También los muertos 'rojos' son santos
Ha cundido por nuestros ambientes un más que resquemor al contemplar el entusiasmo con el que sectores de la Iglesia promueven y consiguen procesos de beatificaciones y canonizaciones de personas asesinadas "por defender su Fe" en los primeros meses del golpe de Estado que provocó la Guerra Civil, cuando apenas si se tienen en consideración otros asesinatos por defender el pan, la justicia y el poder democrático salido de las elecciones del 36.
Nada que objetar sobre la proclamación de que a unas víctimas de violencia nos las presenten como beatos y santos en la acepción que lo hace la Iglesia. Están con Dios y, en tanto víctimas, son un testimonio contra la violencia.
Pero ahora que la Iglesia nos invita a celebrar la festividad de Todos los Santos, sería oportuno considerar este extremo a la luz que aportan, tanto los Evangelios, como la memoria histórica que no debe quedar relegada. Jesús nos presenta al Dios, que es Él con el Padre y el Espíritu, comprometido en la salvación de "todos los humanos" por el amor paternal que nos tiene.
Esa salvación con aportación libre nuestra (la "Vuelta del hijo pródigo"; "Estar en la viña a última hora"; "Dejarse llevar por los hombros del Pastor"; "Atenderle en los hermanos necesitados") o con nuestra irresponsabilidad (el "Perdónalos porque no saben lo que hacen") tiene visos de ser universal, sin que nos esté permitido hacer un juicio contrario, excluyendo de ella a alguien. A todos los que pasan por la muerte a esa "salvación definitiva", los hemos de considerar junto al Padre en la "Fiesta del Encuentro" que llamamos "cielo". Y en ese estado de unión con Dios, "todos son santos". Y como Dios no está reducido a lugar, hemos de considerar a los difuntos, en estado de presencia con Dios sin referencia a ninguna concreción de lugar y compartiendo, desde la infinitud, nuestra realidad limitada.
Lástima que la preocupación por los despojos de la muerte en cementerios, nos roben de la celebración de la fiesta de Todos los Santos que siempre y en todo momento comparten, a su modo, su amor con nosotros.
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