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LA LUCHA CONTRA EL TERRORISMO

Al Qaeda usó España para sus mayores atentados

Los investigadores hallan vínculos con los principales ataques de terroristas islamistas desde 1993

Jorge A. Rodríguez

Las investigaciones sobre el 11-M y sobre la célula de Mohamed Achraf, que pretendía volar la Audiencia Nacional, han revelado que España se había convertido en una potente base del terrorismo islamista estrechamente ligada a la nebulosa de Al Qaeda. Aquí se produjo lo que el juez Baltasar Garzón ha definido como "una eclosión de grupúsculos autónomos", interrelacionados por vínculos personales y cada uno con su propio emir o jefe. La mayoría de los integrantes de esos grupúsculos se conocen, se han hermanado cuando combatían en Bosnia, Chechenia, Afganistán... Pero incluso antes, al menos desde 1996, España había jugado un papel, unas veces más importante otras menos, en los atentados contra las embajadas de EE UU en Kenia y Tanzania, los del 11-S, la sinagoga de Yerba (Túnez), acciones en Yemen, preparativos de crímenes en Francia, Holanda, Bélgica, Italia, Alemania, los atentados suicidas de Casablanca... y el 11-M. Y las conexiones desde España siguen creciendo; con los asesinos del cineasta holandés Theo Van Gogh, con Suiza, Pakistán, Turquía... Eso dicen, al menos, los informes policiales.

El responsable de las armas de destrucción masiva de Al Qaeda vivió años en Madrid
Los vínculos están basados en relaciones personales fraguadas en Bosnia y Afganistán
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España era en 1996 una base de descanso. Sólo así se entiende que en marzo fuera capturado en Estepona (Málaga) el jefe del comando palestino que en 1985 secuestró el barco Achille Lauro, tras huir de una cárcel italiana. Magied Yusuf Al-Molqui se había hecho con un pasaporte español a nombre de Mario de la Rosa. Ese mismo mes cayó un grupo de apoyo al Grupo Islámico Armado (GIA) en Cataluña, donde se había refugiado por la presión policial francesa. Luego sucumbió el grupo de falsificadores de la organización tunecina En-Nahda en Valencia, la provincia con más islamistas.

En esa ciudad cayó en 1997 la célula del GIA dirigida por Allekema Lamari, cuya estrambótica excarcelación acabó encuadrándolo en el comando del 11-M, y codirigida por Abdelkrim Benesmail, el hombre que tenía en su celda los nombres de dos etarras y que ahora se había encuadrado en la célula de Achraf. Ambos habían sido convertidos en "soldados" cohesionados ideológicamente, sólo a la espera de recibir una orden para ejecutarla sin discusión.

Las operaciones policiales se sucedían y en mayo de 1997 era capturada una red argelina dedicada a "distribuir entre Argelia, España y el resto de Europa documentación, dinero y armas a grupos terroristas islámicos". Para la policía estaba claro. "El GIA, aprovechando el barco Orán-Alicante, había trasladado sus infraestructuras más sensibles a España". Entre 1996 y 2000 fueron detenidos medio centenar de gias en España.

Gran parte de esa estructura parcialmente desmantelada fue recogida por los terroristas del 11-M y, posteriormente, por la célula de Achraf. Y con ellos, arrastraron a sus contactos internacionales y aglutinaron a elementos radicales de la yihad islámica vinculadas a grupos terroristas egipcios, tunecinos, marroquíes, sirios, jordanos, afganos, sudaneses....

Se supo entonces que el 11-S se había acabado de gestar en la costa mediterránea, que parte de la financiación del atentado de Yerba (Túnez) había partido de Valencia (el dinero para comprar el camión bomba), que uno de los financieros de Al Qaeda vivía en Mallorca, que un asesinato en Yémen había sido ejecutado por un sirio-español (iba a matar también al vicepresidente del país), que los cerebros del atentado de Casablanca residían en España o que el responsable de las armas químicas en Afganistán e íntimo amigo del Mullah Omar talibán había vivido en Madrid y que está ligado al actual número uno de Al Qaeda en Irak: Abu Musab Al Zarqaui.

Y se supo también que la planificación de varios atentados suicidas fallidos en Bélgica (cuartel general de la OTAN), Francia (el mercadillo y la catedral de Estrasburgo), Holanda (una central nuclear y el aeropuerto de Schiphol), Italia (la embajada de EE UU en Roma) había pasado por España, donde, además, había residido el creador de un campo de entrenamiento en la isla indonesia de Sulawesi, en el mar de Molucca, descubierto por la policía española semanas antes del atentado de Bali (187 muertos). Se descubrió que un grupo guerrillero checheno estaba liderado por Salaheddin Benyaich, Abu Muhgen, quien se había recuperado en Madrid de sus heridas de guerra.

