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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Investigación y homologaciones

Me licencié en la Universidad Autónoma de Madrid en 1995. En febrero de 1997 marché a Baviera (Alemania) para realizar la tesis doctoral. En un trámite que duró unos diez minutos, el vicerrector de Estudiantes de la Universidad de acogida homologó mi título de licenciado.

Después de varios años de investigaciones en diversos museos e instituciones europeas, el 20 de julio de 2001 defendí la tesis en la Universidad Julius-Maximilian de Würzburg. El 9 de abril de 2002, dicha universidad me entregó el título de doctor. La demora en la entrega se debió a que, en Baviera al menos -ignoro si en el resto de Alemania es igual-, es necesario tener la tesis publicada para recibir el título, o, en su defecto, poseer un contrato de edición que demuestre la inminente publicación del trabajo. En mi caso bastaron unas líneas del editor para que la Universidad de Würzburg expidiera el título. La tesis salió a la calle en octubre de 2002. El editor me envió a casa, con la celeridad y seriedad de que hacen gala los germanos, unos cuantos ejemplares del libro.

En ese momento -nos situamos en el otoño de 2002- me dirigí al Ministerio de Educación y Ciencia para comenzar el proceso de homologación del título de doctor alemán a su equivalente español. Me pidieron para ello una serie de documentos, con sus correspondientes y costosas traducciones juradas, que entregué en el momento de rellenar la solicitud. A partir de entonces, el MEC me ha ido enviando diversas misivas reclamándome ulteriores documentos que, obedientemente, he estado proporcionando sin dilación; llevé el último al registro el 16 de octubre de 2003.

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A un observador externo el proceso le debe parecer muy sencillo: la ciudadana de un país de la Unión Europea (España) se doctora en un país de la UE (Alemania). Se podría pensar que la homologación es algo casi automático. Pero no es así. Estamos en diciembre de 2004 y aún no he recibido respuesta alguna.

La carencia de un título "español" me está cerrando algunas puertas; me es imposible presentar solicitudes para determinadas plazas universitarias españolas.

Este relato invita, a mi juicio, a una serie de reflexiones: 1. ¿Queremos realmente una UE en cuestiones de educación y universidades? En caso afirmativo, ¿por qué no se demuestra, por ejemplo, agilizando los trámites de homologación de títulos? 2. ¿Desea de veras el Gobierno desarrollar una política científica que se equipare a la del resto de países desarrollados? Si es así, ¿por qué no lo hace? La tercera reflexión es mucho más tétrica, pero sé que no soy la única a la que le ha pasado por la cabeza: ¿no será que, simplemente, se espera que muchos investigadores volvamos a hacer las maletas y nos marchemos, esta vez para no regresar nunca más.

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