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Reportaje:

El poeta que trabaja hasta muy tarde

Antonio Gamoneda reúne sus 57 años de poesía y reniega de la generación del 50

Esta luz (poesía reunida, 1947-2004). Ése es el título del libro de casi 700 páginas que guarda dentro un tesoro: la obra fascinante y honda de Antonio Gamoneda, poeta "espectral, excéntrico" (para Miguel Casado), "provinciano" (según él mismo) y "que trabaja hasta muy tarde" (José Luis Pardo). Los tres presentaron ayer en la Residencia de Estudiantes este volumen editado por Nicanor Vélez para Círculo de Lectores / Galaxia Gutenberg, ante el asombro del autor, que vino y volvió a León en autocar: "Ahí hay 57 años de trabajo. ¡Y ya no tengo ni un solo poema inédito!".

Gamoneda (Oviedo, 1931) festejó ayer con exquisita sobriedad y educación esta edición casi simultánea de toda su poesía reunida y el audiolibro La voz de Antonio Gamoneda, publicado por la Residencia a partir de la lectura que hizo allí el pasado 28 de junio. En el magnífico epílogo del poeta y crítico Miguel Casado para Círculo, que analiza en profundidad la obra, se narra también la apurada biografía de este genial autodidacta forzoso que no pudo acabar sus estudios porque en 1945, a los 14 años, entró a trabajar como recadero en una oficina del Banco Mercantil de León para ayudar a subsistir a su madre, viuda desde que él tenía un año.

"La poesía es un asunto que se resuelve en soledad. Al menos, yo"
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Descripción de la mentira

Ahí se cuenta cómo Gamoneda aprendió a leer solo, a los cinco años, con el único libro que su madre había trasladado a su nueva casa: se titulaba Otra más alta vida y lo había escrito Antonio Gamoneda, su padre, poeta de un solo título. El "niño deslumbrado" por la música de ese libro descubrió entonces su verdadera vocación, pero debió compaginarla con su "condición obrera" durante los 24 años que duró su relación con el banco. "La categoría laboral de meritorio consistía en que, siendo propiamente el chico del botijo, se me permitía ejercer de pendolista contable en horas extra y se me pagaba en promesas", ha escrito el poeta, que luego fue funcionario de la Diputación y gerente de la Fundación Sierra-Pambley, una entidad institucionista nacida en 1887 bajo la tutela de Francisco Giner de los Ríos, Gumersindo de Azcárate y Manuel Bartolomé Cossío.

Esa vida de rojo de provincias en la hambruna de posguerra y de poeta hecho a sí mismo sin pasar por la Universidad ni los circuitos ni los cenáculos de los poetas poderosos, dijo Casado, se mete como una corriente subterránea y nutre toda la poesía de Gamoneda "como un extraño sistema de ecos y resonancias, de perturbaciones y luces".

Para José Luis Pardo, vida, luz y obra son el sello de un "trabajador, de un poeta capaz de rehacer y rehacer sin cesar" poemas de hace 30, 40 años: "Su esfuerzo no cesa ni siquiera cuando duerme, su poética del insomnio es como la naturaleza, no se detiene de noche. ¿Y para qué tanto trabajo? ¿Para vivir? No. Su esfuerzo trata de alcanzar el 'gran árbol prometido', 'el moral de dulcísimos frutos negros' que cita en sus poemas recordando sus excursiones de niño. Pero en países como éste, un país de premios y de moras, un país sin verdad, algunos frutos sólo los recoge el fracaso; porque lo más importante sólo se gana perdiéndolo, porque hay cosas que sólo se poseen si realmente se aman. El esfuerzo de Gamoneda es noble y digno, y su claridad sin descanso no tiene precio, sino valor. Pero él sigue trabajando hasta muy tarde, y alcanzando el árbol prometido en los pedernales y las sombras consigue alimentarnos a los demás".

Esa vigilia constante, su "lentitud al construir su voz poética" a base de "sustratos de memoria coagulada", su honradez y bonhomía, y el "sigilo morboso" que según Casado ha caracterizado la recepción crítica de las obras de Gamoneda (La tierra y los labios, Sublevación inmóvil, Blues castellano, Pasión de la mirada, Descripción de la mentira, Lápidas, Libro del frío, Arden las pérdidas, todos ellos retocados ahora), todo eso determina, además, su posición de francotirador solitario, de poeta comprometido sólo con el lenguaje, ajeno a zarandajas generacionales y/o mafiosas: "Yo soy sólo un hombre que escribe poesía", dice Gamoneda cuando se le pregunta por qué no se siente parte de la generación del 50. "He vivido retirado en León, y tengo amigos, pero no grupos ni asociaciones. Además, aunque quisiera, sería difícil que perteneciera a una generación que no existe, porque esa generación fue un invento muy hábil del inteligentísimo Gil de Biedma con algunas ayudas, una operación de marketing según él mismo confesó en una entrevista. Sólo me queda añadir a eso que la poesía es un asunto que se resuelve en soledad. Al menos, yo".

Pero esa soledad, ese alejamiento del centro, esa situación "excéntrica", ese escribir denso y esencial, escuchando la música vibrante que surge y crea "formas invisibles", no implica irrealidad, ni tampoco ficción: "La poesía no es literatura", afirma. "La literatura es ficción, la poesía es realidad. No necesita ser realista porque es una realidad en sí misma: se desprende de nuestro sufrimiento, de nuestro placer, forma parte de nosotros como nuestros sueños". Para los que quieran saber más sobre su poesía, Gamoneda aconseja el fragmento de Descripción de la mentira (1977) que se publica aquí debajo.

Antonio Gamoneda.
Antonio Gamoneda.BERNARDO PÉREZ
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