Por eso, cuando se supo que un comando islamista había hecho estallar 10 bombas en cuatro trenes de Madrid, dejando 191 muertos y miles de heridos, se comprendió de golpe que el cáncer del radicalismo islámico había creado metástasis locales que habían infectado a delincuentes comunes. El nombre de Jamal Zougam permitió vincular el atentado a la nebulosa antes descrita, donde emergían nombres como Iman Eddin Barakat Yarkas, Abu Dahdah (vinculado al 11-S), o Mustafá El Maimouni (encarcelado por Casablanca), Amer el Azzizi (dirigente de Al Qaeda para Europa), Mohamed El Egipcio (un hombre ligado al número dos de Bin Laden, el egipcio Ayman Al Zawahiri) , Mustafá Setmarian (buscado por EE UU debido a sus vínculos con el programa de armas de destrucción masiva de Al Qaeda) o Allekema Lamari (jefe del GIA para Europa y suicida de Leganés). Todos, además, mantenían vínculos con la célula de Achraf, que a su vez estaba conectada con los autores del atentado contra el World Trade Center de Nueva York de 1993. Y todos, todos, tienen relaciones entre sí, unas de amistad, otras familiares, por carta, teléfono, reuniones religiosas...

El asesinato del cineasta Theo van Gogh y la detención de dos terroristas en La Haya, tras enfrentarse con granadas a la policía, ha dado otra vuelta de tuerca al papel de los terroristas radicados en territorio español. Cuatro de los detenidos estaban vinculados con un arrestado en España por el crimen de Casablanca y con un marroquí que fue detenido en Barcelona, tras regresar de Turquía, justo cuando altos operativos de Al Qaeda habían celebrado reuniones preparatorias de los atentados de Casablanca y Estambul.

Luego han ido surgiendo más datos. Por ejemplo, que varios servicios secretos amigos habían alertado de que España podía ser objetivo del grupo paquistaní Lashkar-E-Jangvi o que se busca también en España a los operativos de Al Qaeda Mohamed Hashim Ayashi y Yasir Alsaqa, tunecinos de Ansar Al Islam, quienes estarían "reclutando extremistas islámicos en Túnez y Argelia para trasladarlos posteriormente a Alemania y España al objeto de planear atentados en Europa". Cuando se les pregunta a los policías españoles cuántos radicales peligrosos puede haber en España dicen que unos 300. Por eso la alerta es máxima y la orden, detenerlos a la mínima. La amenaza, continua.

Estado en que quedó uno de los trenes atacados en los atentados del 11 de marzo.
Estado en que quedó uno de los trenes atacados en los atentados del 11 de marzo.MANUEL ESCALERA

15.000 hermanos de armas y religión

El ascenso al poder de los talibán en Afganistán convirtió el país en el mayor semillero de terroristas jamás conocido en el mundo. Osama Bin Laden se trasladó a ese país con sus lugartenientes y sus decenas de millones de dólares para emprender la más mortífera campaña de atentados. Los campos de entrenamiento menudearon por todo el país y con lista de espera.

Los servicios de información occidentales han calculado que por ese país, en los años previos a la invasión de Estados Unidos, pasaron unas 15.000 personas, muchas de ellas previa escala en España, donde se reclutó fundamentalmente a magrebíes. Allí forjaron una hermandad universal, se convirtieron en compañeros de armas, religión y sangre. Algunos jueces y policías los han definido como "un grupo de amigos muy peligrosos".

"La guerra en Afganistán terminó y allí había un número considerable, miles de personas que se entrenaban allí y han regresado a Europa", les contó a los diputados comisionados para investigar el 11-M el comisario Rafael Gómez Menor, uno de los jefes de la Unidad Central de Información Exterior de la policía.

"Esas personas, que en muchos casos no están plenamente identificadas no las tenemos localizadas, a algunas sí pero muchas no. Es imposible tener a todos", prosiguió el comisario, quien dio la cifra de los 15.000. "Es imposible tener localizados a todos y los tenemos aquí ahora. Tienen una ideología, tienen una preparación, no tienen más que responder a las llamadas que hacen sus líderes en Oriente Medio. Es un peligro, pero es un peligro genérico".

Esta constatación ha llevado a España y Francia a firmar, a finales del mes pasado, un plan para intercambiarse información "sobre individuos procedentes de lugares conflictivos como Afganistán, Chechenia" que pudieran encontrarse en los dos países europeos.

El peligro de estos elementos es que son autosuficientes y han recibido entrenamiento de fuerzas especiales, y su única dificultad consiste en hallar armas y explosivos. En España, contactaron con un minero mimado previamente con hachís.

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Sobre la firma

Jorge A. Rodríguez
Redactor jefe digital en España y profesor de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS. Debutó en el Diario Sur de Málaga, siguió en RNE, pasó a la agencia OTR Press (Grupo Z) y llegó a EL PAÍS. Ha cubierto íntegros casos como el 11-M, el final de ETA, Arny, el naufragio del 'Prestige', los disturbios del Ejido... y muchos crímenes (jorgear@elpais.es)

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