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Columna
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La cruzada y la razón

Soledad Gallego-Díaz

Es posible que en su segundo mandato, George W. Bush modere su política exterior y matice algo el exacerbado unilateralismo neocon. Quizás, aunque de momento no haya grandes señales para esperarlo. Pero, suceda lo que suceda en política exterior, es también muy probable que George W. Bush no modere en absoluto su visión religiosa del mundo en general y de la sociedad norteamericana en particular. En lo que caben pocas dudas es en que George W. Bush respetará su pacto con los movimientos evangélicos y que hará lo posible para reforzar el fundamentalismo cristiano entre las clases trabajadoras y rurales de Estados Unidos.

En eso, probablemente, radique, hoy por hoy, la mayor diferencia que existe entre Estados Unidos y Europa y la mayor dificultad de las clases medias europeas para comprender lo que sucede al otro lado del Atlántico. O por lo menos, ése ha sido uno de los impedimentos mayores en la Europa a Quince, altamente desarrollada y descreída, en la que nos hemos movido hasta ahora. Habrá que ver qué sucede en la Europa a 25 que acabamos de alumbrar. Quizás en algunos sectores de las clases trabajadoras y rurales de centro Europa exista una visión y se compartan unos valores más próximos a los del medio oeste norteamericano de lo que creemos.

En cualquier caso, la Unión Europea de los 25 tiene que aprender a valorar esta realidad norteamericana y a detectar cuanto antes los síntomas de mimetización e identificación que se vayan produciendo, sin minusvalorar la enorme capacidad de influencia que siempre ha tenido Estados Unidos sobre los europeos, por más que algunos se nieguen a aceptarlo. La realidad es que (afortunadamente) existe mucho menos antiamericanismo en Europa que antieuropeísmo en Estados Unidos. Y que el europeo tiene bastante más interés por la sociedad y la cultura norteamericana (o por lo menos, una parte significativa de ella), que los norteamericanos respecto a la europea. Pero ese interés y esa enriquecedora capacidad de compenetración con Estados Unidos no debería ocultar la arriesgada, pero muy potente, posición ideológica y religiosa que impregna a la segunda Administración de Bush.

Los europeos tenemos que comprender y asimilar que este presidente de Estados Unidos no ha sido elegido por un pequeño margen, sino con un apoyo holgado de la mayoría de votantes de su país. Probablemente ha influido la idea de que no hay que cambiar al comandante en jefe de un ejército en medio de lo que muchos norteamericanos perciben como una guerra. Pero todavía es más probable que haya influido la idea de que Bush encarna los valores del cristianismo más acreditado. Y que la defensa de esos valores se haya convertido en un elemento político decisivo para atraer a una extensa clase trabajadora y rural norteamericana. Sería muy arriesgado creer que George Bush va a moderar esa otra cruzada o ignorar la fuerza que ese movimiento está logrando dentro del Partido Republicano en general o la influencia que, quizás, va a ir adquiriendo también en el Partido Demócrata.

¿Está Europa en un buen momento para comprender y controlar esa cruzada que nos llega, o nos va a llegar rápidamente, desde el otro lado del Atlántico? El episodio de Rocco Buttiglione en el Parlamento Europeo quizás haya sido una primera señal, y una primera escaramuza razonablemente resuelta. Pero la verdad es que todo se está produciendo de una forma muy acelerada y que quizás a los europeos, a la Unión Europea, este renacimiento fundamentalista, este pretendido rearme moral, nos vaya a coger un poco pronto, cuando todavía no están consolidadas las instituciones comunes a 25 y cuando los beneficios económicos de la ampliación todavía no han llegado a muchas capas sociales de los nuevos socios. Quizás haya que darse prisa en apuntalar nuestros valores más laicos y en aprobar una Constitución que, mal que bien, nos ayude a pensar juntos. Como decía el historiador holandés Johan Huizinga (El otoño de la Edad Media) durante el destierro al que le sometieron los nazis: "Extraños tiempos. La razón, que combatió la fe y que parecía haberla conquistado, recurre ahora a la fe para salvarse". solg@elpais.es

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