¿Un sistema de I+D+i más dinámico y eficaz?
Del artículo del secretario de Estado de Universidades e Investigación, Salvador Ordóñez (EL PAÍS, 6-12-04), hay que resaltar su honradez al reconocer que "en los Presupuestos Gene-rales del Estado para 2005 el incremento de la parte pública haya sido notablemente inferior a las expectativas" y sus deseos de "abrir un gran debate social sobre el funcionamiento del sistema ciencia-tecnología-empresa" que "debiera culminar en un Pacto de Estado". Más allá, sin embargo, el artículo programático incurre en tópicos y sólo establece líneas comunes -y demasiado vagas- de actuación. Por ejemplo, atribuye "al fracaso del Ministerio de Ciencia y Tecnología" el agotamiento de un modelo que no incentiva la participación del sector privado en I+D+i. En temas de I+D, y en especial si se quiere hacer un debate serio, mejor seguir un método más científico.
Como acaba de anunciar el INE, en el año 2003 España ha alcanzado el 1,10% de gasto en I+D sobre el PIB. En 1998 esta proporción era el 0,88%, una cifra ya alcanzada en 1992. Resulta que, desde los principios de los años sesenta, aparte de dos países pequeños (Austria e Irlanda), sólo Corea ha realizado una transición entre estos niveles más rápida. En estos cuatro años, el número de investigadores crece el 50%, y el de los investigadores en las empresas, el 82%. Sólo en la tercera legislatura (1986-1989), en los años en que España, partiendo de cifras muy bajas (0,55% I+D/PIB), conoce el tirón de su entrada en la UE, ha habido un crecimiento mayor de estos índices. Además, el porcentaje de empresas industriales innovadoras ha pasado del 9,6% en 1996 al 26,2% en 2002, el gasto en innovación en los sectores de alta tecnología crece el 38,4% entre los años 2002 y 2000, etcétera. ¿A esto se le llama fracaso? ¿Es en base a esta percepción distorsionada que se desmanteló el Ministerio de Ciencia y Tecnología? Cabe recordar que a estas alturas de la legislatura, dicho ministerio ya había realizado una inversión sin precedentes de fondos en parques científicos y tecnológicos, puestas las bases para programas de recursos humanos, como el Ramón y Cajal o el Torres Quevedo, etcétera. Ojalá que la historia futura en I+D+i sea tan brillante que haga que lo que hasta ahora son años estrella de esta historia aparezcan como fracaso. Pero para esto no es suficiente reconocer que no se está haciendo lo prometido, llamar al debate y trazar líneas vagas de actuación. ¡Inversión, reformas en profundidad, y por los datos se les conocerá.
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