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Crítica:CRÍTICAS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Lo que pudo haber sido

Dice el catálogo del Festival de San Sebastián 2002, la edición en que se presentó este apasionante documental, que Lost in La Mancha es tal vez el primer ejemplo en la historia del cine de un "cómo no se hizo" una película. Y es bien cierto: las cámaras de Ketih Fulton y Louis Pepe, admiradores de antiguo del cine del volcánico Terry Gilliam (ambos ya habían realizado un documental anterior sobre otro rodaje de Gilliam llamado The Hamster Factor and Other Tales of Twelve Monkeys) fueron levantando acta, desde septiembre de 2000, de las vicisitudes que Gilliam y su equipo hubieron de afrontar durante el rodaje más querido por el cineasta, no en vano le ocupó más de diez años de su vida: una particular, seguramente apasionante, adaptación del Quijote.

LOST IN LA MANCHA

Directores: Keith Fulton y Louis Pepe. Intérpretes: Terry Gilliam, Jean Rochefort, José Luis Escolar y los miembros del rodaje del filme inacabado The Man Who Killed Don Quixote. Género: documental artístico, EE UU, 2000-2002. Duración: 89 minutos.

Pero no pudo ser. Como a Francis Coppola durante el rodaje de Apocalipsis now!, también aquí le crecieron a Gilliam los enanos, y como el americano en Filipinas, el director tuvo que capear unas inundaciones que dejaron impracticable el suelo de las Bardenas Reales, que era uno de los escenarios elegidos para el rodaje, y que destruyeron los platós de rodaje y parte del material técnico. Los problemas con un equipo multinacional, la doble hernia discal que afectó al protagonista, Jean Rochefort, y los excesos de una producción desmesurada dieron al traste con el proyecto.

Enorme frustración

Y a diferencia de los trabajos de Coppola, también documentados por una cámara (concretamente, la de su propia esposa), y que a punto estuvieron de hacerle perder la cabeza, los de Gilliam no produjeron más que una enorme frustración, al tiempo que dejaron en el aire la incógnita de qué hubiera podido ser la criatura cervantina en manos de un loco tan genial como Gilliam. Lo único que queda de un esfuerzo tan descomunal es, pues, este filme de Fulton y Pepe. Un producto que se disfruta tanto por lo que dice (las intervenciones de quienes participan en el rodaje) como por lo que deja traslucir: justamente, el bosquejo de esa película de ficción que ya nunca veremos. Es, pues, una recomendación segura para amantes del cine de Gilliam, pero también para cualquier interesado en contemplar cómo los trabajos más ímprobos pueden dar al traste contra los molinos de viento de las circunstancias.

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