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'Quimera' ofrece su número 250 en honor de las revistas literarias

La publicación lleva 24 años en el mercado

Una proeza. El editor Miguel Riera fundó en 1980 la revista de literatura Quimera. Pocos podían imaginar que aquel acicate para la lectura duraría 24 años. Y los que le quedan. La publicación alcanza este mes de noviembre su número 250. Cifra redonda que se celebra con un especial dedicado a las cabeceras literarias españolas del siglo XX. "El secreto de esta revista es que la hacemos por amor al arte", afirmó ayer el director de Quimera, Fernando Valls.

Noviembre, 1980. Un poema de Octavio Paz, que hacía a la vez de editorial, encabezaba el primer número de la revista de literatura Quimera. La publicación nacía con dos objetivos: crear ligazones fértiles entre escritores españoles y latinoamericanos, y recuperar del olvido la narrativa silenciada por el franquismo. Independencia, un lenguaje diáfano y el seguimiento de la actualidad literaria marcaron los inicios de la cabecera. A las modas efímeras, ni caso.

Muchos años después -concretamente 24- aquellas señas de identidad se mantienen intactas como marca de la casa. "Somos muy poco complacientes con ciertos productos manufacturados que no tienen nada que ver con la literatura. O los ignoramos o los encaramos críticamente. Nunca daremos protagonismo a Lucía Etxebarría, por citar un ejemplo", dijo ayer el director de Quimera, Fernando Valls, en la presentación del número 250. Otras circunstancias que permanecen invariables: "La revista siempre ha tenido una vocación hispanoamericana e internacional. Eso sí, es una publicación que se hace desde Barcelona. Por lo tanto, la literatura española tiene para nosotros un papel central, aunque nuestro empeño sea buscar el equilibrio".

Valls no ocultó que Quimera es una cabecera ideológicamente combativa y comprometida con los valores de la izquierda. "Aunque a algunos les pueda parecer un lenguaje obsoleto, partimos de una ideología de izquierdas. Nuestra actitud la hemos demostrado con monográficos comprometidos, como los dedicados a la literatura y a los maquis, a la bibliografía del holocausto o al fenómeno de la inmigración".

A pesar de la hazaña editorial, en el futuro de Quimera todavía seguirán siendo necesarias muchas dosis de voluntarismo. Sus colaboradores no cobran ninguna retribución por los artículos y la publicidad es escasa. Además, a las cabeceras culturales les ha surgido en los últimos tiempos una competencia muy dura de lidiar. "Los suplementos literarios y de cultura de los periódicos, de aparición semanal, complican la continuidad de las revistas literarias. Ojalá pudiera tener dinero para encargar una pieza a Javier Marías o a Juan José Millás", se lamentó Valls. Quimera lanza cada mes unos 8.000 ejemplares y vende 5.000. La revista también se distribuye en varios países de Hispanoamérica, especialmente en México y Argentina, aunque allí las ventas son todavía más minoritarias. Sin embargo, su director esquivó el pesimismo: "En los últimos años se ha producido un interés progresivo de los lectores hacia las revistas culturales".

El equipo de la publicación ya tiene pensadas próximas entregas: la obra de Miguel Mihura y Paul Auster, la literatura de ciencia ficción, la narrativa fronteriza entre Estados Unidos y México, la novela policiaca, los aforismos, los poemas en prosa o un monográfico sobre el teatro serán, entre otros temas, protagonistas de números venideros. "Nos interesan mucho los géneros no obvios y raros. Así, desde hace tiempo dedicamos espacio a los microrrelatos", apuntó Valls. ¿Novela rosa? "Eso nunca. Tendrá que ser sobre mi cadáver", aseguró el director.

Quimera estrenará pronto algunas secciones, entre las que destaca una serie de conversaciones mantenidas por dos escritores o críticos en torno a aspectos literarios.

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