El Dalí escritor hace sombra al pintor

"Creo que soy mejor escritor que pintor. Y en esto coincidía con mi padre. Lo importante de mi escritura no es el estilo, ni la sintaxis, ni los recursos discursivos; lo importante de mi escritura es sencillamente lo que digo, y esto llegará el día en que será aceptado". A estas alturas del año de su centenario, está claro que Salvador Dalí, autor de estas palabras, está a punto de ser plenamente aceptado no ya sólo como pintor, sino también como escritor. Esta faceta la aborda de manera amplia la exposición Dalí, una vida de libro, que puede verse hasta el 6 de marzo en la Biblioteca de Cataluña.

La relación de Salvador Dalí (Figueres, 1904-1989) con los libros es larga y extensa. Los leyó, los escribió, los ilustró y los provocó. Se cuentan por centenares las obras que versan sobre Dalí, incluidos algunos del propio artista, que se tenía a sí mismo como un tema literario de gran interés, algo en lo que muchos han estado de acuerdo. La mejor manera de comprobarlo es leyéndolo -Destino está publicado la obra completa y de los dos primeros volúmenes ha vendido ya 4.000 ejemplares de cada uno-, pero para entrar en tema vale la exposición que ayer se inauguró en Barcelona. Organizada por la Generalitat a través de su centro Krtú, reúne un conjunto de 386 piezas provenientes de colecciones, museos y bibliotecas de todo el mundo, además de otro imponente conjunto de 231 piezas que pertenecen a los fondos de la propia Biblioteca de Cataluña. Desde libros escolares sobre los que dibujaba en sus márgenes, al borrador del telegrama en el que daba la bienvenida a Franco en 1975, pasando por cartas, primeras ediciones de sus libros, ilustraciones, libros de artista o artículos.

Dalí, una vida de libro ha sido organizada por todo un equipo de comisarios, dirigidos por Vicenç Altaió, que han intentado abordar la faceta literaria de Dalí desde todos sus ángulos. Daniel Giralt-Miracle se ha encargado del análisis de las lecturas del artista, tanto las de juventud como las de sus últimos años en Port Lligat, al tiempo que revisó también la pasión del artista por el aspecto puramente físico de la letra y por la composición gráfica. Es curioso, porque si un cosa llama la atención en los textos manuscritos de Dalí son sus "vesos" (besos), es decir, su apabullante abundancia de faltas de ortografía. "Es una anécdota menor porque, además, en los escritos de sus años jóvenes no hay tantas faltas, lo que hace sospechar que después las hacía a propósito, para provocar", indica Giralt-Miracle, para quien la exposición permite contrastar la visión de Dalí como un pintor literario junto al literato plagado de imágenes pictóricas.

La muestra, que cuenta con la colaboración de la Fundación Dalí de Figueres, está organizada de forma cronológica en función de la biografía del artista y se ha dividido en seis ámbitos. De todos estos apartados se encarga Ricard Mas, estudioso del artista y autor del libro Universo Dalí (Lunwerg), para quien no ha lugar el discutir si Dalí era mejor pintor que escritor o viceversa. "No restan, suman. Picasso era un gran pintor y un pésimo escritor; Alberti era un gran escritor y un pésimo pintor, y Dalí era a la vez un gran pintor y un gran escritor", afirma Mas.

En el primer ámbito dedicado a la adolescencia (1918-1922), Mas destaca los Diarios de juventud, publicados con posterioridad, que a su juicio demuestran que "a los 15 o 16 años ya escribía muy bien". Es un apartado que recoge también su interés por los movimientos de izquierdas de aquellos años y por la literatura de vanguardia, así como sus inicios en la ilustración de los libros de los amigos de su padre, notario en Figueres. El segundo ámbito dedicado a sus años de formación (1923-1928) aborda su etapa en la Residencia de Estudiantes y también sus inicios como teórico del arte en revistas como L'amic de les arts o La gaceta literaria. En la época surrealista (1929-1940), ya instalado en París, Dalí escribe para diferentes revistas, como Minotaure; ilustra libros de sus colegas surrealistas, casos de Breton o Tzara; realiza los famosos aguafuertes para Les chants de Maldoror, de Lautréamont, y publica La conquête de l'irrational. La etapa más rica a escala literaria fue, sin embargo, la americana (1941-1948), durante la que escribió La vida secreta de Salvador Dalí (que en España no se publicó hasta 1981); su primera novela, Rostros ocultos, y el que Ricard Mas considera un delicioso tratado de pintura titulado 50 secretos mágicos para pintar, además de múltiples artículos y numerosas ilustraciones de otras obras.

Con su regreso a España en 1948 comienza un apartado que en la exposición se denomina Hacia la revolución cultural (1949-1968), en la que abundan los artículos sobre su visión crítica de la pintura moderna. También publica dos de sus obras más conocidas, El mito trágico del Ángelus de Millet (que había escrito en los años treinta) y Diario de un genio. La faceta de ilustrador sigue a plena marcha y de este periodo destaca la cubierta en bronce repujado y enriquecida en oro que realizó Dalí del impresionante Apocalipsis de San Juan editado en 1960 por Joseph Foret.

Los libros de artista o de edición muy limitada, las obras en colaboración con otros autores y las publicaciones de temática erótica predominan en la última etapa, entre 1969 y 1989, cuando Salvador Dalí, ya mayor, se enfrasca en las obras del museo de Figueres.