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Tribuna:LA ENFERMEDAD DE ARAFAT
Tribuna
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Fatiga y bancarrota

Las palomas de Israel están fatigadas. Sus halcones, en bancarrota. La fatiga no es tan mala como la bancarrota.

La muerte de Arafat podría despojar a los halcones israelíes de su argumento favorito: "no tenemos un socio palestino para la paz". La fisura de la sociedad israelí no guarda relación con los altibajos de Arafat y sus sucesores. Está vinculada a la cuestión de quiénes somos, cuál es el objetivo y el significado del Estado de Israel, adónde queremos ir, qué es posible y qué es imposible, qué puede que hagamos y qué no y, por encima de todo, qué queremos ser.

La fatiga de las 'palomas'

La debilidad de las palomas durante las décadas de debate acerca del futuro de los territorios ocupados, sobre la guerra y la paz, ha tenido una causa principal. Nunca hemos logrado convencer a los pobres y necesitados ciudadanos de Israel de que existe un vínculo directo entre su situación y los sueños de un Gran Israel que inundaron el alma de nuestro país tras su victoria militar en la Guerra de los Seis Días en 1967. (Existe una conexión directa e idéntica entre la terrible pobreza de los territorios ocupados y las ambiciones de una Gran Palestina por parte de los palestinos extremistas y sus líderes.)

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La conexión no es únicamente que Israel, durante más de 30 años, ha invertido miles de millones de dólares en la construcción y mantenimiento de asentamientos en los territorios ocupados. Ese dinero podría haberse destinado a educación, asistencia social, la difusión de la cultura y la ciencia y el desarrollo de Galilea y el Negev. La conexión es mucho más profunda que la asignación de recursos para los asentamientos y el embargo de tierras palestinas. Debido a que la política de asentamiento ha agotado recursos de los pobres y empeorado su suerte, el sufrimiento y la desesperación les han vuelto más nacionalistas. Se han convertido en prisioneros en una mazmorra de miedo, hostilidad y odio hacia los árabes, llevados por el mal camino por el extremismo religioso y el de los halcones. Ha sido un círculo vicioso: promoción de los colonizadores y desposeimiento de los pobres, lo cual ha sembrado la desesperación entre los desfavorecidos, empujándolos hacia el extremismo. Las palomas no han logrado romper el ciclo. Los desposeídos nunca han dejado de percibir las aspiraciones de paz como una confabulación de las clases acomodadas y bien alimentadas, más preocupadas por el bienestar de los palestinos que por el de los parados o los trabajadores pobres.

Las palomas seguirán sufriendo fatiga hasta el momento en que logren tender un puente en esta fisura y llegar al corazón y la mente de las masas desamparadas de israelíes que durante años han pagado el precio de la política de ocupación y represión de su Gobierno.

La bancarrota de los 'halcones'

En el debate parlamentario de la pasada semana, ninguno de los halcones, aquellos que se oponen a la política de retirada de Ariel Sharon, respondió a la más sencilla de las preguntas: entonces, ¿qué proponéis? ¿Proseguir con la ocupación?

¿Continuar aferrándoos al Gran Israel hasta que el pueblo judío se convierta en una minoría entre el río Jordán y el mar Mediterráneo? ¿Convertirnos en un Estado de apartheid? ¿Deshaceros del gobierno del pueblo y sustituirlo por el gobierno de los rabinos?

Todos los halcones esquivaron la pregunta. La eludieron porque no tienen respuesta. O porque creen en los milagros. ¿A lo mejor hay entre ellos individuos que susurran al abrigo de la oscuridad una respuesta tan monstruosa y criminal que no osan pronunciarla en compañía humana?

En lugar de responder a la sencilla pregunta de qué nos ocurrirá, qué seremos si seguimos gobernando y reprimiendo violentamente a otra nación, los miembros del bando que rechaza cualquier paz se las han arreglado con la demagogia. "La retirada de Gaza es una recompensa para el terrorismo", afirman. Supongamos que así es. ¿Pero debemos seguir soportando el castigo que supone Gaza sólo para impedir que los terroristas obtengan una recompensa? Nos advierten que evacuar Gaza sin negociaciones no reducirá los ataques contra Israel. ¿Pero quién les impide negociar e intentar abandonar Gaza como parte de un acuerdo con los palestinos o en coordinación con los países árabes o las grandes potencias mundiales?

La bancarrota del bando del Gran Israel queda de manifiesto, más que por ninguna otra cosa, por el hecho de que ha dejado de afirmar lo que realmente cree. Ya no quedan halcones que se atrevan a decir que se nos prohíbe retirarnos siquiera un palmo de la Tierra de Israel. Han retirado esa mercancía de sus estanterías, quizá porque ellos mismos se han dado cuenta de que era incomestible. Ahora murmuran que la retirada es peligrosa desde el punto de vista militar, o que es muy dolorosa para los colonos, o que animará a Hamás, o que debe realizarse como parte de un acuerdo y no unilateralmente.

Esto significa que los halcones, en silencio total, ya han emprendido la retirada más decisiva. Se han retirado de su antigua posición, según la cual no podemos evacuar ni siquiera un palmo de territorio porque nos pertenece a nosotros y sólo a nosotros. Esta profunda y revolucionaria retirada de los halcones debe ser aceptada por las palomas con agradecimiento y alivio. Las palomas no deben regocijarse en la tragedia de los halcones, por el simple hecho de que si estás fatigado no debes malgastar la fuerza que te queda en ilusiones como la arrogancia, el orgullo y el menosprecio. Dicho comportamiento sólo distanciaría todavía más a las palomas de los desfavorecidos y los oprimidos, sin los cuales la paz es imposible.

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