Desesperación vital
Es una de esas películas que necesitan de la complicidad del espectador para que cumplan su objetivo. Si éste decide quedarse fuera, ver la historia sentado cómodamente en su butaca sin darle vueltas a la cabeza sobre qué haría él en cada situación, Clandestino se convertirá en una cuesta arriba imposible de sobrellevar.
Como ya hiciese el británico Michael Winterbottom en In this world (2002), el francés François Dupeyron ha querido aportar su granito de arena cinematográfico al candente tema de la inmigración ilegal con una fórmula tan arriesgada como apasionante: utilizar la cámara y la narración para que el espectador se sienta dentro de lo que le están contando. Si en In this world había que convertirse en un inmigrante más, corriendo en la oscuridad de la noche en busca de la frontera de cualquier país más desarrollado, en Clandestino hay que colocarse en la piel de una mujer francesa que, por motivos ajenos al tema central, ha decidido ayudar a un inmigrante a alcanzar su tierra prometida, esta vez radicada en Inglaterra.
CLANDESTINO
Dirección: François Dupeyron. Intérpretes: Marie Payen, Eric Caravaca, Françoise Lebrun, Mar Sodupe. Género: drama. EE UU, 2004. Duración: 100 minutos.
Los dos protagonistas son unos desesperados vitales; el hombre se supone que a causa de la ausencia total de expectativas en su país de origen, y la mujer como consecuencia de la muerte de su marido tras una larga y penosa enfermedad. La necesidad de ella de lanzar un desgarrador grito de dolor al mundo va a transformarla en una imprescindible ayuda para él. Su vida parece haber dejado de tener sentido, pero el encontronazo con este inmigrante le va a devolver no la alegría, sino al menos las ganas de respirar.
Nerviosa cámara
Dupeyron narra su odisea a través de una nerviosa cámara en mano con la que no pretende mostrar al respetable el lamentable panorama de la inmigración ilegal, lo que quiere es introducirlo directamente en ese mareante viaje existencial y real, aunque sea por medio de la narración pormenorizada (y parsimoniosa, quizá excesivamente en la media hora inicial) de la ayuda física prestada, desde la elaboración de un café bien caliente hasta la confección de una hoguera en una chimenea.
A pesar de que esa descripción del minuto a minuto puede ser un tanto desesperante, lo que pretende Dupeyron en esos aparentes tiempos muertos es que cada uno comience a analizar qué haría él en esa situación (el 99%, salir corriendo). El autor de la espléndida El pabellón de los oficiales (2001) y ganador de la Concha de Oro del Festival de San Sebastián por ¿Qué es la vida? (1999) llega a obviar en la primera parte de Clandestino el mundo que hay alrededor de esa mujer aparentemente perdida. De hecho, ni siquiera muestra a su pequeña hija: se le oye hablar con ella en una conversación (que apenas se entiende) mientras la abuela recoge sus juguetes en el salón contiguo. Como consecuencia de todo ello, Dupeyron apenas da explicaciones sobre su obra y, en la parte final, prefiere utilizar el simbolismo a través del cual puede entenderse su historia: una pelota une las vidas del inmigrante y de la hija de la mujer, pero una calle cortada por obras y un enrejado separa los irreconciliables mundos de la salvadora y el liberado.
Babelia
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