Cuba abandona el dólar por el Che
La moneda de EE UU deja de circular en la isla tras crear grandes desigualdades
La desdolarización de Cuba es un hecho. Ayer fue el último día en que billetes con los rostros de Washington, Jackson y Franklin circularon por los hoteles y comercios de la isla que ofrecen productos y servicios en divisas. Desde hoy son comandantes revolucionarios como el Che Guevara o Camilo Cienfuegos, estampados en coloridos pesos convertibles -solamente válidos en la isla-, los que permitirán a los cubanos comprar jabón o aceite en estos establecimientos. Las autoridades prorrogaron hasta el 14 de noviembre el plazo para canjear dólares por pesos convertibles sin una penalización del 10%.
Cuba es un país de símbolos. Y sin duda, el dólar nunca gustó al régimen de Fidel Castro. Su Gobierno sólo permitió la circulación de la moneda del enemigo, a partir de 1993, como paliativo a la crisis galopante provocada por la desintegración de la Unión Soviética. Entre 1989 y 1993, Cuba perdió el 75% de sus mercados y su PIB cayó un 35%, y para sobrevivir y apuntalar su economía no quedó más remedio que introducir algunas medidas de corte capitalista, que no reformas estructurales.
Junto con la legalización del dólar llegaron los mercados agropecuarios, regidos por la ley de la oferta y la demanda, y la apertura de tímidos espacios a la iniciativa privada; y el turismo y la inversión extranjera, hasta entonces vistos con recelo, se convirtieron en tabla de salvación. Pero a la par que reactivación económica, los dólares trajeron a Cuba contaminación y desigualdades, un verdadero cáncer para un sistema basado en el igualitarismo. Ello sin contar las perversiones económicas causadas por la dualidad de monedas.
"Por un lado estaba el dólar, moneda fuerte, emitida por un banco extranjero, que entraba libremente al mercado y sobre la que no se tenía ningún control. Por otro, los pesos cubanos, de escaso valor adquisitivo [el cambio es de 26 por dólar], en la que se nos paga el salario", explica un académico. Él y muchos economistas cubanos desde hace tiempo defendían la necesidad de recuperar el control sobre la emisión de moneda.
La dualidad de monedas y sus males, en realidad, no desaparecerán a partir de hoy, pues en Cuba va a seguir existiendo el peso cubano y una moneda fuerte, respaldada por divisas libremente convertibles. Pero, pese a ello, la mayoría de los economistas locales y representantes de bancos extranjeros consultados por EL PAÍS coincidieron en que la medida es "económicamente correcta" y beneficiosa para la isla caribeña.
Al anunciar el cambio de moneda, el Gobierno afirmó que se trataba de una "medida impostergable", dadas las crecientes presiones de EE UU para que Cuba no pueda depositar en bancos extranjeros sus dólares en efectivo, obtenidos del turismo y de las remesas que envían los exiliados. El presidente del Banco Central, Francisco Soberón, también aseguró, con satisfacción evidente, que el país recobraba su "plena soberanía monetaria". "Les hemos dado en un lugar que les duele, les hemos retirado su moneda de la circulación del territorio nacional", dijo Soberón.
Inquietud entre la población
Pese a los mensajes tranquilizadores del Gobierno, la población recibió la noticia del cambio de moneda con inquietud. En las dos últimas semanas, las casas de cambio y los bancos han abierto tantas cuentas en divisas y realizado tantas operaciones de canje como en años. El 8 de noviembre era la fecha tope para efectuar los cambios, a razón de un dólar por peso convertible, sin que la divisa norteamericana fuera penalizada con un 10%. Pero, debido a la avalancha, el plazo ha sido ampliado una semana.
Los empresarios extranjeros y los operadores turísticos aseguran que la medida no les perjudica. Ni el euro ni ninguna otra divisa de circulación en la isla será gravada después de esta fecha, y tampoco la penalización afectará a las transacciones bancarias. El único problema, el único castigado, es el dólar en efectivo, aclara el Gobierno. Pero símbolos son símbolos: el imperio del dólar en Cuba duró 11 años; nunca el rostro de Washington gustó a la autoridad y ahora su salida del juego coincide con la vuelta a Cuba de férreos mecanismos de control y centralización económica. Es lo que más preocupa a algunos: el Che regresa a las tiendas cuando las medidas aperturistas de la década anterior son vistas con recelo y se cotizan a la baja. Y la gente, en la calle, se pregunta por lo que falta por llegar.
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