"Sé que actuar es mi vida, aunque no me creo mucho lo de la fama"
Cuando se pide a Juan José Campanella Campanella, el director de Luna de Avellaneda, que valore al actor Ricardo Darín, evoca la escena del monólogo en la que Darín debe enfrentar a los que están dispuestos a vender el club del barrio, llamado precisamente Luna de Avellaneda, y dice: "¡Es un hijo de puta! No se puede creer el actor que es. Tuvimos que repetir siete veces la escena del monólogo porque estaba tan metido en el personaje, en la historia, estaba tan puesto ahí, con el cuerpo, con todo, que el hijo de puta se ponía a llorar y nos hacía llorar a todos".
Y sin embargo ahora, cuando la película se estrena en España, el propio Darín admite que de Román Maldonado, el protagonista de Luna de Avellaneda, sólo logra recomponer imágenes fugaces "como las de alguien conocido, un amigo entrañable, que fue importante en mi vida pero al que hace tiempo no veo". Es que Ricardo Darín pasa por ser hoy un tal Esteban Espinosa, protagonista de El aura, la segunda película del argentino Fabián Bielinsky, director de Nueve reinas, que se está rodando estos días y hasta primeros de diciembre en las cercanías de Bariloche, al sur del país.
"Es como si un día la crítica te descubriera; pero yo era un veterano de la televisión a los 25 años"
"Me parece que 'Luna de Avellaneda' debería ser vista sin tener en cuenta el contexto político"
"El desafío es ser sutilmente distinto en la elección de los caminos para llegar al personaje"
Pregunta. ¿Es posible sacarse los personajes de encima como quien se quita un traje?
Respuesta. Para mí, sí. Es una necesidad. No soy de los que llevan el trabajo a casa. Actúo. Soy un personaje que sirve a una historia, lo que me interesa es ayudar a contar bien la historia que propone el director. En este momento, cuando me hablan de Román Maldonado, siento que se me cruzan imágenes fugaces, como las de un amigo entrañable que fue muy importante en mi vida pero al que hace tiempo no veo.
P. ¿Quién es ahora?
R. No, ahora soy Ricardo, el que acaba de hablar con Florencia, mi mujer. Un tipo que trabaja 12 horas al día. El de siempre, afortunadamente haciendo lo que me gusta. No podría evitar reírme mucho de mí mismo si al terminar una escena o un día de rodaje hablara o me portara como Esteban Espinosa, el personaje de El aura. Al año y medio de nacer ya hice de bebé en una tira de televisión porque mis padres eran actores. Comencé de muy chico y creo que todavía sigo jugando a eso. El resto es un problema de la crítica. Un día es como si te descubrieran. Soy el mismo actor que había hecho de todo y era un veterano de la televisión a los 25 años, aunque tengo más experiencia y elijo mejor.
P. Cuando lee un guión, ¿sólo tiene en cuenta la historia o también las características del personaje que le proponen?
R. Primero, la historia. En esa lectura veo cómo funciona el personaje también. Sobre todo trato de que sean registros distintos a los anteriores. Con un director como Campanella, que tiene una sensibilidad y un talento muy particular para la comedia dramática situada en una sociedad a la que pertenezco, todo parece ideal. Pero debo tener cuidado de que el espectador no vea las películas como si fueran Darín 2 o Darín 3. El desafío es ser sutilmente distinto en la elección de los caminos para llegar al personaje. Ésa es la parte que más me gusta del oficio. Creo que en el El hijo... y en Luna... había un riesgo por la relación que podía hacer el espectador entre dos personajes de una misma ciudad y una misma época, pero muy distintos entre sí.
P. ¿La ruina del club debe entenderse como una metáfora de lo que ocurrió estos últimos años en el país?
R. Probablemente algunos la verán así. Se escribió en 2002, al final de la década menemista y luego del derrumbe económico tras el fracaso del Gobierno de la Alianza, pero se estrenó en 2004 cuando ya la situación había mejorado un poco y había otras expectativas con el Gobierno de Kirchner. La película cuenta una realidad que duele, sin embargo logramos reírnos de nuestras desgracias. A mí me parece que debería ser vista sin tener en cuenta el contexto político y el clima social del país de estos años.
P. ¿Le molesta que se la promocione con su nombre?
R. Es un problema ajeno a mí. No creo ser un actor convocante. Es más, no creo en los convocantes porque eso no persiste en el tiempo. En el caso de Luna..., el relato es coral, somos todos protagonistas. Por otra parte, la gente, cuando va al cine, no recomienda actores, recomienda películas. Y si la película es mala, es mala trabaje quien trabaje.
P. En estos últimos dos años tuvo decenas de propuestas para filmar en Argentina, en España y en otros países, pero no aceptó hacer más que una película por año. Y al terminar ésta regresa nuevamente a Madrid para hacer teatro. ¿Por qué? ¿Cómo toma sus decisiones de trabajo?
R. No tengo un método o una estrategia, todo es muy intuitivo. Este año quería tomarme un tiempo de vacaciones con la familia, estar en casa, dedicarme a la nada más absoluta. Acepté las películas que no quería dejar de hacer porque me gustaban mucho los guiones. Bielinsky, el director de Nueve reinas, propone historias de intriga, de suspenso, policiales, casi de género, y me siento muy atraído.
P. ¿Por qué no le cansa el teatro? Ya lleva casi siete temporadas con la misma obra.
R. El teatro es para un actor como la copa de campeones para un futbolista. Uno la quiere disputar todos los años. Ahí, frente al público y con el público, sucede un encuentro impresionante de energía. Ese cuerpo a cuerpo, ese estado de emoción previa a salir a escena, de nervios, eso es lo que creo que nos mantiene vivos como actores. Le contaré algo muy personal: mis padres, que como le dije eran actores, discutían mucho cuando mi hermana, que también es actriz, y yo, éramos todavía niños. Nos aterrorizaba escuchar sus gritos cuando ya estábamos en la cama. Un día, tenía ya 12 años, me decidí y actué de adulto. Salté de la cama, me metí en medio de la discusión y mirando a mi padre, a quien quería y admiraba mucho, le dije: "Papá, ¿no te das cuenta que no pueden seguir así, ¿por qué no te vas?, ¿por qué no te separás?". Los dos se callaron. Papá me miró y me dijo: "Tenés razón". Se dio vuelta y se fue. Supongo que desde esa noche actúo. No me creo mucho todo lo de la fama, lo que sucede después con esto de ser actor, pero sé que actuar es mi trabajo, mi vida.
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