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LA CARRERA HACIA LA CASA BLANCA | La campaña electoral

Bush y Kerry llegan al final empatados

La intensidad de la campaña revela la profunda división de la sociedad estadounidense

Empate, empate, empate. Uno tras otro, la inmensa mayoría de los sondeos demuestran que EE UU está dividido al 50% en su respaldo a George W. Bush y a John Kerry. Para tratar de romper el empate -si es que los sondeos aciertan y teniendo en cuenta las variables del sistema de Votos Electorales-, el presidente y el senador se volcaron ayer en dos Estados clave, Florida y Ohio, y ambos abrieron sus jornadas asistiendo a misa, a la búsqueda del voto católico. Con la sombra de Bin Laden, el mensaje final exige a los votantes que piensen en su seguridad y decidan entre cambio o continuismo.

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Sería difícil haberlo logrado a propósito: 24 horas antes de que se abran las urnas, varias encuestas nacionales ofrecen la foto del empate perfecto (Zogby, 48-48; The Washington Post, 48-48; Fox, 46-46). Hay otras que discrepan (la más llamativa, la de Newsweek, da a Bush seis puntos de ventaja), pero el margen de la mayoría se mueve entre uno y tres puntos, con lo que es imposible pronosticar con seguridad el resultado. La energía y el impulso final en favor del cambio logrados en los últimos días por John Kerry deben pasar la prueba de los factores más difíciles de valorar: sobre todo la participación, pero también el voto nuevo y el voto joven. Pero la complicación definitiva es la suma de incógnitas y situaciones diferentes en los Estados que oscilan.

Cualquiera puede ganar, y eso quiere decir que el próximo presidente se encontrará con un país dividido. "Siempre lo ha estado, pero lo que es único en esta ocasión es que ha desaparecido el bloque centrista que mediaba", en opinión de John Zogby, director de una de las empresas de sondeos más seguidas. Eso quiere decir que hay un riesgo grande, transmitió Zogby a un grupo de periodistas en Washington: "Si el resultado final es así, habrá altos porcentajes de votantes que no aceptarán como legítimo al vencedor". Según la revista Time, un 48% cree que puede haber un presidente sin legitimidad. Otro analista, Charles Cook, coincide en que medio país se va a sentir aplastado, ocurra lo que ocurra. "Nunca he visto a la gente tan apasionada, tan convencida de que es una elección muy importante", dijo ayer en la NBC, y lo explicó así: "Existe la sensación de que Kerry y Bush son dos personas muy distintas, que serían presidentes muy diferentes y que llevarían al país en diferentes direcciones". El choque de lo que se entiende como valores morales -aborto, investigación con células madre, matrimonio gay- produce, más que otras cosas, la escisión entre las dos Américas.

Florida y Ohio, las dos grandes incógnitas, fueron ayer escenario de los esfuerzos de los candidatos para pedir el voto y lograr más participación y una victoria clara que difumine el problema del país partido en dos. Kerry, que nunca ha tenido domingos más atareados en iglesias que los del último mes, fue a misa en Ohio -el voto católico está dividido y es importante en Estados clave- y luego asistió a un servicio baptista de mayoría negra, porque el voto afroamericano no le respalda con tanta intensidad como a Clinton. "Apoyadme el martes y cambiaremos la dirección de América; pedid cuentas a Bush por los últimos cuatro años y devolved este país al buen camino", dijo el senador.

Bush -que tampoco dejó de ir a la iglesia, aunque en él es habitual, y ayer fue a una católica- comenzó la jornada en Florida, vital para ganar o perder, y acabó en Ohio, igual de importante. En Miami, y echando mano del español en un Estado de voto latino tan dividido como importante, el presidente hizo un guiño a los cubanos: "En los próximos cuatro años seguiremos presionando para asegurar que la libertad llega por fin a los hombres y mujeres de Cuba", dijo, entre gritos de "Viva Bush".

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El presidente Bush (centro), abrazado a su esposa, Laura, conversa con su hermano, el gobernador de Florida, Jeb Bush, ayer en Coconut Grove.
El presidente Bush (centro), abrazado a su esposa, Laura, conversa con su hermano, el gobernador de Florida, Jeb Bush, ayer en Coconut Grove.ASSOCIATED PRESS

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