrazar a su amigo, que dejaba ese día su fusil. Y también llegó Gloria desde Venezuela con sus dos hijos pequeños. Venía para recuperar su marido, pasó de guerrillero a paramilitar, después de que estos últimos le capturaron en un combate.
Los "desmovilizados" paramilitares, sin graves delitos en su haber, recibieron su carné de identidad y han vuelto a la vida civil. Fue un indulto, y con éste se abre para estos hombres la posibilidad de estar en planes de educación y recibir un salario mínimo durante un tiempo. Aunque es un programa de reinserción frágil, dotado de pocos recursos económicos.
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