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El ocaso de los partidos tradicionales

La victoria del Frente Amplio en Uruguay abre un nuevo capítulo del proceso de renovación política que vive América Latina, cuya característica más destacada es el ocaso de los partidos tradicionales y la llegada al Gobierno de nuevos actores. Como ocurrió anteriormente en otros países de la región, los uruguayos asisten a un fin de ciclo como consecuencia del hastío popular de partidos que han gobernado desde hace una eternidad.

El fin de la vieja política se ha producido de distinta forma y con resultados diversos, según los países. En Venezuela, el coronel Hugo Chávez lo intentó por la fuerza con un golpe de Estado que fracasó. Se proclamó presidente años después al ganar las elecciones con un mensaje de rechazo a los partidos tradicionales y a la corrupción. En este caso, la nueva política no fue tan nueva y no logró evitar la polarización de la ciudadanía.

Brasil, el gigante de América del Sur, abrió la puerta al cambio de la mano de un viejo sindicalista que enarbola la bandera de la dignidad de millones de pobres. El triunfo de Luiz Inácio Lula da Silva y su Partido de los Trabajadores (PT) desplazó del poder a viejos partidos acostumbrados a ejercer la política desde el clientelismo.

En Argentina, la clase media dijo basta cuando el Gobierno congeló los depósitos bancarios para evitar la fuga masiva de capitales. La crisis financiera, económica y social tuvo efectos devastadores. Los ciudadanos pagaron el precio más alto con el deterioro de sus condiciones de vida, el Gobierno de Fernando de la Rúa fue derrocado en un golpe palaciego y la Unión Cívica Radical (UCR), uno de los dos partidos tradicionales, desapareció de escena y no hay señales de su recuperación. Los peronistas, la otra gran fuerza, siguen en el poder más fragmentados que nunca y con un presidente, Néstor Kirchner, con un discurso de ruptura con la vieja política.

Cansancio de la población

En la región andina, el cansancio de la población se tradujo en estallidos de violencia que provocaron la caída del Gobierno de Jamil Mahuad en Ecuador, donde la mayoría indígena se levantó con el respaldo de jóvenes oficiales del Ejército. De nuevo, se repitió la historia venezolana cuando uno de los protagonistas de aquel levantamiento, el coronel Lucio Gutiérrez, ganó más tarde las elecciones al frente de una coalición de fuerzas políticas no tradicionales.

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En Bolivia gobierna un presidente, Carlos Mesa, que formó un Gabinete apartidista después de una violenta revuelta popular con decenas de muertos que provocó la dimisión del presidente Gonzalo Sánchez de Lozada y la desaparición de la escena política de los partidos tradicionales.

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