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Reportaje:

La nueva estrella del tenis

Rafael Nadal tiene todas las bazas para convertirse en uno de los 10 mejores tenistas del mundo. Con sólo 18 años, el joven mallorquín ha sido la revelación del equipo español que juega la final de la Copa Davis la próxima semana en Sevilla.

Rafael Nadal, al gritar de júbilo, alza la cabeza, ahueca la boca, frunce el ceño, cierra los ojos y lanza directos al aire con un puño cerrado: "¡Vamos!". Guerrero y retador, el tenista mallorquín, de 18 años, es todo un fenómeno popular que alterna el nervio y la agresividad en la pista con la frialdad y la templanza del acero.

Con la melena negra atrapada en un turbante blanco y la tez morena, Nadal ha fijado con este gesto plástico de empuje y autosatisfacción su estampa de triunfador en las pistas del circuito mundial, en el que pugna por entrar en el top-ten, el club de los 10 mejores jugadores.

El gesto y la vehemencia juvenil del grito -un poco al estilo del crack Lleyton Hewitt- señalan una jerarquía, y remiten a un fotograma de una película con un jefe apache o a una metáfora del perfil jubiloso y arrogante de un felino en la selva. "Nunca pensé qué características de un animal salvaje (velocidad, elasticidad, resistencia, potencia) encajarían en el estilo de mi juego. Jamás en mi vida. No tengo ni mascota", dice Rafael, sorprendido por la descripción. "Sí me considero un jugador potente, que juega agresivo".

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Rafael Nadal es el rostro exultante que se fijó en la retina de miles de espectadores cuando salvó el pase a la final de España en la Copa Davis, o al derrotar en Miami a uno de los números uno, Roger Federer.

El descubrimiento de Nadal se produjo al vencer, hace dos años en Hamburgo, a su íntimo compañero y también mallorquín Carlos Moyà. "No me dio pena ganar a Moyà, un buen amigo y una estrella del circuito. Me supo mal por él, no por mi victoria. Jugó bastante mal aquel día, se puso nervioso. Yo siempre salgo a ganar y quiero ganar, aunque sea hermano o un gran colega. No conozco a nadie que salga a no ganar. Si Carlos hubiera competido a su nivel y estilo, me habría ganado", manifiesta. Lo mismo dijo de la victoria con Roger Federer, "que lo tiene todo y hace cosas ahora mismo que nadie sabe hacer. Fue increíble derrotarle, un sueño. Si hubiéramos jugado bien los dos, él me hubiera vencido. Es el mejor en la actualidad. De todos los jugadores que he visto me interesa Pete Sampras. Recuerdo en la televisión un encuentro impresionante de él con André Agassi, otra estrella que aún compite".

El sonido agudo de una sirena marca el final del tiempo en las solicitadas pistas del club de tenis Manacor, la ciudad donde nació Rafael Nadal y en la que vive cuando no compite o viaja por el mundo de torneo en torneo. "He ido a muchos países y ciudades, pero no los conozco. Entreno, juego, descanso en el hotel y otra vez al aeropuerto. Lo más cansado son los largos viajes y el cambiar de clima, pero mucho más duro es una derrota tras un mal partido".

Como a cualquier joven de su edad, a Nadal le entusiasman los juegos de ordenador y las carreras de fórmula 1: "Me gusta jugar con la Play Station en las horas muertas, pero nunca al tenis imaginario. Con mis amigos y con otros tenistas charlamos por Internet".

Rafael Nadal es para los especialistas una estrella emergente, el mejor de su generación y el más precoz, con una trayectoria parecida a la que tuvieron las grandes figuras como Michael Chang, Hewitt, Moyà, Becker o el ya histórico Borg. "No se puede decir que Rafael haya sido programado con un molde desde niño o que sea producto mío, no", afirma Toni Nadal, de 44 años, su tío, entrenador y asesor, que ha dirigido desde los tres años de edad la evolución de Rafael. "A mí me corresponde guiarle para que sea siempre correcto. Es un joven normal, buena gente".

Las paredes del club de tenis de Manacor están decoradas con carteles y fotos de Nadal, pero allí es sólo Rafel, a secas, como le llaman en su casa, o Rafalet, que evoca al niño que con ocho años sorprendió a todos al proclamarse campeón. "No me acuerdo de cuando empecé. Era muy pequeño… A los tres o cuatro años, ya toqué la pelota porque mi tío Toni era profesor de la escuela del club. Seguí y continué, como cualquier otro chico normal. Jugué por hobby. Entrenaba sin plantearme ser un profesional. Poco a poco jugué mejor. Fui campeón de España a los 11 años y a los 12, y campeón de Baleares a los ocho años".

Rafael Nadal soñó de niño con ser una estrella del fútbol; como su tío, Miquel Àngel Nadal, futbolista del Mallorca y antes del Barcelona. "Jugué al fútbol hasta los 12 años, con el Manacor. Ahora ya no juego al fútbol, sería peligroso porque podría lesionarme".

Nadal es un tenista metódico, calienta en el vestuario y tiene una manía: ducharse siempre antes de jugar. Jugando, al golpear la pelota con fuerza emite un gemido-exhalación muy característico. Maneja la izquierda y agarra la raqueta con las dos manos. "Soy zurdo en el tenis y en el fútbol, pero para para comer o escribir soy diestro. No creo que ser zurdo en el tenis suponga tanta ventaja como dicen. En el circuito hay bastantes zurdos y no se ve descompensación en los resultados frente a los diestros", afirma.

