"He traducido los Evangelios como habría traducido una novela"
Dicen las últimas palabras del Apocalipsis que aquel que ose poner o quitar nada del Libro de la Revelación recibirá las plagas y perderá su parte en el árbol de la vida y la ciudad santa descritas en él. Es una amenaza solemne a la que el escritor, antropólogo y profesor de griego y cultura clásica Joan F. Mira (Valencia, 1939) responde con divertida distancia. Estos días presenta una traducción del griego al catalán de los Evangelios de Marcos, Mateo, Lucas y Juan, los Hechos de los Apóstoles, la Carta de Pablo a los Romanos y, finalmente, del Apocalipsis (editorial Proa): "En efecto, se dice que no se le puede quitar ni añadir nada. Esto entra dentro del concepto de palabra revelada. Pero éste, en principio, no es mi problema... Yo no he querido tocar ni añadir nada, sino hacerlo de un modo distinto".
Los textos del Nuevo Testamento traducidos por Mira distan bastante de las traducciones que existen en catalán. Mira ha procurado restituirles su dimensión "narrativa" y depurar al máximo las palabras y expresiones que se han ido cargando de ideología y doctrina. Trata de reproducir cómo debió ser la lectura de un contemporáneo "medianamente culto". Así, por ejemplo, utiliza alè sagrat (aliento sagrado) en vez Espíritu Santo, esclat (estallido) por Gloria, culpa o error por pecado, exemple (ejemplo) o comparació (comparación) por parábola, despertar-se (despertarse) o alçar-se (alzarse) por resucitar, copa por cáliz, y carta por epístola. Ha eliminado las notas a pie de página y los títulos y numeración de los versículos que "sólo están ahí para transmitir más claramente la doctrina y facilitar las citaciones". Resume Mira: "Todo esto condiciona la lectura y yo he querido descondicionarla".
Pregunta. ¿Cómo?
Respuesta. He querido enfrentarme a los textos sin prejuicios, sin la ideología y la carga conceptual que se ha ido acumulando a lo largo del tiempo. He tratado de distanciarme de las traducciones más o menos doctrinales y trabajar con las mismas condiciones y criterios con que habría traducido una novela. He procurado ser fiel al sentido original y evitar el uso de palabras reducidas al contexto cristiano, como podrían ser parábola, pecado y cáliz.
P. ¿Por qué los Evangelios?
R. No hay ningún otro libro en la historia de la cultura europea que haya tenido la influencia del Nuevo Testamento. Es el libro con más influencia, no sólo desde el punto de vista religioso y doctrinal, sino también en el imaginario popular, entre la gente culta y la no culta. Y es un libro, como sucedía con la Divina Comedia que traduje al catalán hace unos años, que no se lee o que sólo es leído a fragmentos o por la gente que busca una orientación de tipo doctrinal. El lector normal de literatura no lo lee, lo ve como un texto distante porque las traducciones que existen están pensadas solamente desde el punto de vista de su función doctrinal.
P. ¿Qué le parecen las traducciones disponibles en catalán?
R. Son buenas, homologables a las que se pueden encontrar en castellano, italiano y francés. La que me gusta más es la versión de Montserrat, de 1960, a pesar de que su lenguaje no es el que tendría cualquier otra traducción de narrativa, sino que tiene un tono más solemne. La Bíblia Interconfessional es buena, pero con algunos puntos discutibles porque me parece que se quiere ajustar demasiado a la doctrina. Y la de la editorial Claret tiene un lenguaje popular...
P. ¿Qué puede aportar la lectura de los Evangelios a un lector laico de hoy?
R. Por lo pronto, una lectura tranquila y agradable de unas narraciones que pueden ser disfrutadas por cualquier lector, con independencia de la dimensión religiosa. Además, su componente prodigioso es muchas veces precioso, los consejos o doctrina, expresados en un lenguaje normal, tienen una gran belleza literaria cargada de metáforas e imágenes poéticas. Ahora bien, ¿es esto literatura de alto nivel cultural, como los grandes clásicos? Hombre, no son Sófocles ni Platón, pero su forma es muy original.
P. Da la impresión que la traducción que dista menos de las precedentes es la del Apocalipsis.
R. Puede ser. Seguramente porque el Apocalipsis no utiliza tanta terminología de la que después se ha ido cargando de sentido ideológico. Es una narración mucho más plástica, y tiene aquel lenguaje un poco onírico que se presta a que las traducciones sean más parecidas. No es posible quitarle solemnidad a la traducción porque este libro ya es solemne en origen.
P. ¿Qué diferencias ha encontrado entre este trabajo y el de traducir la Divina Comedia?
R. Es diferente porque la Divina Comedia tiene un componente poético, algo que hay que tener muy presente. Aquí tenía que encontrar un lenguaje comprensible de una forma distanciada sin tocar demasiado toda una tradición de lectura... Y nunca acabas de saber cuándo aciertas del todo. Siempre te quedas con alguna duda... Pero ésta es la gracia de la cosa.
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