El apacible planeta de los simios
La Fundación Mona acoge chimpancés aquejados de trastornos psíquicos como consecuencia del maltrato humano
El circo o la televisión explota las capacidades casi humanas de los chimpancés: su inteligencia, su habilidad o su gracia. Pero no repara en debilidades también muy propias del género humano: una sensibilidad extrema y una gran vulnerabilidad. La Fundación Mona de Riudellots de la Selva (Girona), un centro de recuperación de primates único en España, acoge animales confiscados por la policía y a menudo aquejados de graves trastornos psíquicos.
La veterinaria Olga Feliu, directora y fundadora del centro, empezó a interesarse por los primates en los años noventa, cuando el azar la llevó a vacunar a los perros de un jubilado inglés. No eran los únicos animales que tenía Simon Templer, representante en España de la International Primate Protection League (IPPL). Tras enternecerle mostrándole las crías de chimpancé que tenía acogidas en un bosque de su propiedad, le pidió colaboración para su proyecto.Tras el fallecimiento de Temple, Feliu decidió crear la Fundación Mona en 2000. Actualmente alberga 11 chimpancés y 3 macacos.
Tras cada animal hay una historia dramática. Sara y Nico son los huéspedes más recientes. La chimpancé Sara, de 6 años, tuvo su momento de gloria en el programa televisivo Crónicas Marcianas. Su propietario, residente en Valencia, la sentaba cada semana en el asiento del acompañante de su coche y la llevaba a los estudios de Barcelona. En el plató aparecía disfrazada, entre el jolgorio generalizado, dando palmas o bailando sevillanas. Cuando llegó al centro, Sara ejecutaba compulsivos movimientos de cabeza propios de ciertos enfermos mentales. Su hermano menor, Nico, de 4 años, fue tratado como un hijo por su dueño. Pero hay amores que matan. Contrastando con la gran actividad de los chimpancés, Nico, con vestido y pañales, se pasaba horas sentado en un sofá. Al poco de llegar al santuario, empezó a autolesionarse. Acostumbrado a ser el centro de atención, se empeñó en morderse una mano cuando se veía solo, arrancándose con furia nervios y venas. "Parecía la reacción de un niño malcriado. Durante casi dos meses y medio estuvo mordiéndose cada dos horas", explica Feliu.
Otro de los chimpancés desquiciados es Romie. Su única función era procrear. Cada nueva cría le era arrebatada para ser vendida por cantidades que podían llegar a 12.000 euros. Casi no tiene trato con los jóvenes del santuario. "No es que sea una mala madre, es que no le han dejado aprender. Parece que tema encariñarse demasiado con los pequeños por miedo a que se los quiten", lamenta Feliu.
En el santuario Mona hay otros chimpancés "famosos", como Marco, que hizo el papel de mono Aurelio en un anuncio de Telefónica, o Toni, conductor de ambulancia en un anuncio de McDonalds y que ha acabado con desviación de columna por su largo confinamiento en una jaula demasiado baja.
El episodio más duro llegó el verano de hace dos años. Un rayo propició la caída de un árbol contra la verja, que se convirtió en una excelente rampa de escape para los chimpancés. Dos de los fugados perecieron en dramáticas circunstancias. A Paquito le mató la curiosidad: se metió en una furgoneta de un enfermero y se bebió productos que propiciaron una letal reacción con un dardo anestésico. Pepito, como un malvado forajido de película del Oeste, acabó acribillado a tiros por los Mossos d'Esquadra.
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