Un cuento narra cómo una familia vasca fue a China a buscar a su hija adoptiva
La princesa que vino de China narra una historia cada vez más común. Un cuento que no podría haber sido escrito más que ahora, cuando la adopción internacional es una opción más para muchas parejas que se plantean su paternidad y para muchas mujeres solas que abordan su maternidad. Cuando no es extraño ver a unos padres españoles acompañados de un hijo africano, chino, indio o latinoamericano, por citar algunas procedencias más llamativas.
Marga Martín y Josu García, un matrimonio de barakaldeses, se enfrentaron a ello hace cinco años. Ya tenían un hijo, Ian, y cuando pensaron en el segundo se abrió la posibilidad de la adopción internacional. Ambos habían viajado a China varias veces y les atraía mucho el país y su cultura. Una vez que empezaron a tramitar los papeles de la adopción, descubrieron que China es un país "más favorable, limpio y organizado a la hora de hacer los trámites", indica Josu García, un publicista que se ha visto inmerso en el complicado mundo de la edición.
Él y su mujer, Marga, fueron a recoger a Nahia Chun en 2000. La niña tenía 10 meses. Con el tiempo esa niña se hizo un poco más mayor y comenzó a hacer preguntas. "Quería saber porqué no había salido de la barriga de su amatxu como su hermano", recuerda Josu García. La madre comenzó a contarle un cuento a la pequeña, una historia de unos padres que buscaban una princesa muy especial, tanto que no la encontraban y tuvieron que ir hasta China a por ella. La pequeña pedía el cuento cada noche y, de tanto oirlo (siempre igual, sin cambiar una coma, como les gusta a los pequeños), su padre acabó escribiéndolo.
"Yo estoy estudiando chino, aprendiendo los caracteres, y de los cuentos con pictogramas saqué la idea de introducir algunas palabras chinas en el cuento de mi hija", explica García. La princesa que vino de China se aproxima a esa escritura con doce caracteres. Uno de ellos es el nombre de la hija, Chun, que quiere decir primavera. En el cuento se narra el viaje de los padres, en la historia unos reyes, en busca de la niña, una princesa deseada. Por supuesto, el hermano real, Ian, es otro de los personajes.
Lo que se inició como un cuento familiar fue tomando forma de libro que Marga Martín y Josu García quisieron regalar a otros padres que habían hecho con ellos el viaje a China a recoger a sus respectivas hijas adoptivas. Un amigo les ilustró la historia, el dibujante Juanjo Barón, y el profesor de chino Lin Xuwei se encargó de la caligrafía en su idioma.
De ahí a considerar su edición medió sólo la imprenta, o mejor, el precio de las reproducciones. "Es igual hacer una tirada muy pequeña que de una cantidad significativa. Así que nos embarcamos en su publicación", confiesa García, que pagó de su bolsillo esos mil primeros ejemplares, en castellano.
El éxito del cuento le ha sorprendido, transmitido por el boca a oreja principalmente. Su presentación es estos días, en la feria de Durango, donde se encuentra también en euskera, recién salida de imprenta (12 euros), una traducción realizada por la propia Marga Martín. "Además, en breve lo publicaremos en catalán, en gallego y en inglés", revela un emocionado García, que ya piensa en darle continuidad a su primera labor editorial. "Creo que haremos alguno más. Al final, se trata de contar historias a nuestros hijos", dice, aunque sabe que su cuento se convierte en un regalo para otros niños, aquellos que no ven reflejada su propia realidad en los cuentos infantiles.
"No pensé que iba a llamar tanto la atención, aunque comprendo que no hay nada igual en el mercado", reconoce García, un neófito escritor de cuentos que se azora al oir que La princesa que vino de China cubre un hueco en los relatos infantiles.
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