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CÁMARA OCULTA | NOTICIAS Y RODAJES
Columna
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Nadie está contento

Estamos buenos. Ahora resulta que el cine norteamericano que ha invadido las pantallas de todo el mundo no existe como tal. El director y actor John Landis ha declarado en el festival de Sitges que la industria americana del cine está controlada por capitales extranjeros, especialmente alemanes, japoneses y británicos. Extiende su queja a que los productores europeos no quieren trabajar con directores americanos, mientras que en su país resulta cada vez más difícil hacer películas interesantes porque los grandes estudios exigen que sólo sean ñoñerías aptas para todos los públicos.

Martín Scorsese no le va a la zaga en su protesta. Asegura que El aviador, que se estrenará en Estados Unidos a mediados de diciembre para poder competir en los Oscar, será su última película realizada con grandes estudios. A partir de ahora, promete, se volcará en producciones pequeñas e independientes que le devuelvan la libertad creativa. No le son necesarios esos apabullantes medios técnicos que le coartan más que ayudarle. Ya no va a necesitar los 20 millones de dólares necesarios para contratar a Julia Roberts o a Cameron Díaz, ni los 15 millones que Nicole Kidman cobra por película (son cifras que ha publicado Hollywood Reporter. También a Sean Connery le han puesto un alto precio esta semana. La galería Christie's va a subastar unas fotos de los años cincuenta en las que el actor posó desnudo).

Fuente de ideas

¿Habrá llegado el momento del cine europeo? Así lo cree Wim Wenders, el presidente de la Academia del Cine Europeo, que mañana hará entrega de los premios al mejor cine del año, uno de ellos a Carlos Saura por toda su carrera. Dice Wenders que hasta el público norteamericano necesita películas europeas como "una fuente constante de ideas y de rejuvenecimiento". No es tan claro que sea así. El crítico Ángel Quintana ha escrito esta semana que el cine europeo ha envejecido. Basta con fijarse en la edad de sus emblemáticos directores: Bergman, Antonioni, Rohmer, Manoel de Oliveira, Godard, Chabrol, Olmi... La creatividad que desarrollaron durante los sesenta y setenta ha sido reemplazada, según el cronista, por la de los simples artesanos de hoy, "más o menos brillantes" pero sin el impulso genial de aquellos maestros. Como lo es Fernando Fernán-Gómez, a quien rendirán homenaje en el festival de cine español de Nueva York. Naturalmente, Ángel Quintana destaca la obra de magníficas excepciones en el panorama del actual cine europeo. Pero su diagnóstico es desalentador.

Así que estamos buenos. Los de allí dicen que no pueden trabajar a gusto, y los de aquí que el buen cine europeo ha desaparecido. Como de costumbre, la realidad es la de las propias películas, y de uno u otro lado, afortunadamente nos siguen llegando.

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