_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El presidio cubano

Antonio Elorza

El argumento habitual esgrimido por los defensores del castrismo consiste en recordar que existen otros muchos países en que hay miseria, violación de los derechos humanos y ausencia de libertad política. Es cierto, pero en este orden de cosas un clavo no arranca a otro clavo. Ni el nazismo justifica los crímenes de Stalin, ni el comunismo soviético los de Hitler. Ni el imperialismo justifica la barbarie del terrorismo islámico, ni los atentados de Al Qaeda hacen bueno a Guantánamo. Existe además una razón adicional para que en España se manifieste una sensibilidad especial hacia cuanto sucede en Cuba, ya que la isla no solamente fue nuestra última colonia del viejo imperio, sino que en ella viven muchos descendientes de españoles, incluso familiares cercanos, por lo cual su desgracia es en buena medida la nuestra, la mía.

La circunstancia actual no es la mejor para reflexionar desde España sobre lo que está sucediendo en la isla, a pesar del protagonismo voluntario que nuestro Gobierno asume en cuanto al cambio, a su juicio imprescindible, de la política de la UE. El aún cercano caso Venezuela muestra de un lado la debilidad de la gestión del ministro Moratinos y de otro, con mucha mayor intensidad, la creciente violencia con que el PP lleva a cabo su labor de oposición. El error de Moratinos fue más allá de lo declarado en su confesión, al convertir su revelación sobre el apoyo de Aznar al golpe en un homenaje indirecto a Hugo Chávez, hoy plenamente legitimado por el último referéndum, con ideas claras en cuanto al nacionalismo, a la solidaridad latinoamericana y al antiimperialismo, pero que como me recordaba una buena conocedora del tema aún no ha traducido en actos positivos sus propósitos de reforma, y que deja planear una amenaza sobre la libertad de expresión. Sólo que el apoyo, o si se quiere un visto bueno favorable de Aznar al golpe anticonstitucional, existió, mostrando el ministro las oportunas pruebas documentales. No había, pues, base para la tremenda agresividad de los voceros del PP. Así no vamos a ningún lado.

Para Cuba, es lo peor. Tal y como advirtió Elizardo Sánchez, sólo falta que los grandes partidos españoles hagan de la cuestión cubana un arma arrojadiza. Aquí sería bueno que el PP, en vez de sacar la caja de los truenos, invitara al Gobierno a razonar, dado que una vez más la política exterior socialista pisa el mismo terreno pantanoso que en el problema del Sáhara. Aceptemos que la política de sanciones de la UE había sido a corto plazo ineficaz en cuanto a su principal propósito, lograr pronto la libertad de los encarcelados, y que el cerco puesto a las embajadas europeas las maniataba. Ahora bien, si había que rectificar, la UE contaba con medios suficientes para buscar discretamente un acuerdo sin ofrecerle de antemano y en público a Fidel una rendición incondicional, como la presentada en la Embajada española el 12 de octubre.

Así, encima de imponer a los cubanos demócratas las condenas que su santa voluntad le dicta, Fidel Castro puede presentarse ahora como ejemplo de magnanimidad porque libera a unos cuantos opositores enfermos, rebajados a disidentes. De paso, el Gobierno español se salta por su cuenta las instancias europeas, reacias al cambio, para ponerles ante el hecho consumado con el señuelo de unos presos en la calle. A la vista de la normalización privilegiada para España, Madrid calla y otorga. Es un comportamiento que poco tiene que ver con la política exterior de la Europa democrática y que en cambio recuerda los usos que yo bien conocí del Partido, con mayúscula, como si al mismo pertenecieran los actores principales de este episodio. Fidel celebra su victoria imponiendo el ritmo del goteo, feliz y siniestro a la vez, en las excarcelaciones. ¿Podremos celebrar la liberación de los setenta y cinco? ¿Permitirá Fidel que de tarde en tarde los diplomáticos europeos saluden a los disidentes?

El desenlace auspiciado por España puede entusiasmar a los inversores y a Izquierda Unida. Logrado por el cauce descrito, difícilmente logrará otra cosa que consolidar al régimen. Por eso, al lado de la celebración por cada liberado, la prensa democrática debiera dejar constancia de cuántos demócratas cubanos siguen en prisión, por cuánto tiempo y con qué motivo. A no ser que se busque encarrilar la isla hacia la vía china.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_