Un paisaje con vistas al siglo X
La villa fortificada, sita al noroeste de Valladolid, domina un territorio lleno de huellas de los mozárabes
Mozárabes eran los cristianos que, tras la invasión musulmana, se quedaron en sus parroquias de siempre, porque al moro, mientras le pagaran sus gabelas, le daba igual: como si querían decir misa en ostrogodo. El buen rollo duró hasta finales del siglo IX, cuando los clérigos cristianos, viendo que su grey menguaba y el cepillo también, se pusieron místicos.
Y allí fue que muchos emigraron al norte del Duero, a la sazón un desierto, donde no había riesgo de apostasías y la presión fiscal era mucho menor, sin comparación. Al noroeste de Valladolid, en unas colinejas que llevan el exagerado nombre de montes Torozos, varios de aquellos espaldas mojadas resucitaron el enclave de Wamba, que además de ser el único pueblo de España que empieza por uve doble, exhibe en su templo visigótico-mozárabe un osario abracadabrante.
La casona de la Mayorazga guarda una colección de 600 instrumentos musicales
Otros, en concreto dos monjes cordobeses, levantaron en el siglo X la iglesia de San Cebrián de Mazote, una de las cimas del arte mozárabe, con tres naves delimitadas por 10 arcos de herradura, los cuales arcos no eran un invento árabe, como mucha gente se piensa, sino visigodo. Otro templo mozárabe había a nueve kilómetros de San Cebrián, pero aquél fue sustituido, en el siglo XII, por la actual iglesia (o mejor, ermita) de la Anunciada, que luce arquillos ciegos y fajas lombardas típicos del románico catalán, un estilo insólito en Castilla. Está a los pies de Urueña, ceñida de labradíos y alamedas, en medio de un silencio que es música para el alma. Podrá causar envidia, mas no extrañeza, el que a su vera se haya construido una casa Amancio Prada.
Y no es el único músico que ha elegido estos montes mozárabes para desenchufar, como enseguida se verá. En lo alto del vecino cerro, justo donde los montes Torozos se asoman a la perfecta planitud de la Tierra de Campos, yérguese Urueña, villa también repoblada en el siglo X, con una kilométrica muralla almenada y dos puertas: la del Azogue, en quiebro, por la que se entra al pueblo, y la de la Villa, ojival, próxima al castillo que sirve de cementerio.
Entre una y otra, esperando su turno, se apiñan 204 vecinos en casas de piedra y en casas de adobe, algunas rehabilitadas como librería, como tienda de productos artesanos, como taller de encuadernación artística...
Y es que Urueña, que hasta hace poco sólo era visitada de tarde en tarde por algún vendedor de tractores, se ha puesto de moda entre los turistas finos. La culpa la tiene el músico y folclorista Joaquín Díaz, que en 1991 inauguró en la casona de la Mayorazga, del siglo XVIII, un museo etnográfico con una colección de más de 600 instrumentos musicales: desde zampoñas hasta stradivarius, pasando por una matraca del tamaño de una lavadora o una flauta construida con el tubo de aluminio de un puro Montecristo.
Además, atesora una colección de campanas de los siglos XV al XX, otra de pliegos de cordel (coplas de ciegos, o sea), otra de grabados de trajes populares e, instalada en fecha reciente, una quinta de títeres y marionetas. Aprovechando el tirón popular de este flautista de Hamelín, otro músico, Luis Delgado, ha montando un museo de lo mismo, pero más exótico, con campanas de bambú indonesias, ouds egipcios...
Ignoramos si es amigo de Joaquín, pero, en un rincón como Urueña, es la clara competencia. Está en la calle de Catahuevos. Estos museos, con resultar muy interesantes, son atracciones menores si se comparan con el inmenso paisaje que se domina desde lo alto de la muralla.
Desde el adarve occidental se divisa toda la Tierra de Campos: al fondo, la sierra zamorana de la Culebra y la leonesa del Teleno recortándose como al acero contra el rojo cielo crepuscular. Mientras que, desde el meridional, vense los Torozos, ruinas de los encinares que talaron los mozárabes para plantar sus bosquetes de columnas y arcos de herradura. Si se ganó con el cambio, sólo Dios (o Alá, que tanto monta) lo sabe.
Libros, cerámica y pan candeal
- Cómo ir. Urueña (Valladolid) dista 216 kilómetros de Madrid. Se va por la autovía de A Coruña (A-6) y se toma la salida 211.
- Qué ver. Ermita de la Anunciada: visita guiada gratuita desde la oficina de turismo, a las 13.00 y 17.00. Fundación Joaquín Díaz (tel.: 983 71 74 42): de 10.00 a 13.00 y de 16.00 a 19.00; fines de semana, por la mañana; lunes y festivos, cerrado; entrada, 2 euros. Museo de la Música Luis Delgado (tel.: 983 71 73 81): viernes, sábado, domingo y lunes, de 12.00 a 14.00 y de 16.30 a 19.30; entrada, 3 euros. Además, muralla, puertas del Azogue y de la Villa, castillo e iglesia de Santa María del Azogue.
- Alrededores. Monasterio cisterciense de la Santa Espina (a 8 km de Urueña), iglesia mozárabe de San Cebrián de Mazote (a 9 km), castillo de Torrelobatón (a 21 kilómetros) y templo de Wamba (a 27 kilómetros).
- Comer. El Pago de Marfeliz (tel.: 983 71 70 42): cocido castellano y carnes a la brasa; precio medio, 13 euros. Villa de Urueña (tel.: 983 71 70 63): revuelto de morcilla, cardo con almejas y lechazo asado; 15-20 euros. Lagares (tel.: 983 71 70 33): conejo a las hierbas, pichones de la Tierra de Campos y trufas de chocolate; 20-25 euros.
- Dormir. Villalbín (tel.: 983 71 74 70): casa tradicional con patio y anejos agrícolas; doble, 36 euros. Parador de Tordesillas (tel.: 983 77 00 51): de estilo castellano, en un frondoso pinar; 74 euros.
- Compras. Librería Alcaraván (Real, s/n): textos sobre cultura tradicional, música y naturaleza. La Real (Real, 11): productos de la tierra, cerámica y lana. Taller de Encuadernación Artística (Oro, 5): trabajos por encargo. Panadería Marcos (Oro, 13): pan candeal, torta de chicharrones, bollos de aceite y rosquillas de palo.
- Más información. Oficina de Turismo de Urueña (plaza Mayor, 1; teléfono 983 71 74 45). Horario: de 10.00 a 14.00 y de 16.00 a 19.00.; cierra lunes y domingos por la tarde. www.funjdiaz.net
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