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Columna
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PISA-papeles

No sé si aprobaremos en educación, pero fijo que suspendemos en civismo. Estoy ante la ventana. Miro la calle. Veo gente como yo. Y sé que habrá quien justifique esa amenaza de bomba en una concentración de 70.000 personas (como antes, durante la operación salida del puente). El peligro de avalanchas y la idea de amenazar a la población en Madrid, el escenario del 11-M, sitúan en el mismo nivel de encanallamiento moral a aquéllos y a quienes el domingo amagaban con otra matanza similar en el Bernabeu. Sin embargo, habrá quien no lo sepa percibir así. Habrá quien reproche al que condene todo esto, sin más, de tener opiniones arrogantes sobre el paisito. Lo dice José Ramón Recalde, ellos matan pero nosotros les damos la cobertura moral con ésas frivolidades del matiz ("aquí no había mochilas", "se avisa antes",...)

Pero mi propósito esta vez es hablar de educación en sentido lato. El informe PISA ha hecho saltar la liebre de la Secundaria, una liebre a la que nunca hemos cogido la medida. España ha sido un país con un mal sistema educativo, retórico y religioso. La Institución Libre de Enseñanza y profesores vinculados quisieron modernizarlo, hacerlo riguroso y humanista, especialmente con la II República. Franco y la guerra cortaron por lo sano la experiencia con un gran coste. Posteriormente (en los 60 y 70), sin una clara noción de las cosas, la enseñanza fue mejorando y generalizándose, más por el desarrollo económico y los esfuerzos voluntaristas de los profesionales que por una planificación racional.

Con la democracia se ha probado de todo..., pero falta tradición. Se han incorporado, en general, sistemas varios que se han metido con calzador. Ni claras mejoras presupuestarias ni planes bien soportados, experimentados y sostenidos en el tiempo, ni nuevas culturas bien sopesadas. Nada. Pura improvisación. Eso sí, una sucesión de cambios mal asimilados: matemáticas modernas (sic), cuando las matemáticas evolucionan más lentamente que los seres vivos; nuevas ideas sobre la psicología (constructivismo y su jerga abstrusa); refuerzos mal dotados (diversificación curricular o grupos de refuerzo); centros de apoyo y grupos de orientadores ahogados en labores burocráticas, y, sobre todo, un profesorado mal equipado, agobiado por labores extra y por un alumnado progresivamente más difícil (cultura del consentimiento del 68, incorporación de grupos marginales, y, recientemente, de la inmigración).

El paisito tiene mejores resultados (bueno, tampoco uno cree mucho en la pura estadística). La razón: una mayor disponibilidad económica (Concierto) que permite mal-dotar esos grupos de refuerzo, etc. También los obtiene Cataluña, con un profesorado históricamente mejor preparado, y Castilla (como el País Vasco), con menores tasas de inmigrantes.

Sobre esa base debe actuarse. Creo urgente pautar el sistema. Hasta los 12 años, los niños aprenden habilidades básicas para obtener conocimiento. Entre los 12 y los 16 años van ya adentrándose en conocimientos específicos. Es urgente que, contra lo que se hizo con la LOGSE, su enseñanza recaiga en profesores especializados y al día de los avances de cada disciplina. Finalmente, los estudios universitarios merecen la pena a un colectivo dotado para la formación teórica. Sé que la sociedad piensa otra cosa, pero esa formación teórica es una especialización absolutamente prescindible para el adulto, del mismo modo que son prescindibles los conocimientos de jardinería, astronomía o fontanería para un matemático. De ahí que la universidad europea esté planteándose carreras medias y profesionales.

El sistema también debe ser flexibilizado, necesita espitas para quien se sienta dispuesto a entrar en el mercado de trabajo; no retener a los adolescentes innecesariamente en un sistema para ellos absurdo (¿aprender a derivar para ser peluquero o director de sucursal de banco?). Y reforzado en la enseñanza de la segunda y tercera lenguas, en el gusto por la información y en la curiosidad (la lectura, los documentales o el cine). Y menos paternalista. ¿Grupos de refuerzo? Hasta un punto están bien, pero acaban siendo grupos de discriminación. Mientras, los más preparados se aburren en unas clases hechas para la mediocridad.

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¿Finlandia? No segregar a los torpes (grupos de refuerzo), centros unitarios, apoyar la excelencia (apenas si se hace), y sobre todo, un profesorado bueno y bien apoyado. Mucha tarea para una Administración "a la cola de la OCDE".

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