_
_
_
_
Reportaje:PANORAMA DE LAS LETRAS EN CATALÁN

Bífidos y activos

Una consecuencia del bilingüismo de Cataluña es la coexistencia de dos lenguas en un mismo marco cultural. Un marco que, a su vez, es el resultado de sumar múltiples herencias. Durante años se propagó el perverso malentendido de que tan catalana era la literatura escrita en catalán como la escrita en español desde Cataluña, hasta que se fue aceptando que, a diferencia de las culturas, politeístas y multiformes, las literaturas se definen por la unidad, frágil o potente, de una lengua. No es fácil trasladar esta realidad a la industria. Hay escritores que empezaron en catalán y se pasaron al castellano (Terenci Moix) y otros que escriben en castellano pero que, para sus obras de teatro, optan por el catalán (Eduardo Mendoza). La casuística, pues, depende de algo tan sano como el libre albedrío. Topografía de la narrativa local: a) los que publican su narrativa en catalán (Jesús Moncada, Imma Monsó, Emili Teixidor, Toni Sala, Empar Moliner), b) los que publican su narrativa en español (Enrique Vila-Matas, Juan Marsé, Ignacio Vidal-Folch, Carlos Ruiz Zafón, Javier Cercas) y c) los que optan por una combinación de ambas, como Valentí Puig.

El catalán retrocede como lengua literaria a cambio de consolidarse como lengua comercial
Más información
"La literatura en catalán no tiene en España la consideración que se merece"

Prueba de que los lectores catalanes son hiperactivos es que a la convivencia de tantas plumas se suman las traducciones catalanas de autores contemporáneos o clásicos y, en los últimos años, novelas de éxito escritas en castellano y que, por afán comercial, se traducen al catalán (Soldados de Salamina, La sombra del viento). Esto, que podría parecer un vodevil con puertas y armarios en los que se cuecen traiciones y adulterios, produce pocas zonas de fricción. En lugar de guetos, hay una promiscua tierra de nadie donde el catalán retrocede como lengua literaria a cambio de consolidarse como lengua comercial y donde se respira cierto fairplay entre los unos, los otros y los que son a la vez unos y otros. Mientras el mercado absorbe la diversidad, los canales de promoción se saturan e imponen la ley del más fuerte.

Pese a estas carencias, autores catalanoescribientes como Quim Monzó o Albert Sánchez Piñol han obtenido éxitos equiparables en ventas y repercusión internacional a idiomas como el sueco o el polaco. En este contexto, Barcelona ha sido la metrópolis de un fenómeno bífido y activo. Por un lado, la ciudad no enterró el éxito de los catalanoescribientes propios (Josep Maria Sagarra), ni, en pleno franquismo, la simbólica vigencia de los poetas (Salvador Espriu, Pere Quart) y, más tarde, normalizó su prosa (Mercè Rodoreda, Baltasar Porcel, Montserrat Roig). A eso hay que añadirle la condición de imán para autores latinoamericanos. ¿La razón? Algo tuvo que ver Carmen Balcells, que convirtió Barcelona en la ciudad con más agentes literarias por metro cuadrado. Pero, sobre todo, es básica la aportación de catalanes de expresión española (Francisco Casavella, Manuel Vázquez Montalbán, Félix de Azúa), protagonistas, junto a los catalanoescribientes, de esta evolución. Tras darle muchas vueltas, pues, se acaba volviendo a la dialéctica del vaso medio lleno o medio vacío. El lado optimista cree que todo suma. El pesimista sospecha que tanta diversidad atomiza el pastel y rompe la ecología cultural.

Cuando la Feria de Guadala-

jara formalizó su invitación a la cultura catalana, optó por la denominación más diplomática. En la lista de invitados, no obstante, echo de menos un nombre que hace poco se instaló en Barcelona y que reúne todas las características para convertirse en el perfecto culturero catalán universal, mestizo y barcelonés. Se trata de Jordi Soler, autor de una novela reciente sobre el exilio titulada Los rojos de ultramar. Nació en México, hijo de una catalana y de un mexicano. Pasó su infancia en la selva de Veracruz, en una colonia fundada por republicanos catalanes que impusieron su lengua y Cataluña como el País de Nunca Jamás. Tras una consolidada carrera literaria en México, vive en Barcelona (Sant Gervasi DF) con su mujer y sus hijos, con quienes ha recuperado el catalán de su infancia. Soler, que lleva un nombre habitual aquí y exótico en Acapulco, escribe en mexicano sobre sus ancestros, colabora con publicaciones mexicanas y españolas, se entusiasma con los textos de Josep Pla y tararea canciones de Sisa. ¿Por qué no lo incluyeron en la delegación que viajará a México con la nada fácil tarea de explicar el entuerto de la identidad cultural catalana (una mezcla de isla inaudita, comedia ligera, laberinto de aceitunas y cripta embrujada)? Porque Soler llegó hace poco y los activísimos comandos de mandarines aún no han tenido tiempo de etiquetarlo.

Los escritores Juan Marsé, Eduardo Mendoza y Enrique Vila-Matas, de izquierda a derecha, en Barcelona.
Los escritores Juan Marsé, Eduardo Mendoza y Enrique Vila-Matas, de izquierda a derecha, en Barcelona.CONSUELO BAUTISTA

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_