A los 18 años, con 1,85 metros de estatura y 82 kilos de peso, Nadal rechaza tener ventaja por ser el más joven de los torneos : "Todos están muy preparados físicamente, y en el tenis no necesitas reventarte. Un tenista de 27 años está igual o mejor que yo. La suerte es mínima. Hay gente que desarrolla la potencia y saca muy fuerte, y cada uno tiene su virtud. En el tenis actual es determinante la potencia".

Rafael Nadal no es un tenista obsesionado con el tenis. Ni tiene pista en su casa, ni la desea. "Ya me basta con las que veo en la competición y las del club Manacor, a dos minutos de mi domicilio. No hace falta ver más las pistas", subraya este profesional que en 2003, a consecuencia del éxito, dejó aparcados sus estudios en el instituto público al que acudía. "El tenis le fue muy bien la pasada temporada", dice su tutor deportivo, Toni Nadal, que lleva 15 años moldeando la carrera del joven prodigio.

"Los jugadores que triunfan no se inventan. Quien funciona o falla es el deportista", advierte el entrenador. "Estoy con él desde que empezó. Compitió y ganó a los ocho años; empezó a destacar muy joven, primero en España y después en Europa, y finalmente entró en el circuito. Todo es muy duro. De pequeño intentaba corregirle los golpes, luego enseñarle el juego y competir".

Rafael Nadal -igual que Moyà o Juan Carlos Ferrero- triunfa en el deporte y también como un icono publicitario adolescente gracias a su imagen y estilo personal. Tímido, mediterráneo, con rasgos y gestos carismáticos -"no me creo un sex symbol", afirma-, lleva ya seis años con contratos con las grandes marcas deportivas para que use sus prendas y exhiba sus emblemas.

Nadal tiene los pies en la tierra y, a pesar de su juventud, sabe que lo suyo es pura afición. "No creo que se pueda decir que mi carrera fue diseñada desde niño para ser un triunfador, un campeón profesional. No te das cuenta; las cosas van pasando, llegas y estás. Entreno igual que un tenista que está el número 1.000 de la clasificación y que a lo mejor no le consideran profesional". Cada día, Nadal se emplea a fondo con la raqueta durante tres horas y media en la pista, y luego una hora más en entrenarse. "Hago trabajo físico, corro o voy al gimnasio".

Decenas de tenistas del club miran con arrobo a Rafael Nadal, su tenista figura. "Aquí es todo muy tranquilo. En Manacor me conocen desde siempre, soy uno más y no tengo por qué cambiar en nada. Es la suerte que tenemos Moyà y yo en Mallorca. Pocos tienen la misma tranquilidad que disfrutamos nosotros aquí".

Sintoniza con los gustos musicales de la mayoría. A Nadal le gustan Maná, Bon Jovi y Bryan Adams. En el cine admira a Morgan Freeman y Denzel Washington, y no se inclina por ninguna actriz ni modelo. "No tengo actrices preferidas y no sigo demasiado el mundo de la moda. ¿Novia? No tengo", afirma un tanto inquieto.

Su mentor y manager, Toni Nadal, observa la entrevista desde lejos, sin intervenir en ella. "Por preguntas no será", apostilla el tenista, que pelotea contra la tierra y juega con la raqueta mientras tanto. "No suelo leer lo que escriben de mí ni controlo las páginas que tengo en Internet", afirma.

Rafael Nadal quiere aparentar frialdad y distancia. Cuando se le comenta su anuncio de una nueva marca de galletas, apostilla rápido: "No me he visto en televisión". Pero sí repasa con detenimiento sus partidos grabados en vídeo. "Los errores los noto en el juego. Siempre me acuerdo de los que juego bien y también de los que juego muy mal. Los partidos normales se olvidan".

Después de millones de golpes entre sobrino jugador y tío entrenador, el joven tenista se carcajea al preguntarle si su tío, de 44 años, le gana alguna vez. "Si me ganara sería profesional ahora…, si estuviéramos igualados seguro que lo probaría. Mi tío Toni había competido en Barcelona, llegó a ser el número 25 o 30 de España".

El manager toma la palabra: "Yo fui mucho peor que él", dice, y resalta su discurso sobre la gran batalla del tenis actual: "Los jugadores saben que siempre pueden perder, y esto les agota mucho a todos. El agotamiento mental llega a final de año. El tenis de hoy día requiere un inmenso esfuerzo psicológico. Siempre estás en la cuerda floja, de torneo a torneo".

Nadal tiene claro que aún no ha llegado a la meta. "No he alcanzado todo lo que desearía a mi edad. Espero llegar al top-ten, es mi meta. Lo era ya este año y me lesioné, pero voy hacia allí. Había empezado bien, pero todo el mundo quiere estar en el top".

Rafael Nadal tiene todas las bazas para convertirse en uno de los 10 mejores tenistas del mundo.
Rafael Nadal tiene todas las bazas para convertirse en uno de los 10 mejores tenistas del mundo.TOLO RAMÓN

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