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Una ducha diaria como hecho diferencial

Manuel Planelles

Juana conoció a Stefan hace dos años. El 6 de noviembre de este año se casaron. Ella tiene 26 años y es de Montoro (Córdoba), él tiene 24 y nació en Rumanía. Juana cuenta que su marido llegó al pueblo hace dos campañas para trabajar en la aceituna. Llegó como lo hacen sus compatriotas ahora, con un visado de turista y sin permiso de trabajo. El padre de una amiga de Juana le dio trabajo en su cortijo. "Primero dormía en la cochera, luego pasó a la casa y luego lo conocí yo", cuenta Juana, quien afirma que la gente del pueblo le dice que su marido es diferente al resto de los rumanos. Ella les responde que la única diferencia es que Stefan se puede duchar todos los días.

Rafael Jiménez, coordinador de política migratoria de la Junta en Córdoba, sostiene que la inmigración produce rechazo "dependiendo del país del que provienen los inmigrantes". Para Jiménez, el verdadero rechazo es hacia la pobreza.

Una gran parte de los inmigrantes que deambulan estos días por la provincia de Córdoba en busca de tajo no tiene el permiso de trabajo. Confían en que algún empresario termine por pedirles que recojan sus aceitunas. Pero la desprotección que supone trabajar fuera de la legalidad hace que surjan algunas situaciones de explotación.

Juana sostiene que hay empresarios que pagan menos de lo que deben a los temporeros inmigrantes y que les hacen trabajar más horas de las estipuladas en el convenio: El problema es que "ellos mismos se ofrecen para trabajar por 15 euros la jornada", cuando el convenio ronda los 55 euros.

En el lado opuesto, Juana sitúa a los vecinos que sí están ayudando a los inmigrantes con ropas y alimentos. "Incluso hay una señora mayor que ha abierto su casa para que puedan dormir allí", afirma.

Pero las situaciones de explotación no sólo devienen de la relación entre trabajador y empleador. George Matcovscai, otro joven rumano que espera en la plaza de España de Montoro a que llegue algún patrón, cuenta, en voz baja, su historia. Ha llegado al pueblo hace tres días y duerme en el local de Cáritas. Antes estuvo trabajando en Valladolid tres meses.

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Cuenta que allí vivía con una familia de compatriotas que le proporcionaron un trabajo. "Ellos se buscaron gente para no tener que trabajar", afirma George.

El problema era que el sueldo no iba directamente de las manos del empresario a las de George. Pasaba por las de la familia con la que vivía el joven rumano en una infravivienda. El inmigrante les tenía que devolver el dinero prestado para venir a España, el alquiler de la casa, la gasolina del coche y "una comisión" que rondaba los cinco euros diarios.

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Sobre la firma

Manuel Planelles
Periodista especializado en información sobre cambio climático, medio ambiente y energía. Ha cubierto las negociaciones climáticas más importantes de los últimos años. Antes trabajó en la redacción de Andalucía de EL PAÍS y ejerció como corresponsal en Córdoba. Ha colaborado en otros medios como la Cadena Ser y 20 minutos.

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